Reciente congreso del PSOE, en Sevilla. LGTBI sin la 'q' es 'queer'. No olvidemos que 'queer' significa raro. Es todo lo que han conseguido las feministas clásicas, o sea, las todavía cuerdas, del PSOE: que la cosa se quede en cinco letras, sin la Q.
Traducido: seguimos manteniendo que somos mujeres pero ni decimos por qué somos mujeres (a lo mejor porque Dios no ha creado así, hombres o mujeres, sin darnos a elegir) ni nos atrevemos a decir que la transexualidad es lo que pensamos que es: una barbaridad inmoral. Entre otras cosas, porque si cada uno crea su propio sexo: ¿qué es una mujer y cuáles son sus derechos, es decir, aquello por lo que se supone que las feministas llevan luchando desde hace décadas?
Esto es muy propio del Sanchismo y ahora también del PP: el juicio moral, es decir, el juicio de valor, que es lo mismo, no existe, porque la moral ha muerto. Pero claro, entonces se quedan muchas preguntas sin respuesta o se responden disparates. Demasiadas.
Irene Montero: "Decir que en las competiciones deportivas femeninas sólo pueden participar las personas del sexo femenino o que no puedan participar personas del sexo masculino, es una forma de cuestionar que las mujeres trans son mujeres. Hay mujeres con pene". pic.twitter.com/MRDMizpxTN
— Agenda 2030 ᴾᵃʳᵒᵈʸ (@Agenda2030_) December 2, 2024
Y como sin juicio impera la sinrazón, entonces digo que sí al LGTBI pero no a LGTBIQ, porque los del 'queer' niegan que existan las mujeres me niegan a mí misma. ¿Ridículo? Sí, porque la cosa comenzó en el feminismo, luego fue el homosexualismo y ahora toca la transexualidad: es decir, es más de lo mismo, un continuo que, alcanzada cierta estación, empieza a resultar simplemente disparatado.
Como siempre que se prime la moral: tiene uno que establece sus propios límites... sólo que estos nuevos límites nada tienen de racionales. ¿Si el LGTBI es bueno, porque el LGTBIQ no iba a serlo? Y si la prostitución no es mala, ¿por qué la transexualidad iba serlo?
Las feministas del PSOE se comportan como el viejo chiste del comunista italiano, entusiasta partidario de repartir los coches de los ricos entre los pobres, pero no las motos... porque él no tenía coche pero sí moto. Es un feminismo mareado.