El europarlamento, esa canto a la egolatría, acaba de decidir que no subvencionará la cría de toros de lidia. Dentro de la Política Agraria Común (PAC), un dineral de subvenciones agrícolas gracias a las cuales Estado Unidos y Europa reparten la miseria entre el agro del Tercer mundo, pero, ya ven, no hay sitio para una de las especies animales más bellas del mundo, el toro de lidia, una joya exclusiva de España y muy aprovechable… que los progres españoles quieren destruir.
Me sorprendió la nueva directora general de Bellas Artes, Dolores Jiménez-Blanco, con su defensa de la Fiesta desde las página del ABC, porque a la pacma antitaurina se une su jefe, el ministro de Cultura -sí, existe, para nuestra desgracia- del Gobierno Sánchez, José Manuel Rodríguez Uribes.
Mire usted, a los progres españoles no les gusta la Fiesta, pero los toros son cultura y, además, somos nosotros.
¿Por qué son cultura? Porque cultura es todo aquello que genera un lenguaje propio. Los toros han generado uno de los más bellos diccionarios en romance.
Y también porque el toro es nuestro, y una nación no existe sin tradición que no deja de ser la democracia de los muertos.
Pero los progres españoles son especialmente absurdos: quieren cargarse los toros, quizás porque es algo nuestro.
Y sí, por último, la lidia no deja de ser un hombre que se enfrenta a una fiera con un trapo. Y eso es algo digno de admirar. Salvo para el sanchismo.
Hay que ser idiota…