En la mañana del martes 24, he acudido a un curioso acto. Aguas de Barcelona, con su presidente, Ángel Simón, al frente, recibía el reconocimiento de OSUR, el observatorio de residuos urbanos que lidera el ex ministro socialista Francisco Caamaño. Y allí estaban presentes, ojo al dato, nada menos que la coordinadora general de Cáritas, Natalia Peiró, su homólogo en Cruz Roja, Antoni Bruel, y hasta el secretario general de UGT, José Luis Álvarez, quien lanzó un par de elogios tanto a Isidro Fainé como a Angel Simón y avaló la presencia de los sindicatos en el consejo de las empresas. No está mal para cinco minutos de parlamento.
Pero lo tildo de curioso porque, naturalmente, tratándose de un premio a la calidad de servicios fundamentales, en este caso el agua potable, el acto se convirtió en un vademécum de reivindicación de lo políticamente correcto, con conceptos novísimos como los de sostenibilidad, vulnerabilidad (ya no hay pobres ni necesitados, sólo vulnerables), inclusividad... sin olvidar, claro está el remoquete del todos y todas, que los más caballerosos han convertido en todas y todos. A lo de todes, por el momento, sólo llegan Irene Montero y compañía, pero estamos en ellos. Yo mismo espero el 'todis' y 'todus', como un inminente nuevo avance progresista.
Ni que decir tiene que Cáritas compitió por ponerse al frente de la manifestación progre y del lenguaje pertinente. A Dios ni le citó doña Natalia pero le vino de perlas la encíclica verde del Papa Francisco, Laudato si. Se olvidó del Señor pero citó a su vicario en la tierra.
Ya puestos, el presentador del acto aseguró que él era de ciencias y que por tanto, le gustaban los hechos, y no los sermones de la montaña. Al parecer, como es de ciencias, se olvidó de que el sermón de la montaña no es una obra de ficción, sino un relato evangélico. Mayormente, un hecho.
Y todo esto viene a cuenta de que la única novedad de la mañana llegó con la única pregunta de un periodista y, en particular, por la respuesta del galardonado presidente de Agbar y hombre fuerte en Veolia-Suez, Ángel Simón.
El coste, en este caso igual a precio, del agua ha descendido en un 30% pero los impuestos adosados, han subido un 80%.
Es decir, que para tener acceso al agua potable, que era de lo que estábamos hablando, la tecnología, la empresa privada, ha reducido su precio y mejorado su calidad... pero los impuestos siguen encareciendo el producto para el consumidor. Y además... lo conviertes en un inútil.
En plata, que si quieres mantener el acceso a ese bien fundamental y a buen precio, lo que tienes que hacer es reducir los impuestos, ergo, reducir el gasto público.
Es decir, que si quieres afrontar el reto del agua, tienes que reducir lo público y dejar en paz a lo privado... justo lo contrario del espíritu onegero y progre reinante en el acto.