Como dicen los socialistas que hay que retirar las estatuas de la vía pública de aquellos personajes con pasado antidemocrático, ya está tardando Pedro Sánchez en quitar la estatua de Indalecio Prieto (1883-1962), que colocaron en los Nuevos Ministerios de Madrid, porque este socialista practicó la dialéctica parlamentaria del tiro en la nuca. Los escoltas de Indalecio Prieto, el 13 de julio de 1936, sacaron por la noche de su casa al jefe de la oposición parlamentaria, José Calvo Sotelo (1893-1936), le reventaron la cabeza de un tiro y abandonaron su cadáver en las tapias del cementerio.
Corrupción en la democrática II República: al constructor Félix Huarte le obligaron a contratar al hijo de Largo... para que cobrara un salario sin trabajar
Y ya puestos a retirar estatuas de personajes siniestros, cuyo pasado está manchado de sangre, también se pueden llevar la estatua de Francisco Largo Caballero (1869-1946), muy cerca de la de Indalecio Prieto, situada en la entrada de los Nuevos Ministerios y bien visible desde el Paseo de la Castellana de Madrid.
¡Pero a quien se le ocurrió colocar en ese lugar la estatua de Largo Caballero! Durante la Segunda República se levantó buena parte del edificio de los Nuevos Ministerios. Y una de las empresas que intervino fue la constructora Huarte. Pues bien, por presiones de muerte que pesaban sobre el dueño de la empresa, Félix Huarte (1896-1971) tuvo que meter en plantilla a un hijo de Largo Caballero, que solo acudía a las obras de los Nuevos Ministerios el día de cobros.
Y uno de los días de los que el hijo de Largo Caballero fue a recoger la paga, poco antes de que estallara la guerra civil, se encontró con Sofronio Borda, que era el carpintero que preparaba el maderaden en la empresa Huarte, y le manifestó que ya estaba a punto de llegar el día en el que cortarían el cuello a todos los patronos, incluidos Félix Huarte y el mismo Sofronio Borda, porque le dijo que él también era un patrono, ya que tenía un pinche y todo el que tenía a alguien trabajando a su servicio era un patrono..., al que había que cortarle el cuello.
Desde luego que la tendencia homicida del hijo de Largo Caballero guardaba relación con lo que oía a su padre en su casa, donde sin duda se tenía que manifestar con mayor desenvoltura de lo que lo hacía en los mítines. Fueron muchas sus intervenciones radicales en público, por las que con todo merecimiento Francisco Largo Caballero ha pasado a la historia con el alias de El Lenin Español. Citemos solo una. En un mitin celebrado en Don Benito (Badajoz), del que dio cuenta El Socialista (9-XI-1933), Francisco Largo Caballero dijo: “Tenemos que luchar como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no una bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista”.
El juicio contra Largo Caballero se celebró la última semana de noviembre de 1935, en medio de tales presiones políticas sobre los jueces que en tan solo cuatro sesiones fue absuelto por falta de pruebas
Y dicho y hecho, los socialistas, en octubre de 1934, dieron un golpe de Estado para liquidar esa “República burguesa”, a la que con tanto desprecio se refería Francisco Largo Caballero. Pero fracasado el golpe, Largo Caballero fue encarcelado y juzgado, como principal responsable, por lo que el fiscal general de la República, Marcelino Valentín Gamazo (1879-1936), solicitó 30 años de prisión al acusarle de un delito de rebelión.
El juicio contra Largo Caballero se celebró la última semana de noviembre de 1935, en medio de tales presiones políticas sobre los jueces, que en tan solo cuatro sesiones fue absuelto por falta de pruebas. El día 1 de diciembre fue puesto en libertad y trece días después se produjo la crisis de gobierno, que aupó a la presidencia del ejecutivo a Manuel Portela Valladares (1867-1952).
Manuel Portela Valladares era grado 33 de la Masonería, en la que se había iniciado en el año 1920 en la Logia Fénix nº 381 de Barcelona. Así es que tres días después de tomar posesión de su cargo cmopresidente, Marcelino Valentín Gamazo, presentó su dimisión como fiscal general de la República.
Marcelino Valentín Gamazo era un prestigioso abogado, que había sido elegido en tres ocasiones Secretario de los Colegios de Abogados de Madrid. Se casó con Narcisa Fernández Navarro de los Paños, con quien tuvo nueve hijos. Hombre de profundas convicciones religiosas, rezaba en su casa todos los días el Rosario después de cenar, era miembro destacado de la Acción Católica y había reorganizado la Congragación de San Ivo, como patrón de los abogados.
Valentín Gamazo se sintió amenazado desde su actuación en el juicio de Largo Caballero, por lo que en 1936 abandonó su casa de Madrid y se refugió con toda su familia en Rubielos Altos (Cuenca)
Desde su actuación en el juicio de Largo Caballero se sintió amenazado, por lo que en 1936 abandonó su casa de la calle Orfila nº 8 de Madrid y se refugió con toda su familia en Rubielos Altos, un pueblo de Cuenca, donde su esposa tenía una casa. Y allí le sorprendió la venganza de Largo Caballero.
El 4 de agosto de 1936 se presentaron en Rubielos Altos treinta hombres, dirigidos por dos chequistas, procedentes de Madrid, uno de ellos se llamaba Luis Díaz Goyanes. La mayoría de los milicianos habían sido reclutados en Villanueva de la Jara (Cuenca), cuyo ayuntamiento, controlado por la UGT, estaba presidido por Emilio Frías. Y a este grupo se agregaron algunos elementos de la localidad vecina de Tarazona de la Mancha.
El fiscal general de la República, dimitido al ascender a presidente del Gobierno el masón Portela Valladares, fue sacado de su casa y asesinado junto a tres de sus hijos
Al llegar a Rubielos Altos saquearon la iglesia parroquial e hicieron una hoguera donde quemaron los ornamentos sagrados y todo el archivo. Y a continuación se dirigieron a la casa de Marcelino Valentín Gamazo. Al entrar, destrozaron a golpes una imagen de la Virgen en mosaico de Talavera, lo que le hizo exclamar a Gamazo:
—¡Mi Virgen…! ¡Por Dios y por todos los santos, no la rompan! —Esta súplica les enfureció más, por lo que le respondieron:
—Llama a tus santos, anda, que este es un buen momento. —A continuación, se encaró con él un miliciano alto y fuerte, con patillas, armado con una escopeta y una pistola, con quien sostuvo esta conversación:
—Ahora voy a ajustarte las cuentas.
—Mis cuentas se ajustan pronto: soy un hombre pacífico cumplidor de mi deber y Abogado del Estado… —Pero no le dejo hablar más, porque le interrumpió para desvelarle el motivo de su venganza con estas palabras:
—Lo habrás sido, porque pronto dejarás de serlo. Contesta solo a lo que te pregunte. ¿Qué participación tomaste por los sucesos de octubre de 1934?
—En virtud del cargo que ocupaba, cumpliendo estrictamente con mi deber y con las pruebas que creí tener, acusé a Largo Caballero…
—¿A Largo Caballero has dicho? ¡Cómo te atreviste!
En ese momento, uno de los milicianos abofeteó al exfiscal general de la República. Sus hijas más pequeñas rompieron a llorar, lo que acabó de desesperar a los verdugos, que la emprendieron a culatazos contra los hijos y hasta contra la madre.
Junto con el padre, se llevaron en un camión a tres de los hijos, Francisco Javier, José Antonio y Luis Gonzaga, de 21, 20 y 17 años respectivamente. Les asesinaron a los cuatro en el paraje de Cerrajón, en un despoblado del término de Tébar (Cuenca) entre las diez y las doce de la noche del 5 de agosto. Los cadáveres no los encontraron hasta cuatro días después que fueron llevados a Rubielos Altos. El día 11 la viuda y madre de los asesinados tuvo la entereza de dirigir el rosario en el patio de su casa, delante del mosaico de la Virgen que unos días antes habían profanado los vengadores de Largo Caballero.
El chequista Luis Díaz Goyanes regresó a Madrid con la llave del piso propiedad de la familia de Marcelino Valentín Gamazo, que fue saqueado y robado cuanto de valor había en él
El chequista Luis Díaz Goyanes regresó a Madrid con la llave del piso de la madrileña calle Orfila, propiedad de la familia de Marcelino Valentín Gamazo, que fue saqueado y robado cuanto de valor había en él. Días después, mientras este chequista tomaba declaración a Antonio Santa Cruz Garcés de Marcilla, Barón de Andilla, Luis Diaz Goyanes presumió de ir vestido con un traje de Marcelino Valentín Gamazo, y lo debió de hacer con la misma arrogancia con la que los socialistas actuales mantienen en pie la estatua de Largo Caballero, delante del edificio de los Nuevos Ministerios, en el paseo de la Castellana de Madrid.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá