Reagrupamiento Nacional (Le Pen) ha obtenido el 33,5% de los votos en las legislativas francesas de ayer. Uno de cada tres franceses han votado a la ultraderecha. Al parecer, eso no tiene importancia.
A todo el bloque de izquierda y de extrema izquierda le ha votado el 28,5% de los franceses y al señor Macron que ahora al parecer, es de centro, un 22%.
Palabra que no lo digo yo, lo dice, por ejemplo, la articulista de El País, Máriam Martínez-Bascuñán, quien interpreta de esta guisa las primera vuelta de las legislativas francesas de ayer. Ojo al dato: "Francia está dividida en tres: un bloque de izquierdas, otro de centro y otro de extrema derecha". ¿Comprenden? no existe la extrema izquierda pero sí la extrema derecha.
El bloque de izquierdas se llama Frente Popular, lo que ya da pistas sobre lo que entiende la analista por la izquierda moderada: un algo moderado aunque en sus tripas se encuentran lo que se encontraba en febrero de 1936 en el Frente Popular español y que nos llevó a la guerra civil de los 600.000 muertos: comunistas, socialistas, anarquistas, sandías (verdes por fuera y rojos por dentro) y otras especies de moderación política.
Todos ellos galvanizados por el grupos Antifa -que se define así, en negativo, como antifascistas, un movimiento marca blanca que nació en Estados Unidos como instrumento Woke frente al razismo con los negros y que ahora se ha convertido, por mor de la ideología de género en un todo que agrupa multitud de bestialidades.
Por cierto nada más conocerse los resultados, los antifa se lanzaron a las calles contra los fachas, multitudes de facciosos que se esconden en las tiendas donde roban los antifa aquellos artículos que más le gustan. Primero rompen los cristales, luego destrozan, a continuación roban, pero conste que ellos no iban a robar sólo a detener a los fachas.
En cualquier caso, ya lo saben: existe la extrema derecha pero no la extrema izquierda. Como mucho, izquierda a secas. Y luego lo de Macron, que es el centro, a pesar de que fuera sido ministro de un Gobierno socialista. Pero en algo tiene razón, es como el antiguo centro-reformismo de José María Aznar. Son el centro, el centro de la nada. Justamente ahí está Macron.
Recuerden: la ultraizquierda no existe, la ultraderecha sí... y es muy peligrosa.