La canciller alemana, Angela Merkel, la de la larga despedida, es desde hoy miércoles, 1 de julio, presidenta de turno de la Unión Europea. Su antigua ministra, Úrsula von der Leyen, preside la Comisión Europea. Dos mujeres alemanes copan hoy los resortes de poder de la Unión Europea.
Justamente cuando Europa camina a la deriva. No por el coronavirus, sino por haber olvidado quién es, un continente cristiano que ahora abomina de sus principios.
Justamente ahora, cuando se discute la mutualización de la deuda, el papel del Banco Central Europeo (BCE).
Y no digo que sean las peores, incluso puede resultar el binomio menos malo. Ahora bien, aunque Merkel saque el Plan de reconstrucción europeo (500.000 millones de euros en subvenciones y 250.000 en créditos) y, naturalmente, exija condiciones a cambio, por ejemplo, todo lo que no quiere hacer el demagógico gobierno socio-podemita español, hay que reducir el gasto público sí o sí, para que pueda aumentar la capacidad de gasto de los particulares. Y naturalmente, eso atenta contra las esencias socialistas.
Aún así, será mejor que el plan de Reconstrucción europeo salga adelante es una buena ayuda, pero lo que seguro no aceptarían ni Angela ni Ursula es la reindustrialización de Italia y España. Porque eso es lo bueno: la pujanza económica, no nos engañemos, se mide por la industria. Alemania y Francia les encanta que Italia o España no se hundan: tenemos que comprarles su producción. Pero no soportan que se hagan con una base industrial propia. Eso nunca.
Conclusión si España tiene que endeudarse tras el confinamiento, mejor que sea para crear empresas, no para crear subvenciones. Sí, aunque sean empresas públicas.
O, al menos, para crear infraestructuras y, con ellas, empleo, como ha propuesto el premier británico Boris Johnson.
Pero el Gobierno Sánchez ni se está replanteando la industrialización de España, Sólo repartir ingresos mínimos vitales para conseguir un voto cautivo con el dinero de los demás.
No parece que ni se lo esté planteando el Gobierno español. Le gusta más mendigar que ayudar. Todo muy progresista.