• Porque los primeros son perseguidos; los segundos, perseguidores.
  • Así que, en efecto, se puede y se debe, discriminar por razones religiosas.
  • Porque la igualdad de los desiguales es otra desigualdad.
No hay que discriminar a la gente por su religión. No, desde luego, pero sí hay que proteger a los cristianos cuando los musulmanes les aplastan. Entre otras cosas porque Estados Unidos es un país de origen cristiano. Donald Trump ha prohibido la entrada de refugiados sirios en el país. Para ser exactos, los cristianos sí pueden entrar, los musulmanes no. Y la cosa tiene sentido, aunque no para la hipocresía habitual. Porque resulta que las verdades primeras siempre se olvidan: en Siria son los musulmanes quienes masacran a los cristianos, no al revés. Por tanto, los que necesitan protección sobre los seguidores de Cristo no los de Mahoma. Pero la ONU no está por la labor. ¿Cómo es posible que se discrimine la protección de terceros por razones religiosas? ¡Qué horror! Si fueran los cristianos los que estuvieran masacrando a los musulmanes sería distinto, claro está, pero nunca con la situación actual. Con lo actual y con lo habitual. Porque en el Occidente cristiano los musulmanes puede rezar a su Dios pero no hay reciprocidad en sus países de origen, donde los infieles, no sólo en Siria, son brutalmente perseguidos. Y la igualdad de los desiguales es otra desigualdad. Alemania y Francia, Merkel y Hollande, los tontos útiles de la moderna Europa, se han apresurado a censurar a Trump. ¡Qué vergüenza, pobres musulmanes! Y, naturalmente, en la ONU se han rasgado las vestiduras. Ahora bien, entre los vetos de Trump no figuran Arabia Saudí y otros países productores del petróleo. Eso no está bien, Donald. Eulogio López eulogio@hispanidad.com