Al portavoz del grupo parlamentario socialista en la Asamblea de Extremadura, Valentín García Gómez, le ha salido un golondrino de lo más incómodo en su sobaquillo político. Y es que tiene que ser molesto el incordio de que haya otra persona que tenga su mismo nombre y dos apellidos y que también se dedique a la política, pero que ejerza en Galicia a las órdenes de Feijó.
Así es que, en consideración a sus muchos padecimientos, y para compensar tanta humillación, hoy le voy a hacer un favor desinteresado al convertirlo en protagonista de mi artículo; porque esto de salir en la prensa a algunos políticos les vuelve locos, en sentido figurado, naturalmente.
Pues resulta que don Valentín García Gómez ha presentado «una propuesta de pronunciamiento en comisión para su debate en la comisión de Cultura, Igualdad y Deportes» (ver el documento al final). Y he querido citar textualmente su escrito para no apropiarme de una frase que cualquier día de estos bien pudiera aspirar a un premio literario o quizás jurídico de la Comunidad Autónoma en la que el extremeño, actúa como legislador.
Su propuesta va precedida de una breve historia de los masones, tan inédita y desconocida a día de hoy, redactada en versión “Masonería, mecachis que guapa eres”, para acabar con la siguiente conclusión: «Por todo lo expuesto el grupo parlamentario PSOE-SIEX insta a las a Instituciones Públicas de Extremadura a unirse al reconocimiento que han realizado otras instituciones sobre lo honorabilidad de los principios que inspiran a la Masonería, con deseo de que en el Siglo XXI se vea el día en que cese el sufrimiento de quienes aún hoy soportan persecución, sanciones, condenas penales, exilio o son ejecutados por razón la defensa de la Masonería y de sus ideales profundamente democráticos». Y sigo con la cita textual porque lejos de mí queda apropiarme semejante pieza literaria de don Valentín García Gómez.
El Parlamento de Baleares aprobó por unanimidad el pasado 14 de febrero de 2017 una declaración institucional a favor de la honorabilidad de la Masonería
Como ya me malicio, que en llegando a este párrafo algún perverso lector estará a punto de entonar la tonadilla que popularizó Lina Morgan en la que cantaba a la Chica del Diecisiete, la de la plazuela del Tribulete, donde con muy, pero que con muy mala intención el estribillo decía “de dónde saca pa tanto como destaca”, me veo obligado a presentar el curriculum de don Valentín García Gómez, el extremeño.
Si sus datos biográficos que circulan por la red son ciertos, porque últimamente los currículos los carga el diablo que es el padre de la mentira, el proponente partidario de la Masonería nació en La Zarza en 1963, estudió Magisterio, ejerció como maestro de primaria desde 1985 y dos años después comenzó su carrera política: se afilió a Comisiones Obreras, fue elegido concejal de su pueblo por Izquierda Unida, fue secretario General de Comisiones Obreras de Extremadura, pero con el tiempo cambio de aires, abandonó el sindicato y se afilió al PSOE y en este partido sigue hasta hoy. En resumen, dos años de trabajo, dando clase a niños de Primaria, y treinta en la política.
Cierto que ya ha habido otras instituciones que se adelantaron a nuestro protagonista. Concretamente el Parlamento de Baleares aprobó por unanimidad el pasado 14 de febrero de 2017 una declaración institucional a favor de la honorabilidad de la Masonería, en la que tanto los de la izquierda y como los de la derecha manifestaron su deseo de que «en el siglo XXI se vea el día en que cese el sufrimiento de quienes aún hoy soportan persecución, sanciones, condenas penales, exilio o son ejecutados por razón de la defensa de la Masonería y de sus ideales profundamente democráticos». Y advierto a los malpensados: todo parecido del escrito de los del Parlamento de Baleares con lo redactado por Valentín García Gómez, no se interprete ni como consigna emitida por la Masonería para el corta y pega, ni tampoco como plagio, sino como simple coincidencia.
Tampoco es cierto que los masones hayan sido condenados a la pena de muerte, ni siquiera por Franco después de la guerra
A juzgar por lo de las dos soflamas promasónicas citadas, ni en Baleares ni en el centro donde estudió Magisterio el socialista extremeño, se debe cursar la Historia de España. Puede ser que si le explicaron la asignatura al antiguo militante de Izquierda Unida y hoy del PSOE, ya se le ha olvidado porque la democracia le sienta a la Masonería como a un santo dos pistolas. Tanto, que en uno de los momentos de gran esplendor de dicha sociedad, como fue el Trienio Liberal (1820-1823), para eludir el elitismo antidemocrático de ésta, no pocos revolucionarios liberales se escindieron y se refugiaron en las logias de los Comuneros.
Tampoco es cierto que los masones hayan sido condenados a la pena de muerte, ni siquiera por Franco después de la guerra. Los que fueron ejecutados lo fueron por algo más que por su pertenencia a la Masonería. El 1 de marzo de 1940 se creó el Tribunal de Represión de la Masonería y del Comunismo, que fue suprimido el 6 de febrero de1964.
Según este Tribunal, por la colaboración de la Masonería en los «numerosos crímenes de Estado», se consideraba delito la pertenencia a dicha institución y se castigaba con reclusión menor, que podría ser de reclusión mayor para los masones a partir del grado 18. Por lo tanto, no se establecía la pena de muerte para los que pertenecían a dicha sociedad. Quedaban inhabilitados para los empleos en la Administración pública. Pero del sectarismo de antes y de ahora, que quita a los enemigos y pone a los amiguetes, que no habrá visto Valentín García Gómez en sus treinta años de su actividad sindical y política.
Puestos a hablar de asesinatos, no nos mordamos la lengua y recordemos, entre otros crímenes de los que es responsable la Masonería, las matanzas de frailes en Madrid del mes de julio de 1834, organizadas por las logias, según confesión de Francisco Martínez de la Rosa.
En estos monasterios, y en un solo día, fueron asesinaron a 80 religiosos
El convento de San Francisco junto con el Colegio Imperial de los Jesuitas (actual sede del Instituto San Isidro de Madrid) y los conventos de Santo Tomás y el de la Merced fueron los principales escenarios de un odio a la religión como nunca se había visto en la Historia de España. En estos monasterios y en un solo día fueron asesinaron a 80 religiosos. Los homicidas asaltaron los conventos entre blasfemias, destrozando y robando cuanto encontraban a su paso, cantando esta coplilla:
Muera Cristo,
Viva Luzbel,
Muera Carlos,
Viva Isabel.
Según el historiador Manuel Revuelta solo en el convento de San Francisco el Grande fueron 48 los asesinados: 24 sacerdotes, 4 coristas, 12 legos y 8 donados. Y aunque no murió esa noche, puede contarse también entre las víctimas al padre general de los Franciscanos Luis Iglesias. En el convento de San Francisco el Gran de Madrid participó en la matanza y contrajo una grave responsabilidad Salustiano Olózaga, que desde octubre de 1833 era uno de los máximos dirigentes de la secta masónica, como vocal del Supremo Consejo de la Masonería Española.
La Historia académica y rigurosa, la que desempolva legajos de los archivos, la que no obedece consignas, ni se somete a ninguna comisión dela verdad, como la magnífica síntesis que ha escrito el profesor Alberto Bárcena sobre la Historia de la Masonería y las razones por las que la Iglesia Católica la ha condenado durante estos trescientos años, desde que nació hasta el día de hoy, no califa de honorables estos tres siglo de historia de la Masonería, ya que los interpreta como la Historia del Mal y hasta en algunos pasajes da pruebas de que los masones han actuado en coordinación con el Maligno.
Y hoy, la masonería sigue manteniendo buenas relaciones con el jefe del Estado. El actual, Felipe VI, no ha dudado en enviar fotos dedicadas a ls logias españolas, por ejemplo a la de Madrid... como puede verse en la imagen.