Francisco Largo Caballero (1869-1946), el Lenin español, es a Stalin (1878-1953), lo que Pedro Sánchez a Nicolás Maduro; es decir, Largo Caballero y Sánchez son dos embajadores del PSOE, en apoyo y defensa del comunismo. En consecuencia, esta actitud del presidente del Gobierno de España ayuda a entender la inquina de Pedro Sánchez contra todo aquel que se haya opuesto al comunismo, como por ejemplo Franco (1892-1975), considerado como uno de los personajes del siglo XX que con mayor tenacidad y eficacia se empleó contra el régimen totalitario del comunismo.
Sin embargo, en estos días, en los que con motivo del pucherazo de Venezuela se está haciendo referencia de los luchadores históricos contra la tiranía comunista, no he oído a nadie citar el nombre de Franco. Las amenazas de multas y cárcel de la ley de memoria democrática han infundido tal miedo a no pocos intelectuales, que han sellado sus bocas hasta para no atreverse a proclamar lo evidente. En una tiranía, decir que la hierba es verde es considerado un delito, por el único motivo de que a los tiranos les molesta el color de la esperanza. Y así sucede que cuando se encuentra en la etapa de Franco algún aspecto positivo, se hace el silencio. Pero como a Franco no se le puede entender sin su empeño para que el comunismo no se asentara en España, hoy me toca hablar de su relación con el comunismo, porque sin esta referencia no se puede explicar la Historia de España del siglo pasado.
Pero este domingo voy a centrar mi artículo en lo que sucedió después de la Guerra Civil, ya que en artículos anteriores me he referido a la actuación de los comunistas durante la contienda que, junto con los socialistas y los anarquistas, entre otras cosas llevaron a cabo la mayor persecución religiosa contra la Iglesia católica.
A medida que nos acercábamos a 1950 la prensa extranjera se refería a España cada vez con más frecuencia como “el baluarte anticomunista de Europa”
Condenado al aislamiento estaba el régimen español, tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en 1945, sin embargo a medida que nos acercábamos a 1950 la prensa extranjera se refería a España cada vez con más frecuencia como “el baluarte anticomunista de Europa”. Fue en el mes de enero de ese mismo año cuando se produjo la conocida declaración del secretario de Estado, Dean Gooderham Acheson (1893-1971), quien afirmó que la política de Estados Unidos respecto a España, además de un error, había sido un fracaso.
Sin embargo, el cambio en las relaciones entre Estados Unidos y España debería encontrar una ocasión que lo propiciase, lo que sucedió en el verano de 1950, al agudizarse la tensión entre los bloques en los últimos días del mes de junio. Concretamente el día 25 cinco divisiones norcoreanas, equipadas con armamento soviético, cruzaron la frontera con el propósito de reunificar el país y se apoderaron de Seúl. Sin posibilidades de resistencia, el presidente Syngman Rhee (1875-1965) abandonó Corea del Sur.
El general Douglas MacArthur (1880-1964), comandante en jefe de las fuerzas de las Naciones Unidas, observa el bombardeo de Incheon (Corea)
Estos acontecimientos tuvieron un enorme eco en España, que volvía a revivir con nuevo pulso su lucha contra el comunismo. La guerra de Corea apenas dejaba espacio en los periódicos para otros sucesos, excepción hecha de la participación de España en los mundiales de fútbol, en los que nuestra selección se clasificó en cuarto lugar detrás de Uruguay, Brasil y Suecia, y de la evolución del matador de toros Domingo Ortega (1906-1988), que estuvo a punto de morir a consecuencia de una gravísima cornada en la primera corrida de San Fermín.
Por su parte, la información internacional se revestía del ropaje de los partes de guerra con detalles minuciosos de la zona del conflicto, tanto que se hizo familiar para los españoles la geografía coreana, que hasta entonces les era prácticamente desconocida. Así, por ejemplo, el periódico Arriba España decía el 13 de julio de 1950 en grandes titulares de tinta negra “Corea es la antesala de una ofensiva comunista contra Europa”. Y con enormes caracteres del color de la boina de los requetés, El Pensamiento Navarro informaba en su primera página el 4 de julio de 1950: “Ha sido ocupado por los rojos el aeródromo de Suwon, base avanzada norteamericana”.
Y se equivoca quien piense que todas estas afirmaciones de la prensa española eran solo el reflejo de la propaganda del régimen, ya que por esos días el periódico norteamericano Daily Mirror publicó un editorial que, naturalmente, tuvo una enorme difusión en toda la prensa nacional. En el editorial del Daily Mirror se podía leer: “No tiene sentido luchar contra el comunismo europeo y dejar olvidado el más claro baluarte anticomunista. Stalin odia Franco porque Franco derrotó a Stalin en la Guerra española. España constituye una base estratégica inapreciable en caso de guerra y es una nación cuya amistad y comercio merecen nuestra bienvenida en la paz”.
Insisto, la guerra de Corea tuvo repercusiones importantísimas para España. Al repasar la prensa de esos días me inclino a pensar que existe un evidente desajuste entre la realidad social y política que reflejan los periódicos, y la importancia que le ha concedido la historiografía con posterioridad. Los españoles de entonces llegaron a sentir como propia aquella guerra, e incluso un grupo de combatientes de la División Azul se presentaron como voluntarios para luchar contra el comunismo, esta vez al lado de los norteamericanos. Pero realmente no eran hombres lo que los generales del presidente Harry S. Truman (1884-1972) solicitaban de España; en aquellos meses lo que el mando norteamericano vio fue la necesidad de establecer bases militares en nuestro territorio.
No eran hombres lo que los generales del presidente Harry S. Truman (1884-1972) solicitaban de España; en aquellos meses lo que el mando norteamericano vio fue la necesidad de establecer bases militares en nuestro territorio
El 23 de septiembre de 1953, en el Palacio de Santa Cruz, sede el Ministerio de Asuntos Exteriores, se firmaron los Pactos de Madrid entre Estados Unidos y España, cuyas negociaciones se habían iniciado en el mes de abril del año anterior. Por estos acuerdos, España recibió una importante ayuda económica y a cambio permitió la construcción de la base naval de Rota y otras cuatro bases aéreas en Morón, Sevilla, Zaragoza y Torrejón de Ardoz.
“El gran problema político de nuestro tiempo -dijo Franco en un discurso en 1959- y que cada año se refleja con más claridad es el peligro comunista. No el de la amenaza bélica, con ser esta en sí tan importante, sino el del poder e influencia del comunismo por la subversión y la explotación del descontento. El mundo no ha valorado debidamente el poder de captación de los agentes y la influencia del oro de los comunistas para dirigir la subversión en otros pueblos”. Y en ese mismo discurso, más adelante, Franco afirmó que la revolución de 1934 fue una demostración del proceso subversivo dirigido desde Moscú y secundado por los líderes obreros y añadió que en los últimos meses de 1935 la iniciativa soviética adueñada del Frente Popular pretendió desencadenar la revolución comunista desde el propio poder.
Sin duda, los acontecimientos de los últimos años avalaban las afirmaciones de Franco. En el verano de 1947, Hungría había caído en la esfera soviética y se transformaba en una dictadura comunista; en febrero de 1948 sucedió otro tanto con Checoslovaquia y pocos meses después comenzó el bloqueo de Berlín.
Durante la guerra de Corea, había visitado España el chairman del comité de fuerzas armadas del Senado norteamericano, quien habló con Franco y afirmó que todos los que se oponían al comunismo querían la integración de España en los mecanismos de la defensa occidental. A este cambio de actitud de Estados Unidos siguió la revocación de la propuesta condenatoria de la ONU el día 4 de noviembre de 1950 y una progresiva incorporación de España a los organismos internacionales: el día 10 de ese mismo mes España fue admitida en la FAO, en 1951 en la Organización Mundial de la Salud, en la Organización Internacional de Aviación Civil y en la Unión Postal Internacional; al año siguiente la UNESCO y por fin en 1955 en la ONU. Todo ello implicaba naturalmente la normalización de relaciones diplomáticas y el regreso de los embajadores.
Franco recibe en Madrid a Eisenhower, presidente de los Estados Unidos
Años después, a las 16,30 del día 21 de diciembre de 1959, el presidente estadounidense Eisenhower (1890-1969) aterrizaba en la base aérea de Torrejón de Ardoz, cercana a Madrid, donde le recibió Francisco Franco. Allí estaban también más de 500 periodistas extranjeros y españoles, decenas de cámaras de cine y televisión. Franco y Eisenhower hicieron juntos el trayecto del aeropuerto a la capital de España en el mismo coche descubierto, desde donde saludaron al más del millón de personas que presenció el paso de la comitiva. Esta era la prueba inequívoca de que el régimen había conseguido salir del aislamiento, al que fue sometido tras la Segunda Guerra Mundial. Años después, también visitaron a Franco otros dos presidentes de Estados Unidods: Richar Nixon (1913-1994) en 1970 y Gerald Ford (1913-2006) en 1975, meses antes de fallecer Franco.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá