Los socialistas están promocionando la fantasía de que ellos crearon una Segunda República democrática y hasta lúdica, que funcionó sin problema alguno hasta que Franco vino a estropearles la fiesta.
Pero como esta versión ni enfervoriza ni convence a quien tenga dos dedos de frente, Pedro Sánchez ha echado mano del tercer método de Juan Negrín, que, como él, también fue socialista y presidente del Gobierno: “Tres sistemas poseemos para hacer que los demás quieran lo que el Gobierno quiere: enfervorizarles, convencerles y, si estos dos recursos resultan insuficientes, aterrorizarles. El terror es también un medio legítimo de gobierno, cuando se trata de la salvación del país”. De manera que, siguiendo las enseñanzas de su predecesor, ahora Pedro Sánchez ha vestido al terror de Comisión de la Verdad.
Lo de Juan Negrín no era un modo de hablar, porque su tercer sistema se concretó en esta palabra: checa. Realidad que nada tiene que ver con el pretendido régimen democrático y lúdico que nunca existió en la Segunda República. Y como el que no sabe su historia —bien porque no la haya estudiado, bien porque haya estudiado la falsa, que para el caso es lo mismo— está condenado a repetirla, vamos a contar el régimen de terror que instalaron los socialistas antaño, no sea que hogaño vayamos a tropezar en la misma piedra.
La checa fue el término con el que se designó a la sanguinaria policía soviética creada tras la Revolución de Octubre de 1917. Por este motivo, hay quien cree erróneamente que lo de las checas eran una franquicia que Stalin concedió al Partido Comunista de España. Pues eso no fue así, porque como ha escrito el especialista de la Guerra Civil, el historiador Ángel David Martín Rubio, “las checas no son una organización exclusiva del Partido Comunista, sino de todas las organizaciones activas en la zona republicana. El uso del término es un indicio más del alto grado alcanzado por la influencia soviética en el caso de la revolución española”.
Las checas fueron cárceles privadas controladas por los partidos políticos, también el PSOE, y organizaciones de izquierda, donde se torturaba y se asesinaba
Las checas fueron cárceles privadas controladas por los partidos políticos y las organizaciones de izquierda, donde se torturaba y se asesinaba, bien dentro de la propia checa bien fuera de ella. La Causa General que se instruyó al final de la contienda, para investigar los crímenes durante la guerra, establece que solo en la ciudad de Madrid hubo 225 checas. Y podría pensarse que la cifra está hinchada, por la procedencia del dato y las circunstancias del momento. Pero los recientes estudios elaborados por un grupo de historiadores de la Universidad del CEU, presentados en 2.000 páginas de una investigación financiada por el Ministerio de la Presidencia en la época de Rodríguez Zapatero, establecen el número de checas de Madrid en 345.
Hubo también otras checas en los pueblos de la provincia, lo que fue general en la zona republicana, pues ya vimos en un artículo anterior que hasta en Valdepeñas había una checa de nombre La Concordia, en la que a pesar de su nombre se tortura a los valdepeñeros, antes de asesinarlos. Pero en este artículo me limitaré a contar unos hechos, referidos solo a la ciudad de Madrid.
Y si a este dato de las 345 checas de la capital de España añadimos que en la ciudad de Madrid había otros 50 lugares para detenidos, además de las 23 prisiones oficiales, las 10 comisarías de distrito y los 25 lugares de ejecución donde se asesinaba a los presos, obtendremos una primera aproximación al paisaje de la represión y del terror del pretendido lúdico y democrático Frente Popular, en el que estaban integrados los socialistas.
De las 345 checas, los socialistas regentaban en exclusiva 49. Y en esto les ganaban los anarquistas, casi empatados con los comunistas, pues tenían el control de 90 y 89 checas respectivamente. Además, había otras 73 checas vinculadas a unidades concretas de las milicias y del ejército popular, en las que también tenían su cuota de dominio los socialistas junto con anarquistas y comunistas. Y lo mismo ocurría en los otros 44 restantes, donde se juntaban los integrantes de los distintos grupos de izquierdas, bajo el paraguas de denominaciones menos conocidas que los partidos políticos.
Una de las piezas más cotizadas por los sabuesos de los chequistas eran los archivos de las agrupaciones religiosas, donde figuraban los datos personales de sus componentes
Las detenciones realizadas por los pistoleros de las checas en buena medida se debían a denuncias anónimas, pero hubo casos en que no fue así. Veamos un par de ellos, realizados por los antecesores políticos de Pedro Sánchez, que además de ilustrar la época de entonces, ayuda a entender la necesidad que tiene el actual presidente de Gobierno de imponernos esa Comisión de la Verdad, para tapar esas páginas de la historia del PSOE que nada tienen que ver con esos cacareados cien años de honradez.
Una de las piezas más cotizadas por los sabuesos de los chequistas eran los archivos de las agrupaciones religiosas, donde figuraban los datos personales de sus componentes. Eso es lo que le sucedió en Madrid con la Asociación de la Virgen de la Milagrosa, cuya lista de congregantes fue robada por Círculo Socialista del Norte. Con esa información, los socialistas asesinaron a cuantos encontraron de dicha asociación.
Otra manera para localizar a sus víctimas fue la utilizada en la checa del Palacio de Eleta, que estaba en la calle Fuencarral número 103. El control de esta checa estaba en manos de la Agrupación Socialista Madrileña que recibía el nombre de Comisión de Información Electoral Permanente (CIEP). Esta agrupación había sido la encargada del estudio del censo de los periodos electorales anteriores, y por lo tanto tenía dibujado en gran medida el mapa ideológico de los madrileños, y a partir de ahí era como pescar en una bañera.
En las checas marileñas fueron asesinadas 1.800 personas, de las que se tiene datos fehacientes. Pero las víctimas totales fueron muchas más
En todas las checas se torturó a los detenidos de mil maneras y con los tormentos más atroces, aunque ya solo el hecho de ingresar en una checa era la peor de las torturas, porque se sabía que la checa era la antesala de la muerte. El grupo de historiadores al que antes me he referido ha elaborado una lista de 1.800 personas asesinadas en la ciudad Madrid, solo en las checas. Esas 1.800 personas son de las que constan datos fehacientes. Pero como los asesinos no acostumbran a dejar rastros de sus crímenes hay otras muchas personas asesinadas por el terror del Frente Popular, que no se han podido localizar. Personas que se sabe que los llevaron a las checas, pero una vez dentro se perdió su rastro. En conclusión, los cálculos aproximados de los asesinatos cometidos solo en las checas de la ciudad de Madrid, varían según autores de los 2.600 a los 3.600.
La geografía de la muerte: Ciudad Universitaria, la Casa de Campo, la carretera del Pardo y Puerta de Hierro
Hay toda una geografía de las zonas de extermino en el Madrid del Frente Popular. Los comunistas, para asesinar a los detenidos de sus checas, solían elegir la Ciudad Universitaria, la Casa de Campo, la carretera del Pardo y Puerta de Hierro. Los anarquistas solían asesinarlos dentro de la checa. El mismo comportamiento que los anarquistas tuvo el socialista García Atadell, que regentaba dos checas una en la calle de La Montera y otra en la calle Marqués de Cubas, dentro torturaba y asesinaba y, después, abandonaba los cadáveres en las tapias de un cementerio o en la cuneta de una carretera. El socialista García Atadell además era un ladrón y huyó de España con un importante botín que consiguió en los saqueos de sus víctimas. Por su parte los socialistas de la checa de Marqués de Riscal asesinaban a sus víctimas en la Pradera de San Isidro. La checa de la Agrupación Socialista Madrileña de la calle Fuencarral 103, a la que antes me he referido, enterró sus crímenes en una gran fosa de Boadilla.