Tantas quejas y lamentaciones, oficiales y privadas, por el temporal, significan que nos hemos vuelto muy blanditos y, por tanto, muy manipulables. Sí, blanditos, porque nos quejamos de todo, y sí, manipulables, porque haremos caso de las órdenes de la autoridad, por idiotas que resulten sus mandatos, vengan del PSOE o vengan del PP, de la izquierda o de la derecha, renunciaremos a toda capacidad crítica y, en general, renunciaremos a la penosa tarea de pensar por nosotros mismo.
Nos ordenaron quedarnos en casa con la Pandemia y obedecimos. Ahora nos ordenan no movernos de casa por la nevada y seguimos obedeciendo, pastueños que somos.
¡Bien por los todoterreno!, la ineficiencia pública no puede soportar la eficacia privada
Afortunadamente, todavía hay españoles, como la asociación de 4x4 a la que ayer nos referíamos en Hispanidad, que, sin imprudencias temerarias pero con mucha generosidad, considera que dejarle al Estado que nos solucione todos nuestros problemas implica conceder a los políticos el poder de mangonearnos en y decidir sobre nuestra vida privada. Además, lo público es, por naturaleza, ineficaz y la ineficiencia pública no puede soportar la eficacia privada.
Entre otras cosas porque, si no nos rebelamos, aunque sea un poquito, en breve nos exigirán, como aseguraba una viñeta genial que corría por Internet, que andemos a cuatro patas y lo haremos… Para no aparecer como irresponsables, insolidarios e incívicos, que todo empieza por ‘i’.
Pero empecemos por quejarnos menos. Los del temporal no ha sido para tanto. Otros países sufren cada año los huracanes, terremotos o volcanes que acaban en unos momentos con el trabajo de años. Y no se quejan tanto.
Pero, sobre todo, no renunciemos a nuestra primogenitura, a nuestra libertad y a nuestra intimidad, por el plato de lentejas de una subvención oficial.
Lo público es ineficaz por naturaleza
La nevada no ha sido para tanto. Y la nieve es incómoda pero hermosísima. La nieve en Madrid resulta tan extraña como las gaviotas. Aprovechemos la vista. Menos quejas.