Alcocer (Guadalajara) y viernes 2 de agosto de 2024. Cuando asistí a la santa misa en este pueblo de la Alcarria, vi las pruebas de los dieciocho siglos de construcción de la España cristiana y los otros dos de destrucción, doscientos años en los que han tenido lugar tres etapas diferentes con el mismo resultado devastador, siendo la tercera la peor de todas ellas.
En efecto, a la entrada de Alcocer por la calle principal y al contemplar la distribución de sus casas, me vino a la memoria la frase del gran historiador de la Revolución Francesa, François Furet (1927-1997): “El paisaje de Francia en vísperas de la Revolución es católico; por encima de los tejados de las aldeas se elevan los campanarios de las iglesias…”. Y al recordar tan redonda sentencia dije para mí: “Pues anda que el paisaje de Alcocer, y el paisaje de casi todos los pueblos de España…”.
El paisaje de Alcocer, como diría François Furet es católico, por encima de los tejados se eleva la torre de la iglesia
La vista es impresionante, porque por encima de los tejados de las casas de Alcocer se eleva majestuosa la torre de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que el estudioso Antonio Herrera Casado ha descrito con estas palabras: “La torre-campanario tiene dos cuerpos: el inferior con escuetas aspilleras horadando el muy grueso muro, y el superior con una parte cubierta de arquillos ojivos ciegos, sobre la que apoya el segundo cuerpo, de planta octogonal, en el que se abren esbeltas y muy adornadas ventanas góticas ajimezadas, rematando dicha torre con una linterna muy moderna”.
Torre-campanario de la iglesia de Alcocer
El origen remoto del cristianismo en Alcocer, como el de toda España, se sitúa en el siglo primero con la llegada del apóstol Santiago. Pero el esplendor de la etapa cristiana de Alcocer tiene lugar a partir del siglo XIII y hay que relacionarlo con el nombre de una persona, Mayor Guillén de Guzmán, que falleció precisamente en Alcocer el año 1263.
Esta mujer se educó en la corte de Fernando III, El Santo (1217-1252), cuyo hijo primogénito, el futuro rey Alfonso X, El Sabio (1252-1284), se enamoró de ella y con la que tuvo una hija, Beatriz de Castilla (1244-1306), que fue reina de Portugal al casarse con Alfonso III (1268-1279). Sin embargo, al casarse por razones de Estado con Violante de Aragón (1252-1284), Alfonso X, El Sabio abandonó la relación con Mayor Guillén de Guzmán, le donó extensos territorios en la Alcarria conquistados a los moros y la nombró Señora de Alcocer, Cifuentes, Viana de Mondéjar, Palazuelos, Salmerón y Valdeolivas. Trasladada a Alcocer, impulsó las construcciones religiosas en sus territorios, y por esta época comenzó la construcción de la iglesia de Alcocer, conocida con justicia como “la catedral de la Alcarria”, como veremos.
Mayor Guillén de Guzmán conectó con Santa Clara (1194-1253), para pedirle ayuda con el fin de abrir un convento de clarisas en Alcocer y la santa le envío monjas para su fundación, que se produjo en 1260. Mayor Gullén de Guzmán, incluso, profesó como clarisa y murió en el convento, donde reposaron sus restos en un magnífico sepulcro labrado en madera nogal por Juan González en 1276.
Sillería del convento de clarisas de Alcocer, que se conserva en la parroquia de Alcocer
De la grandiosidad y belleza de la iglesia de Alcocer dan noticia las arquivoltas del arco románico de la entrada, que como imanes atraen al que las contempla, hasta introducirle en el templo.
Entrada de la iglesia Alcocer
En el interior se queda uno sobrecogido por su grandiosidad. La iglesia tiene tres naves, estrechas y muy largas. La central es más alta que las laterales. Las naves están separadas por pilares semicirculares en los que se adosan semicilíndricas columnillas que se rodean de collarines cubiertos de muy bien trabajada decoración vegetal. De ellos surgen las bóvedas nervadas apuntadas que reflejan una belleza serena. En la cabecera del templo, la girola está rodeada de una serie de capillas, cuyas construcciones corresponden a los siglos XVI y XVII.
Nave central vista hacia el presbiterio y de espaldas al presbiterio, y la girola donde se abren las capillas de los siglos XVI y XVII
Todo este crecimiento del cristianismo de Alcocer costó la entrega de muchas almas durante siglos, de modo que a principios del siglo XIX Alcocer se convirtió en una población importante, que llegó a tener 3.000 habitantes. Además del monasterio de clarisas fundado por Mayor Guillén de Guzmán, que acabó denominándose de Santa Clara, había otro convento de franciscanos y tres ermitas: la de Nuestra Señora de los Remedios, la de la Soledad y la del Espinar.
Pero, como dijimos, todo este ambiente cristiano empezó a cambiar hace doscientos años, en tres etapas bien distintas, pero con los mismos y nefastos resultados. Y como la santidad y la expansión del bien no son anónimas, porque tienen nombres muy concretos, algunos que ya conocemos como el de Mayor Guillén de Guzmán y otros que solo quedarán escritos en el último y definitivo libro de la Historia que será el Juicio Final, pues lo mismo que las obras del bien, las del mal también tienen como agentes a personas bien concretas. En el caso de la descristianización de Alcocer, que voy a describir, conozco los nombres y apellidos de unos cuantos, pero en este artículo voy a ocultar la identidad de todos estos cómplices de Satanás, que en su mayoría ya han sido juzgados por Dios.
La iglesia parroquial fue destinada a garaje, a cuartel y a almacén de abonos para el servicio de los rojos. El convento de religiosas también se destinó a cuartel, hospital y vivienda de personas evacuadas; las ermitas en general fueron destinadas a pajares y cuadras y fueron aprovechadas por tres personas particulares del pueblo. Las imágenes fueron escarnecidas hubo profanación de sepulturas y cadáveres
La primera fase de descristianización fue obra de los liberales españoles del siglo XIX. En mi biografía de Sor Patrocinio, puesto que ella fue una víctima del liberalismo y de la masonería, está perfectamente descrita esta persecución religiosa, que ahora resumo así: asesinatos de religiosos en España durante los años de 1834 y 1835, expulsión de todos los religiosos de sus conventos en España en 1836 y de buena parte de las monjas en la llamada exclaustración, e incautación de sus bienes y venta a particulares en la desamortización. En cuanto al clero secular fue respetado por el concepto tan reaccionario que los liberales tenían de la sociedad. Así lo expusieron: como la sociedad no tiene educación y cultura, bueno será mantener a los párrocos para que la religión sujete al populacho. Y como consecuencia de esta primera persecución desapareció para siempre de Alcocer el convento de los franciscanos. La actual parroquia guarda en una capilla cerca de la sacristía dos imágenes de Cristo, una con la Cruz a cuestas y otra de Cristo atado a la columna, que inspiran gran devoción.
La segunda fase de la descristianización se produjo durante la Segunda República, que tuvo su momento culminante en la Guerra Civil, donde en un intento de arrancar el catolicismo de España, los socialistas, los comunistas y los anarquistas, en la mayor persecución de la Iglesia de todos los tiempos por el número de católicos asesinados, al martirio de las personas añadieron el de las cosas sagradas. Esto es lo que ocurrió en Alcocer:
“La iglesia parroquial fue destruida totalmente, como igualmente el convento de las monjas clarisas, y las ermitas de Nuestra Señora del Espinar, de la Soledad y del Remedio.
Los anteriores edificios fueron escarnecidos y profanados. La iglesia parroquial fue destinada a garaje, a cuartel y a almacén de abonos para el servicio de los rojos. El convento de religiosas también se destinó a cuartel, hospital y vivienda de personas evacuadas; las ermitas en general fueron destinadas a pajares y cuadras y fueron aprovechadas por tres personas particulares del pueblo.
Las imágenes fueron escarnecidas hubo profanación de sepulturas y cadáveres.
Se llevó a cabo el incendio de la iglesia parroquial del 25 al 30 de agosto de 1936, cuando se quemaron todas las obras de arte y enseres religiosos existentes en la misma. Las imágenes fueron sacadas a la vía pública y, después de ser arrastradas por las calles céntricas en las plazas tituladas Mayor y de Toros, se quemaron a presencia de toda la muchedumbre marxista. Las ropas sagradas también salieron a la vía pública, exponiéndolas por varios hombres y mujeres marxistas, que iban vestidos de sacerdotes haciendo mofa y como si fueran en procesión, para lo cual algunas de estas mujeres se colocaron las coronas de las Vírgenes y a la terminación quemaron la mayoría y algunas de estas se aprovecharon para usos particulares y venta pública para el Socorro Rojo.
En el presbiterio se echa en falta el rico retablo que se quemó en la Guerra Civil
El convento de clarisas también fue incendiado en la misma fecha que la iglesia, fueron quemadas todas las obras de arte y las imágenes fueron sacadas a las afueras del pueblo colocándolas al margen de la carretera, en parejas, poniéndolas un listón de madera en forma de fusil como si estuvieran haciendo guardia, y a otras las colocaron aparejos de caballerías con cargas de piedra y a la terminación fueron quemadas. Las ropas de usos particulares de las religiosas en su mayoría fueron repartidas entre la muchedumbre.
Restos del convento de clarisas de Alcocer. En 1952 pasó a manos particulares, donde se construyeron ocho viviendas y un molino en su templo
En la iglesia parroquial se llevó a cabo la profanación y violación del panteón de la familia de Manuel Sandín Olarte y de doña María Josefa Briones, siendo este el punto de mira en donde se ensañaron, sacando de sus sarcófagos los restos mortales de doña María Josefa Briones que fueron arrastrados por la iglesia y puestos de pie, sirviendo de mofa.
Del panteón de la familia de don Manuel Sandín fueron levantadas las losas, sin llegar a la profanación de los restos.
En el convento de religiosas fue sacado el cuerpo de la fundadora doña Mayor Guillén de Guzmán, Grande de Castilla, de su santo sepulcro por el marxista XXX, estando varios días expuesto al público, sirviendo de burla y mofa del populacho incivil y después fue enterrado en la huerta. De los nichos que tenían en el cementerio del convento sacaron los restos de las religiosas que tras las soeces burlas los quemaron”.
Por la información documental y una foto del sepulcro de 1919, se ha podido hacer esta réplica en madera del sepulcro de Mayor Guillén de Guzmán, que se conserva en una de las capillas de la girola de la iglesia de Alcocer
Y ya sólo falta la referencia de la tercera fase de descristianización,la peor de todas como dijimos. Descubrí esta fase y a sus autores por un par de pistas. La primera me la dio una señora de Alcocer con la que había asistido a misa, a la que saludé al salir del templo y felicité por la iglesia tan bonita que tenía el pueblo. A lo que me respondió:
-“Pues si la hubiera visto usted antes de que quitaran el púlpito…”.
En el convento de religiosas fue sacado el cuerpo de la fundadora doña Mayor Guillén de Guzmán, Grande de Castilla, de su santo sepulcro por el marxista XXX, estando varios días expuesto al público, sirviendo de burla y mofa del populacho incivil y después fue enterrado en la huerta. De los nichos que tenían en el cementerio del convento sacaron los restos de las religiosas que tras las soeces burlas los quemaron
En efecto, de la desnudez de todas las paredes de la iglesia de Alcocer no son responsables en exclusiva los marxistas de la Guerra Civil, porque la desaparición del púlpito, de los altares laterales y de tantos elementos de culto que sustentaban la piedad los fieles tienen otro origen y otros responsables. Exactamente los mismos responsables que yo veo en la segunda pista, que no fue otra que la fisonomía del párroco de Alcocer, que celebró la santa misa. Si yo les dijera que el párroco de Alcocer es una persona de color me quedaría corto, porque es un hombre de Dios, un sacerdote procedente del África negra sin matices, y que gracias a la universalidad de la Iglesia palía los efectos en Alcocer de la llamada primavera de la Iglesia a la que se la helaron las flores y nos ha dejado sin tantos frutos de santidad y sin sacerdotes, hasta el punto de que el papa Pablo VI se vio obligado a confesar que el humo del infierno había penetrado en la Iglesia.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá