- El año de la misericordia no puede ser el del sentimentalismo y la cursilería.
- El Papa Francisco se ha remontado a Faustina Kowalska, a quien Juan Pablo II canonizó y a la Fiesta del primer domingo de Pascua.
- El gran misterio del ser humano consiste en saber por qué Dios necesita del amor humano.
Misericordia no es sentimentalismo. La misericordia es recia, y combina perfectamente con la virtud de la fortaleza. La Misericordia no es cursi ni ñoña. Se aplica a Dios en forma de confianza y abandono en él, al prójimo en forma de clemencia y longanimidad y a uno mismo en forma de fortaleza. Por la misericordia con uno mismo evitamos el rencor, la pasión más venenosa del hombre. Por la misericordia con el otro atendemos al débil contra el fuerte. Por la 'misericordia' para con Dios correspondemos al amor de un Dios que, inexplicablemente, dice necesitar al hombre y se introduce en el tiempo y en el espacio, en forma de un indefenso bebé
para luego abandonarse, hasta el fin de los tiempos, en forma de cuerpo eucarístico que hasta Rita Maestre, o el más cobarde, puede profanar.
Cuando va a comenzar el año de la misericordia conviene recordar estas cosas. Recientemente, el Papa Francisco aseguraba
en una entrevista que se le ocurrió convocar le año dl a misericordia en atención a
la polaca Faustina Kowalska (en la imagen), llamada el apóstol de la Divina Misericordia. Recuerda Francisco que
Juan Pablo II postuló una nueva fiesta en la Calendario litúrgico, precisamente ésta, la de la
Divina Misericordia, el domingo posterior al de Resurrección o primer domingo de Pascua.
Pero lo curioso es eso, que la teología de
Kowalska menciona mucha más la virtud de la confianza en Dios que la de misericordia del hombre. Dice la mística polaca de primeros del siglo XX que la confianza en Dios es la virus de más difícil de lograr por el hombre. Pero, insisto, habla de misericordia divina y de confianza humana en esa misericordia.
En plata: el año de la misericordia no es más que el año del abandono del hombre, fiado en la misericordia de Dios. Los clásicos lo llamaban infancia espiritual. ¡Ah! Y sólo quien es fuerte consigo mismo es clemente con el otro.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com