Es una ingenuidad pensar que los cascotes del muro de Berlín sepultaron para siempre al comunismo. La prueba la tenemos en el Gobierno de España, que está dirigido por un comunista. No, no me he equivocado; ya sé que Pablo Iglesias es vicepresidente y que no ocupa, oficialmente, el número uno del Ejecutivo. Pero la verdad es que, políticamente hablando, el presidente del Gobierno es un don nadie. Pedro Sánchez es una mentira andante e hinchada de ambición. El presidente del Ejecutivo con tal residir en el palacio de La Moncloa baila al son que toca su vicepresidente, que como él mismo ha proclamado en el Congreso de los diputados se siente muy orgullo de representar a los comunistas.
El objetivo del comunismo es arrancar a Dios de nuestras vidas
Por lo tanto, y sobre todo por la amenaza que tenemos sobre nuestras cabezas, conviene recordar que la Historia del comunismo no es ni la vanguardia de la cultura, ni la defensa de los más débiles, sino el régimen tiránico que ha aupado al poder a los elementos más sanguinarios de la historia de la Humanidad, que han eliminado a más de cien millones de personas, de momento…
Eso de que “España es diferente” puede que sea un buen slogan para atraer el turismo, con el fin de que se deje los cuartos disfrutando de nuestro sol y nuestras costas, pero nada más que eso. Por poca Historia Universal que sepa, de todos es conocido que en España, unas veces con retraso y otras con adelanto, en más de una ocasión ha acontecido lo mismo o algo muy parecido de lo que pasaba en su entorno. Y por lo tanto, en España podría ocurrir lo mismo, exactamente lo mismo que en otros países como Rusia, Polonia, Checoslovaquia, Cuba o Venezuela, que han padecido el comunismo o lo siguen padeciendo.
¿Sabía usted que el gulag de Karaganda, casi tan grande como España, es uno de los muchos gulags que hubo en la Unión Soviética, tantos que inspiraron a Solzhenitsyn el título de su famoso libro “Archipiélago Gulag”?
Los comunistas son unos aventajados discípulos de Satanás, por aquello de que el diablo es el padre de la mentira. Pero el problema es que en el otro bando, en el del llamado mundo libre, que no es precisamente un paraíso arcangélico, la masonería coincide en su principal objetivo con el de los comunistas, ya que para los dos la meta final está en arrancar a Dios de nuestras vidas, en imponernos una sociedad atea, por secundar el mandato de la Serpiente que desde el principio invita a “ser como dioses”, lo que traducido en lenguaje marxista queda fijado en las fórmulas de que “la crítica de la crítica es que el hombre para el hombre es el Ser Supremo” y la “religión es el opio del pueblo”.
Así se explica que la ideología comunista haya gozado y goce de prestigio en el llamado mundo libre, porque los crímenes que unos cometían en un lado, los otros se los tapaban en nuestro sector, para hacernos vivir en la inopia sin conocer la verdad. Hagamos una prueba para medir nuestro desconocimiento del mundo comunista… ¿Sabía usted que Karaganda es uno de los muchos gulags que hubo en la Unión Soviética, tantos que inspiraron a Solzhenitsyn el título de su famoso libro Archipiélago Gulag? Y ahora elevemos la dificultad de la pregunta. ¿Y podría decir qué extensión tenía el gulag de Karaganda…?
Pues bien, hoy es un buen día para descubrirlo, porque esta última jornada del mes de mayo está dedicada, en Kazajistán, a conmemorar a las víctimas del gulag de Karaganda que, para hacernos una idea, tenía una extensión aproximada a la de España. Sí, han leído ustedes bien. La extensión de España es de 505.944 Km², y la del gulag de Karaganda solo era un poco menor, pues tenía 428.000 Km².
Karaganda es una de las catorce regiones de la República de Kazajistán, que fue un territorio perteneciente al imperio ruso, transformado en una de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. En 1991 fue la última de estas Repúblicas en declararse independiente. Kazajistán, cinco veces mayor que España, es uno de los países más grandes del mundo; y la enorme extensión de la región de Karaganda es de 543.275 Km², de los que el 80% de este territorio los comunistas lo convirtieron en un inmenso gulag.
Gulag es la abreviatura de las palabras “Glávnoye Upravléniye ispravítelno-trudovykh Lageréy”, cuya traducción del ruso es: Jefatura del Campo Correctivo de Trabajos Forzados. La paternidad de estos campos infernales corresponde a Lenin, que sus sucesores mantuvieron y aumentaron, lo que se nos ocultó en Occidente.
Sabemos solo una pequeña parte de las atrocidades cometidas en los campos comunistas, controlados por la policía, conocida por los distintos nombres que fue adoptando desde el de NKVD hasta el más conocido de KGB. La información se va desvelando a cuentagotas, a medida que se abren los archivos del KGB, pero sus documentos solo custodian fragmentos de la verdad, porque como es sabido los asesinos no son propensos a colaborar con los historiadores y no acostumbran a dejar pruebas de sus crímenes.
Gulag es la abreviatura de las palabras “Glávnoye Upravléniye ispravítelno-trudovykh Lageréy”, cuya traducción del ruso es: Jefatura del Campo Correctivo de Trabajos Forzados. La paternidad de estos campos infernales corresponde a Lenin
Al día de hoy, se ha podido documentar que por los gulags pasaron 14 millones de personas, de las que fueron asesinadas un millón y medio de prisioneros. Pero estas cifras puede que solo sean un pálido reflejo de lo sucedido, porque cómo saber lo que ocurrió en esa inmensa extensión del gulag de Karaganda, que fue un territorio impenetrable, al estar custodiados sus límites por el ejército rojo. Cuenta uno de los prisioneros que en una ocasión le trasladaron dos soldados de un lugar a otro, y que a medio camino los soldados le dejaron sus fusiles para comer y descansar, y que no tuvo ni la tentación de huir, porque… ¿A dónde iba a ir dentro de ese inmenso gulag?
Los comunistas enviaron al gulag de Karaganda a todo tipo de personas, acusadas de ser los “enemigos del pueblo”. Cualquier sospechoso en Rusia de oponerse al régimen comunista, podía acabar en el gulag, donde le esperaban los trabajos forzados en condiciones infrahumanas y muchas posibilidades de morir o ser ejecutado.
Al día de hoy se ha podido documentar que por los gulags pasaron 14 millones de personas, de las que fueron asesinadas un millón y medio de prisioneros
Entre los prisioneros del gulag de Karaganda hubo un nutrido grupo de católicos. En el siglo XVIII, la zarina Catalina la Grande había invitado a los alemanes a asentarse en el Volga, donde les había concedido tierras, y allí constituyeron una comunidad muy importante, a este grupo se les conoce como Russlanddeutsche, los alemanes del Volga.
Estas gentes procedían de la Alemania católica y el Papa, en el siglo XIX, erigió allí una diócesis, que llegó a tener doscientos sacerdotes. Y allí vivieron manteniendo su cultura alemana y viviendo con fidelidad su religión católica, tranquilamente, hasta que los comunistas se hicieron con el poder.
Descendiente de estos alemanes del Volga es monseñor Athanasius Schneider, que durante su infancia vivió la experiencia de una Iglesia de catacumbas en la Unión Soviética, hasta que su familia se pudo trasladar a Alemania. En la actualidad, monseñor Schneider es obispo de una de las diócesis de Kazajistán. Le he descubierto como un personaje increíble, que me tiene fascinado y del que con toda seguridad les seguiré hablando en estos artículos, sobre todo a la vuelta del verano.
Estos alemanes establecidos en Rusia fueron diana preferida de la persecución comunista, pero se mantuvieron fieles a la fe católica, pagándolo muchos de ellos con su vida, como fue el caso de uno de los abuelos de monseñor Schneider, al que fusilaron los comunistas.
Hasta hace muy poco, yo mismo, ni conocía la existencia de estos católicos alemanes que vivían en Rusia, y les confieso que en un momento dado cuando leía la persecución a la que les sometieron los comunistas, me he tenido que poner de rodillas para poder seguir con lectura. Les prometo que se lo contaré todo, pero eso será después del verano. No me voy de vacaciones y seguiré escribiendo aquí todos los domingos, si Dios quiere, pero lo de monseñor Schneider será para después del verano. Solo hay que esperar unos meses... ¿Por qué...? Pues como se decía, hace unos cincuenta años, en aquel famoso programa de televisión española: “y hasta solo aquí puedo leer”.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá