- Los partidos no dicen la verdad sobre la inviabilidad de sistema de pensiones.
- Estamos haciendo calcetines sin hilos: natalidad y maternidad son cuestiones de Estado.
La
esperanza de vida en España aumenta y la
tasa de natalidad desciende. La ecuación de estas dos tendencias tiene una víctima, el sistema público de
pensiones, que se hace inviable. Sumen a eso la insoportable tasa de paro, que es igual a menos ingresos por la vía de las cotizaciones a la
Seguridad Social, y que muchos de los que salen de ese drama lo hacen con empleos precarios, lo cual también deja herida la frágil cuenta de la
hucha de las pensiones.
Los políticos, en el Gobierno o en la oposición, se resisten a decir la verdad, fundamentalmente, porque es impopular de narices. Y como no está el juego que el problema se vaya a arreglar en la próxima legislatura… dejan pasar el tiempo. Así de sencillo. Por eso, los que están en el poder se resisten a reconocer que la cosa pinta bastante mal, y paralelamente, los que pelean por conquistarlo supeditan su carga dialéctica para debilitar al que gobierna, sin entrar en el fondo de la cuestión.
Tiene que avisar de vez en cuando una autoridad independiente como el
Banco de España para cantar las verdades del barquero. La institución no se juega nada en unas elecciones y puede decir lo que le dé la gana, siempre que pruebe que lo que dice no es una frivolidad. Los avisos, dicho sea de paso, van siempre en la misma línea: sería bueno avisar al personal de que el actual sistema -junto al problema del
declive demográfico- no garantiza las pensiones que todos esperamos cobrar cuando llegue nuestra la
jubilación. Y a eso añade la coletilla de que sería bueno tener en cuenta esa eventualidad y prevenirla con ahorro adicional.
(Las sugerencias que formula el Banco de España, no obstante, son siempre parciales y desde un enfoque estrictamente económico. Un peligroso
reduccionismo, en cualquier caso, porque a pesar del importante papel que juega la economía, esa ciencia inexacta no condiciona necesariamente el resto de la vida de las personas. Y lo mismo se puede decir contra los mensajes del
Fondo Monetario, el
Banco Mundial o el
BCE).
En cualquier caso, parece una obviedad decir que el hecho de que los españoles gocen de esperanza de vida cada día más generosa es siempre una excelente noticia, del mismo modo que es pésimo que la natalidad no haya dejado de caer durante los años de la crisis económica (la tendencia, en realidad, viene de mucho más atrás). Algo cambió en 2014, menos mal: el número de nacimientos ¡creció un 0,1%!
Pero es precisamente el último problema, el de la natalidad, el que no se han tomado en serio los gobiernos desde hace décadas. En España no hay una política real de apoyo económico a la
familia comparable a la puesta en marcha por los países de nuestro entorno.
También por cuestiones ideológicas, se ha arrinconado hasta la saciedad la
proeza de que un hijo tenga más hermanos. Les digo cómo está ahora el tema: un tercio de los niños españoles no los tiene.
Hemos pasado de la
parejita de hace unos años al
hijo único y cada vez más tarde: las madres retrasan la maternidad, a la espera de que mejoren las condiciones económicas, y la
fecundidad ya no es la misma. La edad media del primer hijo sigue subiendo; ahora está en 32 años.
Los gobiernos consideran una cuestión de Estado las pensiones -se juegan mucho en ello-, pero se niegan a incorporar en el mismo capítulo el declive de la natalidad. Y así, claro, están haciendo un pan con unas tortas.
Desde Hispanidad hemos insistido en numerosas ocasiones en fórmulas que ayudarían a remar en contra el desierto demográfico, como el
salario material (un salario por cada hijo, que contribuye a la economía mucho más que las desgravaciones fiscales,
pan para hoy, hambre para mañana).
Todo lo que se haga para cambiar la tendencia, protegiendo y favoreciendo la
maternidad es bueno. Hay más fórmulas, aparte del salario maternal: fórmulas de apoyo como la reducción de jornada laboral, la no
discriminación por algo tan natural como tener hijos, etc. Ojo, en España esta última práctica es tan frecuente como desgraciada, salvo en la función pública.
Claro que la natalidad o la política de apoyo a las familias son una cuestión de Estado prioritaria que urge resolver. De ello depende el proyecto de vida de muchas personas, sobre todo jóvenes, y si no se hace, el sistema público de pensiones tiene los años contados. Nadie da lo que no tiene porque lo ha perdido en el camino.
Rafael Esparza
rafael@hispanidad.com