• El problema no es la sobrepoblación sino la sobreproducción. Y, mayormente, el egoísmo.
  • ¿Cómo que no hay alimentos suficientes si estamos pagando un dineral para destruir alimentos?
Vuelve Malthus y vuelve David Ricardo, ambos envueltos en el hedor darwiniano. Vuelve la vieja revolución de los ricos contra los pobres, de los poderosos contra los débiles, y de, si me lo permiten, de Satán contra la humanidad, a la que odia. Es curioso que las leyes de estos agoreros, precursores de la tontuna de la sobrepoblación, siempre aseguraban lo mismo: al pobre hay que quitarle sus hijos y su salario. De hecho, si le quitas lo segundo estás quitándole lo primero. En términos académicos y periodísticos, el problema se plantea así, de forma y manera más falsa que una moneda de tres euros: este planeta no da para alimentar a una población creciente. Con el repugnante remoquete final: ergo, prohibido concebir, no es solidario. Este darwinismo forzoso constituye otra de las grandes mentiras del siglo, pero muy creíbles, porque han alcanzado la categoría de políticamente correctas. Como el cambio climático, se nos amenaza con el hambre si seguimos poblando el planeta, cuando lo cierto es que la tierra puede alimentar, no a una, sino a decenas de humanidades. Gracias, sobre todo, al ingenio humano, que multiplica el rendimiento del mismo pedazo de tierra, generación a generación. Pero los agoreros, erre que erre. Y así, veo este titular en el diario El País "El desafío de dar de comer al mundo", con un apósito pelín repugnante, en forma de subtítulo: "Los avances tecnológicos en cultivos, maquinaria y prevención de catástrofes naturales intentan paliar la falta de tierra y agua necesarias para aumenta la producción agroalimentaria". Ni falta tierra ni falta agua, lo que falta es generosidad para dos cosas: tener hijos y repartir la riqueza, que no es otra cosa que repartir la propiedad. Parece mentira que un periódico serio caiga en barbecho una y otra vez. Precisamente, el gran problema agrícola del mundo avanzado es la sobreproducción. Las lamentables políticas europeas y norteamericanas, dedicadas a subvencionar la destrucción de alimentos y de tierra cultivable, nos indican que el problema no es la sobrepoblación, sino la sobreproducción. Aunque el verdadero problema, claro está, se llama egoísmo y mala distribución de la riqueza. Eulogio López eulogio@hispanidad.com