Decíamo la pasada semana... Cuando el socialista Simón García de Pedro, alcalde segundo del Ayuntamiento de Alcalá, se marchó con el dinero robado a las dominicas, a las que dejó sin un céntimo, las monjas en principio se quedaron desoladas y sin recursos en aquella casita de la calle de las Vaqueras número 16. Pero reaccionaron de inmediato y como escribe una de ellas decidieron “rezar todas juntas un Te Deum en acción de gracias, porque Jesús se dignaba probarnos con la cruz de la santa pobreza. Y en efecto, lo rezamos; y aunque veíamos la muerte en perspectiva por consunción, estábamos muy conformes y confiadas en brazos de la Divina Providencia”.
Y ya habrá adivinado el lector por la cita anterior, que todo lo que he escrito en el artículo del domingo pasado y en este, que es su continuación, está basado en fuentes directas, en los escritos que nos han dejado sus protagonistas. No me he inventado nada. Pero también sabrán comprender quienes me siguen que no dé citas, no solo por no aburrir con erudiciones académicas, que sería lo de menos, sino sobre todo para no convertir a estas monjas santas en diana del sectarismo de Pedro Sánchez y de su Comisión de la Verdad, ya que este valeroso gobierno del PSOE que ha declarado la guerra a los muertos, es muy capaz de desenterrarlas, por habernos dejado a los historiadores las pruebas de los robos y los crímenes cometidos por los socialistas de Alcalá de Henares durante la Guerra Civil.
¡Pero a lo que estamos, Remigia, que se nos pasa el arroz! Ante tan calamitosa situación, Sor Angélica, Sor Emilia, Sor Milagros y Sor Benigna se marcharon a Madrid a la busca de alguna familia que les pudiera acoger y ayudar. Y como dos de ellas no encontraron un buen acomodo en la capital de España, comenta nuestra informadora con sentido del humor que el 7 de diciembre decidieron volver a Alcalá de Henares “para ayudarnos a pasar el hambre”.
Durante el mes de septiembre de 1936, las que se quedaron en Alcalá de Henares pudieron complementar las ayudas que les daban los alcalaínos con unos vales de comida, que consiguieron en el Ayuntamiento. Pero eso duró muy poco tiempo. Uno de los primeros días del mes octubre, cuando dos ellas fueron a recoger el vale al Ayuntamiento, salió a su encuentro Felipe Guillamas Cámara, presidente de la Asociación Socialista de Alcalá y teniente de alcalde del Ayuntamiento.
Antes de sentarse a comer, en sustitución de la bendición de la mesa, se les obligaba a levantar el puño durante un minuto
El edil del PSOE las increpó diciéndoles que no tenían vergüenza de volver por más vales. Les dijo que si les parecía bonito que el Ayuntamiento les estuviera manteniendo toda la vida, y que como ya habían abusado bastante, las despidió con este desplante: “a partir de hoy el Ayuntamiento no os va dar ni un vale, ni una miga de pan…”
Explicaron ellas, que venían por la comida a cambio del dinero que les había requisado el alcalde segundo, su compañero del PSOE Simón García de Pedro, que les había dejado sin un real para poder vivir. Y le manifestaron que, si no les daban la comida prometida, se morirían de hambre. A lo que el jefe de los socialistas de Alcalá de Henares replicó con ira y cruel ironía:
-Mejor, así habrá dos santas más en el Cielo ¡Marchaos de aquí!
Las dos monjas regresaron a casa abatidas. Y cuando alguna vez se cruzaron por la calle con el socialista Felipe Guillamas Cámara se echaron a llorar. Y comenta la cronista de las Catalinas, que preferían mejor encontrarse con una fiera salvaje, que con el líder del PSOE de Alcalá de Henares.
El PSOE sometía así a los alcalaínos a sus dictados, implantando un régimen de terror totalitario y tiránico. Desde que comenzaron a repartir vales de comida en el Ayuntamiento, los socialistas se convirtieron en los dueños de las vidas de sus conciudadanos, porque ellos decidían quién podía comer y quien no. Y naturalmente, solo podían aplacar el hambre quienes acataran su voluntad.
Bajo este régimen de terror, los socialistas instalaron en el convento de las Siervas de María un taller de costura, con el objeto de confeccionar ropa para los milicianos. En este obrador cosían, a cambio de comida, las monjas que habían sido expulsadas de sus conventos y a las que les habían robado todo su dinero y sus pertenencias. En dicho taller trabajaban 85 monjas.
No solo fueron explotadas como auténticas esclavas, sino que también las monjas que allí trabajaban fueron sometidas por los socialistas a una reeducación ideológica. Antes de sentarse a comer, en sustitución de la bendición de la mesa, se les obligaba a levantar el puño durante un minuto, se les daban mítines políticos, y cursaban una especie de Educación para la Ciudadanía, para que se enterasen de lo que era la vida en versión socialista, mediante sesiones de cine y de teatro.
Y para que no hubiera duda de que los socialistas se erigían como dueños de las vidas de las monjas, quisieron dejarlo bien claro con una maniobra de terror que el jefe de los socialistas de Alcalá de Henares, Felipe Guillamas Cámara, montó contra otra comunidad religiosa, las adoratrices. Para llevar a cabo sus siniestros propósitos contra las adoratrices, contó con la colaboración de la misma miliciana que ayudó al también socialista Simón García de Pedro a robarles el dinero a las Catalinas.
La miliciana María Pérez Geira, a las adoratrices, antes de fusilarlas: con esta (pistola) acabo de matar a un cura
Me referí a esta miliciana, procedente de Cataluña, en el artículo anterior. Era la que arrancaba los forros de los libros buscando billetes de dinero escondidos, a la vez que insultaba a las monjas. La misma a la que el edil del PSOE Simón García de Pedro elogió con voz firme y alta, para que lo oyeran las dominicas:
-¡Esta sí que es fiel al Gobierno! ¡Y la queremos tanto porque se lo merece!
Como escribí el domingo pasado, dicha miliciana presumió ante las dominicas, y se lo contó como mérito, el haber matado a todas las monjas con las que se encontró en Barcelona. Pero no les expuso todo su curriculum al completo, porque entre su amplio historial criminal figura el haber participado en el asalto y saqueo del convento de los cartujos de Montealegre. Seis de los cartujos que no consiguieron escapar fueron asesinados, cuando los llevaban hasta Badalona, y era esta miliciana la que les empujaba para que apretasen el gatillo y les besaba las manos a los asesinos, en premio por haberlos matado.
En el registro de las monjas dominicas esta miliciana se hizo llamar Amelia García, cuando en realidad su verdadero nombre era María Pérez Geira. Pero el nombre de Amelia solo fue uno de los muchos nombres falsos que utilizó para tratar de no dejar rastros de sus crímenes cometidos en Barcelona, Gerona, Tarragona y Madrid, donde se hizo llamar Pilar, Nieves, Milagros, Concepción, Adela, Lidia y María; a la vez que respondía también a los siguientes alias: La Viudita, Patufas, La Gorda, La Rubia y La Rubia del Coche Fantasma.
Pues bien, lo que sucedió en el convento de las adoratrices estuvo dirigido por el jefe del PSOE de Alcalá de Henares, Felipe Guillamas Cámara. Y allí estaba a sus órdenes la miliciana procedente de Cataluña, que a punta de pistola sacó a las adoratrices a la huerta de su convento para fusilarlas. A una de ellas la empujaba para que fuera más rápido, y a la vez que la apuntaba con su arma, le decía:
-Con esta acabo de matar a un cura.
Guillamas dijo que aun teniendo cuarenta grados de fiebre, quería tener el placer de ver fusilar a las monjas
Cedo la palabra a una de las adoratrices -y dejo oculto su nombre para protegerla de los asaltantes de tumbas de la Comisión de la Verdad-. Esta monja fue testigo y cuenta así lo que pasó: “el día 10 de agosto de 1936 tuvo lugar el registro por milicianos a las religiosas adoratrices del convento de Alcalá de Henares. Registraron la casa unos milicianos, entre los que iban algunas mujeres, una de ellas conocida como La Viudita. Al día siguiente, día 11 y sobre las cuatro de la tarde, volvieron unos treinta individuos, acompañados de algunas milicianas […] entre los milicianos iba el teniente alcalde, apellidado Guillamas, el cual dirigiéndose a las religiosas dijo que aun teniendo cuarenta grados de fiebre, quería tener el placer de ver fusilar a las monjas. A las cinco de la tarde de ese mismo día fueron obligadas a salir a la huerta y una vez en esta verificaron un simulacro de fusilamiento”.
Quien lo cuenta fue una de las que se vio encañonada por los fusiles de los milicianos, pero esta vez el jefe del PSOE de Alcalá de Henares tras las voces de preparados y apunten, no dio la orden de fuego contra las monjas, porque de lo que se trataba era de enviar un mensaje a toda la población de Alcalá de Henares, que si ya estaba amedrentaba con las cuatro checas que funcionaban en la ciudad, con lo sucedido en el convento de las adoratrices ya no cabía ninguna duda de que los socialistas, junto con sus cómplices de izquierdas, exigían que se les reconociera como dueños de las vidas de los alcalaínos.
(Como ya me he alargado de nuevo, tengo que volver a escribir lo de continuará… para poder contar lo que pasó con las dominicas de Alcalá de Henares dentro de unos días. Lo siento, pero no mucho…, para qué mentir. Hasta el domingo que viene, si Dios quiere).