- No cree en la propiedad privada, sólo en la pública, controlada privadamente por ellos, claro.
- Al final, Pablo Iglesias terminará de donde procede: en un ardiente deseo de matar curas y silenciar cristianos.
- Naturalmente, el neocomunismo de Podemos se hermana con el capitalismo: los dos aman lo grande.
Dice
Íñigo Errejón (
en la imagen), el más pedante de todos los pedantes de Podemos, que son 'muchos pedantes', que los poderes económicos y mediáticos han creado la imagen de Podemos como partido antisistema pero que el pueblo -el pueblo está con nosotros- no se lo cree.
Pues en algo tiene razón: en lo primero, en que les han colocado el sambenito de antisistema. Les han creado esa imagen y como toda imagen creada por el capitalismo,
o por el oligopolio informativo que nos asola, es tan falsa como interesada.
Porque Podemos no es antisistema, es comunista. Para ser exactos, neocomunistas, neocom, que intentan adaptar la tiranía marxista a los nuevos tiempos. No tan nuevos, porque
Podemos no hace otra cosa que seguir a Antonio Gramsci, el italiano que quería hacer la revolución conquistando la sociedad, no colgando al capitalista de una soga.
Al final, Podemos se rebelará como lo que es, está en su naturaleza: cristófobo y déspota. Déspota porque no cree en la pequeña propiedad privada -en la grande sí, en la propiedad pública que quieren controlar muy privadamente- y la
pequeña propiedad privada es la garantía del hombre libre.
Cristófobo porque, al final, una institución o un partido político no es otra cosa que su filosofía. Y la filosofía comunista no es más que un contradiós, para ser exacto, un contracristo. Presa de sus propias contradicciones, el neocomunismo, como el viejo socialismo,
no tiene otro remedio que aplicarse a matar curas y/o silenciar cristianos.
En cuanto les dejas les sale el tirano soviético que llevan dentro sólo que sin el coraje del antiguo soviet y enseñan los dientes, casi siempre contra la Iglesia: tetas al aire, asalto a capillas, paternalismo venenoso de las alcaldesas de Podemos y su empeño en descristianizar Madrid, Barcelona y Valencia,
reescribir la historia o encerrar a los católicos en las iglesias.
Y, por supuesto, se hermana con el gran capital. Como siempre ha ocurrido con el comunismo. A estos neocomunistas (neocom) les encanta la propiedad pública por la misma razón que al financiero le encanta la
propiedad privada de los mercados: en ambos casos el dinero de los demás controlado por ellos será como bróker o como político, lo mismo da.
Porque la diferencia no es comunismo y capitalismo -dos caras de una misma moneda- sino entre lo grande y lo pequeño: "¿
Que más da que todas las tierras del Condado sean propiedad del Estado o del Duque de Wellington? El caso es que no son mías".
Ni tan siquiera un pequeño trozo. La propiedad privada es como el estiércol: bonísima mientras esté bien repartida.
Podemos no se diferencia en nada de los partidos de la casta, PSOE y PP:
defienden la gran propiedad y castigan al pequeño propietario, a las clases medias. En su caso, lo que defienden es la gran propiedad pública, porque es la manera más rápida que conocen de controlar más propiedad ajena. El PP defiende la gran propiedad privada, ya ni siquiera la de la gran empresa sino la de los grandes mercados. ¿Por qué? Porque
es la manera más fácil de controlar, desde el poder, más propiedad, por la vía de la regulación pública.
En plata,
Podemos funciona con el dinero de los demás desde el comunismo; el PP funciona con el dinero de los demás desde el capitalismo. Respecto al PSOE y a Ciudadanos, no juegan ni a uno ni a otro bando: juegan a los dos.
Y los cuatro grandes partidos son cristófobos y muy, muy pedantes.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com