• Lo bueno de la transparencia es que todo bancario sabe que lo que hace será conocido.
  • La cultura, es decir, la conducta, es decir, la ética bancaria, es la misma para todo tipo de entidades y negocio financiero.
  • La ética es, casi por definición, aquello a lo que nadie te obliga si no eres tú mismo.
  • Y la ética bancaria no puede limitarse al cumplimiento de los Estatutos y al Código de Buen Gobierno.
  Lo confieso. José María Alegre, presidente de la patronal bancaria AEB, es un tipo disciplinado y esforzado. Sus intervenciones públicas se notan trabajadas. Lo malo es que me recuerda aquello de Unamuno, quien ante un conferenciante que no dejaba de recitar citas ajenas, exclamó su famoso: "¿Y usted qué dice?". Durante su intervención en los encuentros financieros del IESE, se ha referido a la cultura bancaria. Lean el texto y concluirán que emplea la palabra cultura en calidad de eufemismo. De lo que realmente habla es de ética bancaria pero ocurre que la palabra ética es políticamente incorrecta. Y la selección de citas es amplia y frondosa, aunque no me gusta casi ninguna. Ejemplo: cultura bancaria es lo que se hace cuando nadie observa. No hombre no, eso es la intimidad. Recuerdo que el presidente del Popular, Luis Valls decía casi lo contrario: lo bueno de la transparencia es que todos los directivos saben que lo que hacen a escondidas saldrá a la luz. Otra definición de cultura bancaria en la selección roldaniana: aquello que se hace sin que una norma te obligue a ello. Esto está mucho mejor: coincide con la ética. La ética es, casi por definición, aquello a lo que nadie te obliga si no eres tú mismo. Patinazo de Roldán (en la imagen), o, al menos, de suscitados. No es lo mismo la cultura bancaria de un banco que de otro, de una caja rural que de un banco de inversión. No, la cultura, es decir, la conducta, es decir, la ética bancaria, es la misma para todos los casos y todos los segmentos de negocio. Es más, las mayores inmoralidades se perpetran cuando la ética de una entidad se limita al cumplimiento de los Estatutos y al Código de Buen Gobierno. No basta. Ejemplo: especular es malo, lo mismo en un banco doméstico que en un banco de inversión. La especulación no ayuda al bien común y dificulta el logro del mismo. Una nota de color. Dice el presidente de la AEB que el regulador holandés introdujo psicólogos como observadores en las reuniones de los consejos bancarios y otros organismos colectivos de toma de decisión. Y lo peor, que el Mecanismo Único de Supervisión (MUS) está pensando en hacer lo propio. Bien: esto es el fin de la banca, no les quepa duda. La cultura, o conducta, o ética bancaria es sencilla de definir: no meter la mano en la caja y servir al bien común. El bien común se identifica con el cliente, antes que nadie y, en segundo lugar, que no en primero, con los propietarios y en tercer lugar, con los empleados. Pero al fondo de los tres colectivos, ni antes ni después, sino al mismo tiempo, figura el bien de la sociedad. Y, aunque resulte deseable, la ética no puede consistir en un modelo por el que los bancos no puedan quebrar. Primero, porque ese modelo no existe, y segundo porque a lo mejor las prevenciones -excesiva capitalización, por ejemplo- resultan contrarias al bien común. El negocio bancario se justifica por el viejísimo encaje bancario, que actúa como efecto multiplicador de riqueza, porque de otra forma, el banco está vendiendo tiempo, y el tiempo sólo es propiedad del creador del tiempo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com