Incluso la vicepresidenta de la Comisión Europea, la croata Dubravka Suica, nos advirtió, aprovechando su paso por España, acerca del invierno demográfico que vive Europa en general y nuestro país en particular. ¿Qué sucede? Que la solución es tener hijos, algo que el consenso actual califica, en el mejor de los casos, de retrógrado.
La falta de nacimientos es muy grave, desde luego mucho más que la subida del euríbor o el apoyo de Puigdemont a Sánchez, que más bien es una indecencia… por parte de Sánchez. Si no nacen niños no hay relevo generacional y sin relevo no habrá manera de pagar las pensiones del futuro, ni habrá hijos que cuiden a sus padres, y mucho menos a sus abuelos…
Además, los hijos estimulan la generosidad y agrandan el corazón de sus padres y hermanos. Si no existen, el egoísmo encuentra vía libre para expandirse y provocar, a su vez, una profunda tristeza, que es en lo que se está convirtiendo España. Sólo hace falta darse una vuelta para comprobarlo.
Esta semana hemos conocido, gracias al INE, que la población española cerró el mes de junio con el récord histórico de 48.345.223 habitantes, un dato que, aun siendo positivo, oculta el problema principal de nuestro país: la falta de nacimientos. Según el INE, durante los primeros cinco meses del año sólo hubo en España 129.306 nacimientos, la cifra más baja, durante ese mismo periodo, de los últimos siete años. Y bajando, porque nada hace sospechar que se vaya a producir un cambio de tendencia.
¿La solución? Un salario maternal como el que ya existe en algunos países de Europa, como Alemania y, más importante aún, abandonar el feminismo reinante que tiene, como uno de sus objetivos ocultos -tal vez el principal-, acabar con la maternidad. No hay un feminismo bueno. Además, si el machismo es malo, ¿por qué es bueno el feminismo?