Hace casi un año que dejé de escribir los domingos en Hispanidad, pero hoy vuelvo a esta trinchera de La Resistencia. Les cuento el motivo. En el mes de noviembre del año pasado se me planteó la necesidad de acabar con urgencia la biografía de Sor Patrocinio. Y era tal la documentación que había recogido durante tantos años, que no era fácil la tarea de hacer un libro de un número de páginas razonable con todo ese material. Necesitaba centrarme solo en el libro, sin que me distrajeran otro tipo de actividades, como los artículos de los domingos en Hispanidad.

Cerrar los ojos a esta calamitosa realidad es, cuando menos, estúpido

Y ha sido entrar en máquinas de imprenta la Biografía de Sor Patrocinio (1811-1891), que así se titula el libro que estará en las librerías el próximo 25 de octubre, y ponerme a escribir este artículo. Vaya por delante mi agradecimiento al director de Hispanidad por su comprensión y por dejarme libre y no presionarme durante todos estos meses. Pero a lo que estamos Remigia, que se nos pasa el arroz.

¡Qué aspecto más feo tiene el mundo en el que vivimos! "Se escucha como un colosal non serviam! (Ierem. 11, 20) en la vida personal, en la vida familiar, en los ambientes de trabajo y en la vida pública. Las tres concupiscencias (cfr. 1 Ioann. 11, 16) son como tres fuerzas gigantescas que han desencadenado un vértigo imponente de lujuria, de engreimiento orgulloso de la criatura en sus propias fuerzas, y de afán de riquezas. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin recursos morales" Cuando yo leí este párrafo de San Josemaría Escrivá de Balaguer en 1974, ni se me pasó por la imaginación que se estaba adelantando a describir una situación como la que estamos viviendo. Nuestra civilización es una mesa con tres patas: Grecia, Roma y Cristianismo. Y al expulsar a Cristo de nuestra sociedad se nos está viniendo al suelo nuestro patrimonio espiritual, cultural y hasta nuestra dignidad.

La descomposición de la sociedad, y muy particularmente de la sociedad española, se debe a que los cristianos hemos dejado de ser la sal de la tierra

Hace unos días corregía las últimas pruebas de la biografía de Sor Patrocinio, y como veía el fin de mi aislamiento, me reuní con el director de Hispanidad para comunicarle mi regreso. En esa conversación le manifesté que, durante todos estos meses de encierro, al separarme del día a día de la actualidad informativa, eso me había permitido ver la realidad con mayor perspectiva. Y le decía a él, y les digo ahora a ustedes, que a la vista de lo que he observado, miedo me da lo que pueda escribir en las próximas semanas. No soy de los que piensan que Dios nos haya regalado la palabra para ocultar el pensamiento, y por eso contaré lo que he visto sin camuflar la verdad.

Y como primicia, un adelanto: la descomposición de la sociedad, y muy particularmente de la sociedad española, se debe a que los cristianos hemos dejado de ser la sal de la tierra, porque desde las más altas instancias han corrompido las conciencias de las gentes en un proceso de demolición de la Iglesia perpetrado desde dentro, como nunca había sucedido en dos mil años de Cristianismo.

Sí, es el triunfo del Modernismo en su apogeo. Y a buen seguro que cuando estas líneas las lea uno de esos que yo llamo “católicos moderaditos”, afectados de la imbecilidad por la que todo lo que ven lo califican de “fenomenal, fenomenal, fenomenal…”, me dirá que no es para tanto, que siempre hubo momentos difíciles, y que este es uno de tantos...

Desde las más altas instancias han corrompido las conciencias de las gentes en un proceso de demolición de la Iglesia perpetrado desde dentro

Eso que se lo digan a San Pío X que cuando condenó el Modernismo, y aunque entonces el mal de su ponzoña no hacía nada más que apuntar, el papa santo vio venir lo que se avecinaba y por eso calificó al Modernismo como la suma de todas las herejías.

A buen seguro que cuando estas líneas las lea uno de esos que yo llamo “católicos moderaditos”, afectados de la imbecilidad por la que todo lo que ven lo califican de “fenomenal, fenomenal, fenomenal…”, me dirá que siempre hubo momentos difíciles, y que este es uno de tantos...

Pues bien, desde que se inventaron la Matemáticas persiste una ley que proclama que la suma siempre es mayor que cualquiera de los sumandos. Y lo que está proclamando dicha suma se traduce en que nos ha tocado vivir los peores años de la Historia de la Iglesia. 

Cerrar los ojos a esta calamitosa realidad es cuando menos estúpido. Pero también hay que mirar al pasado, porque si algo nos enseña la Historia es que es tan de Dios la Iglesia, que los hombres no han podido destruirla a pesar de intentarlo muchas veces en los últimos dos mil años.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá