El paisaje de España es católico, parafraseando a Furet en la descripción que hizo del país vecino en la época anterior a la Revolución Francesa. Basta recorrer unos kilómetros en coche por cualquiera de nuestras carreteras para comprobar, que con mejores argumentos de los empleados por Furet para definir el paisaje de Francia, nosotros podemos afirmar lo mismo de nuestra patria.

Me gusta repetirlo y lo volveré a decir ya que puedo hacerlo en Hispanidad porque es un periódico que, afortunadamente, no es ni aconfesional ni acomplejado; aunque no suene a moderno en este periódico hasta los ordenadores son católicos, y por eso escribo yo aquí, porque en este periódico no me censuran mi fe y puedo repetir: El paisaje de España es católico, por encima de los tejados de las aldeas se elevan los campanarios de las iglesias y de las ermitas, que construyeron nuestros antepasados. Ellos con menos recursos económicos y con unos medios técnicos muy inferiores a los nuestros, pero con una fe muy sólida cimentaron catedrales, iglesias y ermitas para que el paisaje de España fuera católico.

Y en la Alcarria, donde vivo confinado desde hace ya más de tres meses, a 10 kilómetros de Sacedón, por la carretera que va a Cifuentes, se encuentra el pequeño pueblo de Pareja, con título de villa, que difícilmente en siglos pasados superó los 500 habitantes, más o menos los que tiene ahora.

El paisaje de España es católico. Levanta la vista y lo comprobarás

El rey Alfonso VIII de Castilla (1158-1214), conocido como El de las Navas, pues derrotó a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, conquistó la ciudad de Cuenca a los andalusíes en 1177 y años después donó al obispado conquense, a perpetuidad, el término de Pareja, donde los prelados vivían largas temporadas. En una ocasión, el tercer obispo de Cuenca, monseñor García, tuvo como invitado en Pareja al mismísimo rey Alfonso VIII de Castilla, pocos meses antes de morir el monarca.

 ¡Cuántas lecciones de piedad he recibido de estos vecinos de Pareja sencillos y cordiales, a los que estoy tan agradecido!

Al lado del embalse de Entrepeñas, sobre la ladera del Cerro de la Villa, se levantan las casas de Pareja y por encima de sus tejados, para sorpresa y regalo de la vista, se eleva majestuosa la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, construida en siglo XVI. Es un templo de mil metros cuadrados con porte de catedral de bellísimas líneas en sus bóvedas y una portada plateresca impresionantemente hermosa, delante de la cual aparco mi coche todos los días, para mirarla despacio cuando llegó y cuando me voy, después de oír la Santa Misa de las ocho de la tarde.

Javier Lucía, el joven párroco, tiene el templo como una patena, gracias a la ayuda de unos cuantos feligreses ejemplares, de los que he tenido la dicha de conocer a dos de ellos verdaderamente amables, el matrimonio formado por Salva y Tere, que procuran que no le falte de nada al altar: manteles limpios y agua en los jarrones para mantener la frescura de las flores. Sin erigirse en maestros… ¡Cuántas lecciones de piedad he recibido de estos vecinos de Pareja sencillos y cordiales, a los que estoy tan agradecido!

Las fotos que ilustran este artículo son la prueba de que no exagero ni un pelo, cuando digo que la iglesia parroquial de Pareja tiene el porte de toda una catedral, por donde un día he visto volar a gran altura a un par de golondrinas que se colaron en el templo, para acariciar las bóvedas de la iglesia con sus alas. Queridos lectores, tienen que venir a contemplar esta maravilla arquitectónica, pero ya les aviso que no verán el hermoso retablo de la foto, porque todo fue destruido en 1936 por los socialistas y los comunistas, esos que se autoproclaman la vanguardia de la cultura. Los rojos destruyeron todas las imágenes de un valor artístico incalculable y convirtieron el templo en cuadra de vacas y mulos. No les da para otra cosa su barbarie y su odio a Cristo y a su Iglesia.

 Ya les aviso que no verán el hermoso retablo de la foto, porque todo fue destruido en 1936 por los socialistas y los comunistas, esos que se autoproclaman la vanguardia de la cultura

Ante la evidencia de la destrucción del patrimonio artístico en la que participaron los socialistas y los comunistas, no falta quien les disculpa, afirmando que aquello fueron efectos colaterales propios de una guerra civil y obra de unos descontrolados, ajenos a los partidos de izquierdas.

Sin embargo, la realidad es evidente para el que la quiera ver. La destrucción del patrimonio artístico, que custodiaba la Iglesia desde siglos, comenzó antes de que estallara la guerra civil, concretamente pocos días después de que se proclamase la Segunda República. Segunda evidencia: en todos hechos vandálicos hubo dirección y participación de elementos socialistas y comunistas. Veamos un par de ejemplos.

El día once de mayo de 1931 comenzó la quema de iglesias y conventos en Madrid y otras ciudades de España. Días antes de estos acontecimientos el Gobierno Civil de Málaga solicitó al obispado la lista de conventos e iglesias con el fin de poner guardias que impidieran actos revolucionarios. El obispado entregó una relación en la que por un descuido se había omitido un convento, y no es ninguna casualidad que fuera precisamente ese convento el único de Málaga que no fue asaltado.

El 12 de mayo de 1931 fueron incendiadas en Málaga el palacio episcopal, todos los templos parroquiales, las ermitas y todas las iglesias conventuales excepto el monasterio de Santa Ana.

El resultado fue que en Málaga ardieron la mayor parte de las obras de Pedro de Mena y algunas imágenes de Francisco de Palma, Gregorio Hernández, Gómez Valdivieso, Pedro Ortiz, Fernando Ortiz, Duque Cornejo, Martín Aldehuela de la escuela de Alonso Cano, y Valdés Leal, y pinturas de Martínez de la Vega, Manrique de Lara, Niño de Guevara, Miguel Manrique y otros de la escuela italiana.

Es inumerable el listado de retablos, esculturas pinturas y otras obras de arte destruidos por comunistas y socialistas durante la II República y la Guerra Civil

Era gobernador militar de Málaga entonces el coronel Juan García Gómez-Caminero, que había llegado al cargo por ser un conocido masón y haber participado en la caída de la monarquía. Él fue quien dio la orden de retirar la fuerza pública que protegía el palacio episcopal y la residencia de los jesuitas.

Juan García Gómez-Caminero, tan satisfecho debía estar de su comportamiento, que envió un telegrama al ministro de la Guerra con el siguiente texto: “Hoy ha comenzado la quema de conventos, mañana continuará”. Poco después fue ascendido a general y ocupó cargos muy importantes hasta el momento de su muerte. Formó parte del consejo de guerra que condenó a muerte al general Fanjul, siguiendo la consigna de Lenin: “la revolución avanza muy despacio, porque fusilamos muy poco”.

De la participación del PSOE en el golpe de Estado de 1934 ya he escrito en otro artículo anterior. Solo recordar ahora que el archivo del obispado de Oviedo conserva una relación de los 62 edificios religiosos que fueron asaltados.

La Iglesia creó la belleza, la izquierda sectaria lo destruyó

Pero al odio a Cristo y a su Iglesia de los socialistas en Asturias en 1934 vino a añadirse su inquina por cuanto representada un valor de la cultura occidental. Porque los socialistas también cargaron contra la Universidad y contra teatros, colegios, bancos, museos y hospitales.

En el incendio de la Universidad, destruyeron la biblioteca que contenía 55.000 volúmenes, entre los que había 250 manuscritos y 66 incunables. Y eso en la biblioteca general, porque en la biblioteca de la Facultad de Derecho fueron pasto de las llamas 14.000 ejemplares.

En la Universidad había también cuadros de Zurbarán y de Rivera que se destruyeron, además de los retratos de los rectores y de los catedráticos insignes realizados algunos por retratistas del siglo XIX, como Vicente López y Raimundo de Madrazo. Como es sabido, en la catedral y en la Cámara Santa aplicaron 400 kilos de dinamita, eso sí los debieron explosionar con su talante cultural progresista y avanzado, como hacen ellos las cosas.

Llegando a este punto, diré para concluir que una cosa es que don Conegundo se crea Napoleón, lo cual siendo lamentable no es tan grave del todo, porque médicamente puede ser remediable; repito que una cosa es la locura de ese señor de nombre tan simpático, y otra muy distinta es que los demás admitamos que don Conegundo es el emperador de los franceses, porque esto sí que es grave y de difícil remedio, por no decir imposible.

 

Javier Paredes

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá