Bienvenidas las borrascas. Llueve y el color verde sustituye al pardo. Deberíamos estar dando saltos de alegría. Pero no. 

La naturaleza vuelve a mostrar su lado fecundo, orgánico, la línea curva de lo natural se impone a la recta y estéril del mundo artificial, la vida resurge y los amantes de la nueve disfrutan con el manto blanco. Pero, al parecer, todo ello es negativo: se inundan las viviendas bajas, se multiplican las pérdidas y no puedo sacar el coche para que no se embarre. 

Los meteorólogos han fallado más que una escopeta de feria y, a pesar de ello, cada día se muestran más arrogantes: ellos son científicos, sacerdotes de la religión climática, un credo de lo más triste

La religión climática, la atmósfera cultural imperante, nos ha convertido en unos quejicas horteras. Lo de hortera es evidente, si consideramos que a las borrascas les ponemos nombres ingleses o en cualquier caso, irreconocibles para un hispanoparlante: De Jana hemos pasado a Konrad y ahora llega Laurence. ¿No podían llamarse Pepe alguna vez? Ningún tormentón se llama y a las galernas del Cantábrico la llamamos "ciclogénesis explosivas", ¡Toma ya! 

En el entretanto, los hombres del tiempo fallan más que una escopeta de feria. Lo cual resulta ligeramente chocante, dado que lo meteorólogos se han convertido en la quintaesencia de la ciencia y en el referente final de cualquier juicio, así como en el termómetro de la eficacia política. Si no, atentos a la nueva campaña de Moncloa (el mejor equipo de propaganda del universo) quien para pulir la cobardía de su jefe, 'el héroe de Paiporta', ha lanzado una cacería brutal contra Carlos Mazón, el presidente pepero de la Generalitat, un personaje que nunca me cayó bien pero que ahora despierta todas las simpatías que en la gente de bien provocan los perseguidos con saña. Especialmente, si esa persecución se perpetra con el objetivo de ocultar la cobardía de Sánchez así como la pésima reacción de su ministra de Defensa, Margarita Robles, quien retuvo al Ejército en su necesaria ayuda a Valencia. Y para ensañarse con Mazón, el principal argumento es la Agencia estatal de Meteorología (AEMET), que como su mismo nombre indica depende de Moncloa, convertida en el Oráculo definitivo a la hora de repartir culpables por la DANA. Sánchez lo hizo muy bien, Mazón lo hizo muy mal. ¿A ver si resulta que los dos lo hicieron fatal y que la responsabilidad mayor es la de Sánchez porque tenía mucho más medios que Mazón? 

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Pero volvamos al tiempo: que digo que somos unos horteras y, además, y esto es peor, unos quejicas. El ecologismo telúrico, con una humanidad progresista suspirando por el planeta, que no por el hombre, una sociedad que sustituye a los niños por los perros, nos ha hecho así de blanditos. Hemos pasado de quejarnos del calor que nos agobia al frío que nos provocan catarros imparables, hemos pasado de la sequía que nos mata a las inundaciones que nos asolan. En lugar de estar felices por las lluvias que Dios nos regala, y que los hombres del tiempo no predijeron hasta que la tenían encima -y en lugar de pedir perdón y rectificar, presumen de científicos- presagiamos todos los males que se nos vienen encima y recontamos una y otra vez el victimario de damnificados.

Por cierto, a las víctimas de una catástrofe natural podemos y debemos ayudarlas, pero buscar culpables no sirve para nada porque las catástrofes naturales, las más de las veces, no pueden evitarse. El hombre no es tan poderoso.

A las víctimas de una catástrofe natural podemos y debemos ayudarlas, pero buscar culpables no sirve para nada porque las catástrofes naturales, las más de las veces, no pueden evitarse. El hombre no es tan poderoso

Horteras, quejicas y blanditos. Eso es lo que somos y lo que no deberíamos ser. A lo mejor necesitamos algo más de reciedumbre. 

¡Y que vivan las borrascas! ¡Es maravilloso que llueva tanto!