Es graciosa, pero también dura, la felicitación con rima del presidente de Tabarnia. Y lo peor: es muestra de lo que se ha desatado en Cataluña. Lo que empezó siendo nacionalismo acabó siendo separatismo y ahora es religión, una peligrosa religión idolátrica, donde todo se sacrifica a la obsesión nacional y donde el ídolo Moloch, o quizás sea Mammon, exige sacrificios humanos.
Escuchen a Albert Boadella quien, dicho sea de paso, tampoco es santo de mi devoción, porque se puede y se debe ser antinacionalista pero no antinacionalistas. De todas formas, no es fácil: la literaria explosión de Boadella resulta comprensible.
¿Cómo se arregla el problema catalán? Respuesta: no tiene arreglo. Hay que aprender a convivir con él y, para la próxima generación, hay que empezar desde cero.