¡Hace falta valor, pero que mucho valor para realizar una gesta como la que han llevado a cabo hace unos días los muchachotes de Ernai, pertenecientes a una organización juvenil de los separatistas vascos! Aunque vaya usted a saber si no eran tan jóvenes, porque como iban encapuchados... Y quién sabe si a lo mejor también, además de chavalotes, había muchachotas y fue una acción paritaria, merecedora de una subvención del Gobierno Vasco.
Con la cara tapada y por supuesto por la noche, para que el escenario fuera el más propio de los hijos de las tinieblas, han derribado la cruz que había en el Cabo Quilates, en la dársena del puerto de Baracaldo.
Han justificado su hazaña en las redes sociales, manifestando que lo han hecho porque era un signo franquista. Los valientes encapuchados tuvieron la fortuna de formarse en las ikastolas, donde les abrieron los ojos de niños. Fue allí donde les descubrieron la verdad. Les contaron que lo de In hoc signo vinces —estas palabras naturalmente se las tradujeron al batúa para que las entendieran las criaturas— de Constantino en el Puente Milvio era una paparrucha histórica, para ocultar que eso no había sucedido en el siglo IV, ni tuvo como protagonista al hijo de Santa Elena, porque el verdadero protagonista había sido Franco que, al cruzar el Puente Colgante de Bilbao, levantando una cruz con su mano derecha y plagiando al Tío de la Vara de José Mota, amenazó a los vascos con estas palabras: “Os voy a crujir vivos”.
La Cruz del Cabo Quilates, sin duda, era un recuerdo molesto para el Partido Socialista, la UGT y el Partido Nacionalista Vasco, responsables durante la Guerra Civil de perpetrar en la ciudad de Bilbao una masacre al estilo Paracuellos, solo inferior en cuanto a número de presos asesinados respecto a lo masacre de Madrid, por ser menor la población de esa ciudad vasca, pero de igual crueldad.
Al estallar la Guerra Civil se produjeron numerosas detenciones de cuantos no eran considerados partidarios del nacionalismo o del socialismo. La población reclusa se calcula en 2.217 personas que fueron hacinadas en las cárceles de Larrinaga, Ángeles Custodios, Casa Galera, y Monte Carmelo y en otras cárceles flotantes, al convertir en prisión los buques Cabo Quilates, Altuna Mendi y Aránzazu Mendi.
El 10% de los presos fueron asesinados. Y en su recuerdo se levantó esa cruz, que ahora ha sido derribada
Ya no pueden hablar, han silenciado a las piedras nobles de esa cruz que tanto les molestaba, pero nunca podrán tapar la boca de la Historia. Esto es lo que pasó y así lo cuenta uno de los supervivientes en un documento. No es necesario ningún comentario:
“El día 1 de septiembre de 1936 fui detenido y conducido a la cárcel, en la que permanecí hasta el momento de la liberación de Bilbao [19 de junio de 1937] por nuestras fuerzas, sufriendo prisión sucesivamente en las cárceles de Larrinaga hasta fines de noviembre de dicho año, en la de Los Ángeles Custodios hasta el 5 de enero de 1937 y en la del Carmelo de Begoña hasta el 18 de junio de siguiente.
En Los Ángeles Custodios, a partir de diciembre de 1936 hasta los trágicos sucesos de enero del siguiente año, el régimen interior era de una dureza y severidad tan extremadas como innecesarias, teniendo en cuenta que los que estaban en esta prisión eran personas de edad (los había de 80 años) y enfermos. Nuestra custodia corría a cargo de nacionalistas vascos, agrios, desagradables y bruscos.
En esta prisión a diferencia de la de Larrinaga disfrutábamos de misas, confesiones y comuniones todos los días festivos. En la prisión del Carmelo de Begoña diariamente teníamos varias misas confesiones, comuniones, novenas, rosarios colectivos y todo un servicio religioso de lo más completo, a cargo claro está de los numerosos sacerdotes presos, pues los padres Carmelitas, dueños del edificio y en él alojados, sin duda por su extremado matiz separatista, no quisieron tener con nosotros el menor contacto. Dios se lo pague.
Al final de una corta visita de nuestra aviación a los alrededores de Bilbao, y a las cuatro en punto de la tarde, observamos desde las ventanas altas de Los Ángeles Custodios grandes grupos, que en actitud violenta se dirigían a la inmediata cárcel de Larrinaga e inmediatamente percibimos disparos de toda clase de armas de fuego, predominando las explosiones de las bombas de mano.
Nuestros guardianes nacionalistas, pistola en mano, nos encerraron en las celdas, sin duda para mayor seguridad de que no escaparíamos al inminente peligro de muerte que sobre nosotros se cernía, y una vez realizada esta cobarde maniobra, abrieron las puertas de la prisión a las turbas, que desde Larrinaga pasaron a nuestra cárcel-convento.
Un batallón de la UGT fue el encargado de las matanzas, que realizó durante cuatro horas sin el más leve obstáculo
Empezó por el piso de abajo, asesinando a los presos dentro de sus mismas celdas, pero cambiando después de sistema, optaron por seguir fusilándonos de cinco en cinco, en el patio inmediato a la puerta de entrada, en medio de las mayores insultos, injurias, burlas y groserías.
Así cayeron, con muerte valiente y ejemplar, 108 compañeros de los 168 que formaban la población penal de Ángeles Custodios, y cuando les correspondía el turno de morir al que informa y a sus cuatro compañeros que con él integraban el grupo ocurrió algo insospechado.
Una puertecilla que daba al patio de las ejecuciones se abrió violentamente, dando paso a dos señores para mí desconocidos, seguidos de tres números de la policía motorizada. Aquellos señores nos mandaron bajar los brazos, asegurándonos que estábamos a salvo y añadiendo para reforzar el argumento que eran consejeros de “Euskadi”. En efecto, eran los señores Monzón y Astigarrabia, que con su sola presencia pusieron fin a aquella espantosa orgía de sangre y de muerte. Esto ocurría a las 8 y diez de la noche.
¿Por qué esos flamantes “consejeros” no intervinieron antes? ¿Por qué consintieron que durante cuatro horas largas los milicianos de la UGT y la gentuza que los acompañaba pudieran entregarse con la máxima comodidad a tanto asesinato, sin que a nadie se le ocurriera no ya impedirlos, ni siquiera dificultarlos?
En aquel terrible día fueron muertos 108 presos en Los Ángeles Custodios, 5 en el Carmelo, 53 en la cárcel de Larrinaga y 34 en la Casa Galera, también habilitada a última hora para cárcel, Sucumbieron unos 17 sacerdotes
La responsabilidad de tanta vergüenza alcanza por igual a los elementos rojos, cuya ferocidad en instintos cobardes y sanguinarios son bien conocidos, y a los nacionalistas vascos que en inmundo contubernio con aquellos, y alardeando de sentimientos religiosos y humanitarios, consintieron con refinada hipocresía la consumación de tantos crímenes, fáciles de evitar, porque con mucha antelación se sabía en todos los sitios y hasta con detalles que iba a ocurrir lo que ocurrió, que por otra parte no era nada nuevo, sino la reproducción de lo que se había ya repetido varias veces en las prisiones flotantes”.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá