El mensaje de WWF, como el resto de asociaciones ecologetas: continúa siendo el mismo: haced lo que os decimos o todos pereceréis. Y luego la amenaza: si no tomáis medidas urgentes, más esclavizantes que las actuales, no moriréis en cinco minutos sino en cinco segundos. Es el vademécum del ecologista peñazo, el rayo que no cesa.
Ha llegado el momento de la enmienda a la totalidad. Como en la ideología de género, ceder en algo es ceder en todo. Así que hay que empezar a romper el mensaje, respetemos al nuevo enemigo público el ecologista, sólo hasta donde lo aconseje la buena educación. Si quieres detener el cambio climático, planta árboles… y déjame en paz, que esto es un sinvivir.
Y los residuos que resulten demasiado caros de reciclar, quémalos. Es mucho más práctico y, mayormente, es lo que seguimos haciendo aunque no lo digamos.
Los grupos ecologistas dicen cosas de lo más aprovechables, unas segundas aceptables y las terceras sencillamente majaderas. Pero cuando las tres partes se convierten en insufribles es cuando se convierte la ecología en una religión, de corte panteísta, que subordina la naturaleza al ser humano.