Clive Lewis (en la imagen) ha sido, sin duda, el mejor divulgador religioso del siglo XX, además del autor de Crónicas de Narnia, mientras no tengamos rostro o la futurista Trilogía de Ransom. Pero hoy me gustaría seguir con Cartas a Malcom, una obra considera menor, pero que dice cosas muy mayores.

Si en dos ediciones atrás hablamos sobre la gran liberación del hombre, la oración, necesariamente diálogo, y en la edición anterior aludíamos al sentido de culpa, hoy toca hablar de ese cristianismo fácil, que algunos llaman cristianismo liberal, otros progresista y, últimamente, algunos cantamañanas interpretan como 'primavera de la Iglesia'. Al parecer, ya en tiempos de Lewis, fallecido en 1962, lo del cristianismo liberal era identificado como un anticristianismo puro y duro. Los cristianos liberales arremetieron contra el autor de Cartas del Diablo a su Sobrino, converso del ateísmo, pero Lewis se mostró siempre comprensivo con ellos: "No juzgue mal a esos cristianos liberales.
¿A quién puede gustarle lo facilón, lo blando, como explicación de la existencia o como modelo de vida?

Creen realmente que los escritores como yo hacen mucho daño". Y añade la tendencia de los cristianos liberales -poco de liberales y nada de cristianos- a pensar que "el barco tiene que ser aligerado para que la religión se mantenga a flote".

Pero el cachondo que Clive Staples tenía  que soltarlo: "A propósito, ¿ha conocido a alguien que se convirtiera del escepticismo a un cristianismo liberal o desmitologizado?".

El problema del cristianismo progre es que nadie puede creer seriamente en semejante chapuza. Y, lo que es más importante, nadie puede amar semejante quisicosa. Para eso, vale más entregar la vida a un equipo de fútbol.

Ahora bien, no es este el momento actual de la Iglesia y del Mundo. El cristianismo progre, a pesar de ser, aún, el que más vende en los medios pero por él nadie daría un chavo en la vida real, ha pasado a un segundo término con el cambio de milenio

Ahora ya hemos dado el paso hacia la blasfemia del Espíritu Santo. Ya no desmitologizamos: ahora atribuimos a Dios las obras del Diablo y viceversa. Es decir, aseguramos que lo bueno es malo y lo malo es bueno. Y con ello, claro está, que lo falso es verdadero y lo feo, hermoso.

Pero la cosa empezó con el cristianismo liberal, progresista: una panda de estafados rebajando la exigencia para llevar la sala… que es la mejor manera de que no vengan los nuevos y se marchen los veteranos. ¿A quién puede gustarle lo facilón, lo blando, como explicación de la existencia o como modelo de vida?

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com