Por supuesto que es una leyenda, lo cual no significa que no sea real y, sobre todo, atención, cierta. Cierta como leyenda y cierta como principio.
San Jorge salva a la doncella del malvado dragón. Debería ser, además de patrón de Aragón, Cataluña, Inglaterra y un montón de padrinazgos más, patrón de Hollywood. Responde al formato clásico, imperecedero, en el que el bueno mataba al malo y se casaba con la guapa. Y no como el cine actual, donde el bueno mata a la guapa y se casa con el malo.
San Jorge es, en resumen, el santo del romanticismo. Y lo contrario del romanticismo es el aburrido progresismo, la atmósfera imperante del siglo XX y que se arrastra viscosamente, como un dragón obeso, aburrido, estresado y venenoso, hasta el siglo XXI: es un dragón llamado progresismo.
¿También en tiempos de coronavirus? Ahora más que nunca hay que vivir a lo niño
Necesitamos volver al dragón, al romanticismo. Vivir como los niños para los cuales la existencia comienza con cada amanecer, y cada día es el primer día de vida, repleto de novedades y ausente de rutinas.
Por el contrario, a los progres les encanta la burocracia, ahora conocida como “Estado de Derecho”, donde lo bueno se confunde con lo malo, la verdad con la mentira, lo hermoso con lo feo, lo moral con lo legal y la dignidad con la justicia. Ahora en el siglo XXI hemos ‘progresado’, hemos dado un paso más hacia el abismo. Ahora, siglo XXI, creemos, con idéntico entusiasmo, que caminamos hacia un futuro aún más resplandeciente, donde ya no se confunden dichos conceptos sino que se invierten: lo bueno es malo, lo verdadero falso, lo hermoso feo. Y viceversa. ¿No es estupendo?
Insisto: San Jorge mató al dragón para salvar a la doncella, lo cual atenta contra el feminismo, el ecologismo y el animalismo: ¡Bien por George!
Y luego está lo del libro. San Jorge, día del libro, día del caballero. El hombre necesita del lenguaje escrito del libro y del romanticismo de San Jorge, vencedor de monstruos y rescatador de féminas.
Necesita del lenguaje escrito porque hay argumentos difíciles de encajar en que se pierden en el lenguaje oral. Carecemos de paciencia para escuchar.
Y es cierto que el lenguaje escrito también es digital, pero ni los nativos digitales consiguen mantener, ante una pantalla, la misma concentración, en espacio y tiempo, que ante un libro.
El Estado de Derecho” confunde lo bueno se confunde con lo malo, la verdad con la mentira, lo hermoso con lo feo, lo moral con lo legal y la dignidad con la justicia
Es curioso que en los mensajes cortos, por ejemplo, el periodismo, la digitalidad ha triunfado. Pero para los mensajes necesariamente más largos, caso de la reflexión filosófica o moral, el libro sobrevive y vence.
Y otra cosa, el soporte papel durá más que los ‘bits’. No olviden la imprescindible reflexión del creador de Internet, Vinton Cerf, advirtiendo contra los peligros de una generación sin memoria y sin historia, porque “había perdido los hechos y los datos”… por haberlos recogido en impulsos eléctricos, en formatos con diez años de vida y no en papiros y en pergaminos, en pasta de papel, que se mantiene durante siglos.
Necesitamos del libro pero, sobre todo, necesitamos un poco más del romanticismo de San Jorge.
Por falta de romanticismo nos hemos convertido en una sociedad de luto.