Insisto: el problema del podemita proyecto de ley de Bienestar animal es que considera a los animales irracionales como "seres sintientes". Y claro que sienten, pero el sentimiento supone muy poca cosa. Nos duele que un perro sufra, precisamente porque no somos perro (y es mi animal favorito, que conste).
Nuestro chucho nos parece más simpáticos que nuestro vecino: claro, es que el chucho no ofende
La ley de Bienestar Animal olvida que el único dolor digno de conmiseración es el del ser humano, porque es el único ser racional. Precisamente por esto, al hombre la ofensa le duele más que la herida.
Esto es lo que no entienden ni la buena de Ione Belarra ni el bueno de Sergio García. El animal sólo siente el dolor, pero eso implica escaso sufrimiento. El ser humano, por contra, experimenta el dolor, que vive como una auténtica humillación. Y eso sí que resulta doloroso.
Una sociedad que trata mejor a sus perros que a sus congéneres no merece mucho respeto
Así que no hacía falta ley alguna para proteger al animal del dolor. Una ley que encima, provocará, si no se modifica en el Parlamento, mucho dolor real al ser humano, para el que todo son obligaciones respecto a los irracionales, que han sido creados exclusivamente para su beneficio, no al revés.
Pero quedémonos en la premisa primera que en este caso también constituye la conclusión última: el animal sólo siente, el hombre padece.
Si no lo vemos así, es porque la sociedad actual sufre un bajón importante en misericordia y un subidón en blandenguería. Ni nos inmutamos ante el sufrimiento del vecino pero nos mostramos extraordinariamente sensibles al dolor del gato. A lo mejor es porque la mascota nos resulta más simpática que el vecino. Quizás, también porque el vecino, como ser racional que es, puede ofendernos, mientras que la mascota nunca ofende. Como mucho, nos fastidia.
La sociedad actual sufre un bajón importante en misericordia y un subidón en blandenguería
En cualquier caso, una sociedad que trata mejor a sus perros que a sus congéneres no merece mucho respeto.