Se lo digo yo, que no creo en la justicia humana, sólo en la divina: los tiranos siempre comienzan controlando el poder judicial. Se trata de controlar a quienes les pueden conminar a que respondan por sus actos. Mejor dicho, que no exista la menor posibilidad de que se le pueda encausar. Así ocurrió con Venezuela, el modelo de Podemos. Hugo Chávez se cargó al poder judicial. Desde entonces todo fue rodado.
El Gobierno quiere hacer dos cosas: aprobar por mayoría simple, sin la proposición, los nuevos vocales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
En definitiva, controlar el poder judicial, el mismo que luego nombrará jueces adictos. Lo necesita para que nadie se atreva a juzgar a su querido vicepresidente segundo, el señor Pablo Iglesias.
Pero no menos importante es lo otro, la reforma del enjuiciamiento criminal, que conlleva el intento de que sean los fiscales quienes instruyan las causas. El juez instructor es clave en todo juicio. Se supone que el juez es independiente, pero dejar que sea el fiscal quien instruya, en una Fiscalía tomada por el Socialismo, que ha colocado allí a la garzoniana Lola Delgado… oiga esto ya suena mucho peor.
Con dos bombas de relojería tenemos una cuenta atrás hacia el control de la justicia por el Gobierno frentepopulista de socialistas y comunistas. Así empezó a consolidarse el chavismo.
Por cierto, ¿Significa todo esto que la justicia española sea de derechas? Casi todo el estamento judicial está viciado de progresismo. Pero es que Sánchez es insaciable.