Calificar a alguien como 'ultra' ya no significa nada: es sólo un insulto, como llamarle a alguien idiota. Pero también es una forma de desnaturalizar las opiniones del contrario y, sobre todo, de poner en solfa la rectitud de intención del contrario. Es decir, un ultra no puede ser buena persona.
Cuando se tilda a alguien de ultra se pone en solfa la rectitud de intención del otro. O sea, que es una canallada
Ahora, a Vox se le llama ultraderecha, pero a Podemos no se le califica de ultraizquierda.
Y lo que es peor: si alguien es católico, de los que aman a Cristo o al menos de los que creen en Dios, entonces es un ultracatólico. O sea, un mal bicho.
El presidente Sánchez cada día lo emplea más
Por cierto, el presidente Sánchez cada día lo emplea más.