Rezar es hablar con Dios... y Dios contesta. Es más, cuando nos referimos a la oración solo pensamos en la oración vocal, no en la mental, no en el diálogo con el Creador.
El hombre actual necesita de la oración. Hoy, apagada la náusea metafísica, más que nunca. Y para rezar no se necesita un cursillo. Solo hay que ponerse a ello.
Pero, además, rezar, como deducía Blaise Pascal, no es más que hacer realidad el primero de todos los dogmas racionales: el principio de causalidad que, a estos efectos, podríamos resumir así: todo efecto viene producido por una causa. El hombre es el efecto de Dios. Por eso, lo raro, rarísimo, es un hombre que no reza más que consigo mismo, permaneciendo en una eterna esquizofrenia.