Antequera (Málaga) y 19 de julio de 1936. Al atardecer de ese día, Antonio García Prieto (1892-1940), alcalde socialista de este pueblo malacitano, grita desde el balcón del Ayuntamiento: “Ya puede arder Antequera por los cuatro costados”. Esta fue la arcada previa al vómito de odio del alcalde del PSOE, que provocó una masacre sin precedentes en Antequera la primera semana de agosto de 1936, ahora hace justamente 86 años.
Antonio García Prieto había nacido en Mollina, un pueblecito de la comarca de Antequera, localidad a la que se trasladó siendo niño. Allí aprendió el oficio de sastre en Casa Rojas, un establecimiento de tradición y prestigio en Antequera, que en la actualidad sigue en activo. Con el tiempo, Antonio García Prieto se estableció y montó su propio negocio.
Pero el socialismo se cruzó en su camino y abandonó la aguja y el dedal. Tras la proclamación de la Segunda República fue elegido concejal de Antequera, más tarde nombrado presidente de la UGT de la provincia de Málaga y diputado en la legislatura de 1931-1933. Nombrado alcalde de Antequera al reorganizarse el Ayuntamiento, tras el pucherazo que instaló en el poder al Frente Popular en febrero de 1936, y para completar su carrera política se inició en la masonería en 1936 y se encuadró en la logia “Patria Grande número 18, de Málaga”, según informa la Fundación Pablo Iglesias, pues el PSOE ya reconoce que la masonería existió y que los suyos engrosaron las logias; ya solo falta que los "católicos moderaditos" dejen de pensar que la masonería fue una paranoia de Franco. Deberían leer el libro de Alberto Bárcena, Iglesia y Masonería, para ponerse al día.
Son muchas las manifestaciones sectarias del socialista Antonio García Prieto. Las actuaciones antirreligiosas de ciertos personajes, como dice Jorge López Teulón, solo se explican si están "Inspirados por Satanás". Pues bien, como muestra del odio a la religión de Antonio García Prieto sirva una de sus intervenciones que quedó recogida en el Diario de Sesiones del Congreso, número 251, correspondiente al día 2 de noviembre de 1932. Esto es lo que se puede leer en esta publicación oficial, concretamente su página 9.229: “He de dirigir también al Ministro que corresponda el siguiente ruego: es preciso que los ornamentos religiosos, que existen en la mayoría de los hospitales desaparezcan, pues se da el caso de que el hospital de Antequera está todo lleno de esos ornamentos, que no son más que nidos de microbios”.
“Ya puede arder Antequera por los cuatro costados”. Esta fue la arcada que precedió al vómito de odio del alcalde del PSOE, que provocó una masacre sin precedentes en Antequera la primera semana de agosto de 1936, ahora hace justamente 86 años
Afortunadamente había entre los diputados uno con sentido del humor, que además era canónigo, el conocido sacerdote aragonés Santiago Guallar, impulsor del catolicismo social y consiliario del Círculo Católico de Obreros, que al escuchar semejante melonada exclamó: “¡Que los desinfecten!”.
En cuanto tuvo noticia del levantamiento militar de Melilla, la misma tarde del día 17 de julio, Antonio García Prieto distribuyó en Antequera piquetes de hombres con hoces y las armas que pudo encontrar, colocándolos en los puntos estratégicos de la localidad. Estos sicarios desde el primer momento amenazaron e intimidaron a los desafectos al Frente Popular.
El día 18 de julio el alcalde de Antequera se trasladó a Málaga con un grupo de voluntarios, con el pretexto de apoyar la defensa de la capital, porque había surgido el rumor de que iba a desembarcar en el puerto un grupo de legionarios, pero en realidad lo que Antonio García Prieto hizo fue tomar parte en el saqueo e incendio de Málaga, lo que le sirvió de pauta para hacer lo mismo en Antequera al día siguiente.
De vuelta de Málaga, el día 19 de julio comenzó el reparto de armas. Y ese mismo día fue cuando, como dijimos, desde el balcón del Ayuntamiento, Antonio García Prieto instigó a las turbas al grito de “¡Ya puede arder Antequera por los cuatros costados!”. Por la tarde de ese mismo día 19 de julio asesinaron a puñaladas al sacerdote José Jiménez del Pino en plena calle de Antequera.
En la noche día 19 de julio, como consecuencia del grito del alcalde, Antequera se convirtió en una hoguera. Incendiaron el Casino, el Círculo Mercantil, el Círculo de la Asociación Patronal y la imprenta donde se tiraba el periódico El Sol de Antequera y la librería desde donde se distribuía. Ardieron también las casas de las familias más conocidas de Antequera, como la de la viuda de Sarrailler, la de Santiago Vidaurreta, la de José Carreira, la de los hermanos Rodríguez Díaz, la de Juan Muñoz Rojas, la de Soledad Gonzálvez y la de Juan Blázquez.
En la noche día 19 de julio, como consecuencia del grito del alcalde, Antequera se convirtió en una hoguera
Durante el día 20 de julio los esfuerzos del alcalde de Antequera se concentraron en anular a los guardias civiles que había en el puesto de la localidad, a los que prohibió actuar fuera del cuartel. Antonio García Prieto utilizó como argumento para convencerles las amenazas lanzadas contra sus esposas y sus niños. Y lo consiguió. A partir de ese momento, tuvo el control absoluto de la calle.
Al día siguiente, el 21 de julio, un grupo de milicianos, encabezados por Antonio García Prieto asesinó a una mujer, llamada Josefa Porras Gálvez, que estaba casada con un colono de un cortijo de Archidona.
Y durante la última semana de julio, se incrementaron los asesinatos en Antequera. El día 23 fue asesinado el trinitario Félix de Uriarte Olaeta, y ese mismo día aparecieron los cadáveres de Antonio Otero Lara y Antonio Villarraso González, vecinos de Antequera.
Prosiguieron los crímenes en los días siguientes, que culminaron con la saca de la cárcel de los presos el día 30 julio, que habían sido detenidos los días anteriores “por ser de derechas”. Ese día fueron asesinadas 13 personas en una zona de huertas de la Moraleda, que hoy ya está urbanizada. Allí se erigió una cruz en su memoria, que desconozco si ha sido o no derribada por los sucesores políticos del socialista Antonio García Prieto.
Pero las jornadas más sangrientas en Antequera son las que transcurren entre los días 4 al 11 de agosto. En esa semana, además de los muchos vecinos de Antequera, también son asesinados siete capuchinos, de una comunidad que se había establecido en esa localidad en 1613. Estos siete capuchinos fueron beatificados en una ceremonia celebrada en Tarragona el año 2013. Sin embargo, hoy ya no hace falta que se desate otra persecución de los enemigos externos de la Iglesia para que desaparezcan los capuchinos de esta bella localidad malagueña, porque dentro de un mes hará un año que cerraron el convento de Antequera por falta de vocaciones. Una prueba más de que, como comentamos el domingo pasado, el fundador del Opus Dei tenía toda la razón cuando afirmaba que en la Iglesia "el mal está dentro y arriba".
Sin embargo, en 1936 sí que había capuchinos en Antequera dispuestos a dar la vida en defensa de la fe. Aunque lo tengo documentado y estudiado, renuncio a contarles la crueldad con la que les martirizaron. Solo decir que tuvieron el consuelo de morir a los pies de la imagen de la Virgen, que había en el monumento del Triunfo de la Inmaculada. Allí les remataron.
Pero las jornadas más sangrientas en Antequera son las que transcurren entre los días 4 al 11 de agosto
Quiero acabar con la transcripción de la carta que el más joven sacerdote de ellos, solo tenía 24 años, un vasco de Galdácano, escribió a su familia horas antes de morir. Decía así:
“¡Viva María!
Hoy día 6 de agosto de 1936, el vigésimo cuarto y quizás último de mi vida, a las nueve y media de la mañana escribo esto para mi queridísima familia.
Queridísimos padres y hermanos: al recibir estos renglones quizá ya no exista; espero tranquilo de un momento a otro la muerte, que para mí será la verdadera vida porque muero por odio a la religión y por ser religioso.
No lloréis, padre y hermanos queridos, como lloro yo al escribir esta, no por miedo, sino porque sé que va a causaros pena mi muerte; no llore sobre todo usted, queridísima madrecita, mi amachu laztana [en vascuence: madrecita querida]; si la causa mucho dolor la noticia de mi muerte, le dé mucho consuelo el tener un hijo mártir, que desde el Cielo le sigue queriendo muchísimo y rogando por usted y por todos los de la familia, para que allí nos encontremos un día todos.
No sé cuándo llegará mi última hora, hace ya muchos días que la estoy esperando, conmigo estos mis hermanos religiosos. Que Dios sea bendito por todo y si quiere mi vida en testimonio de su doctrina y su religión, la ofrezco gustoso. Solo pido que los que nos hemos amado en la tierra, sigamos amándonos desde el Cielo.
Agur, agur hasta el Cielo.
No lloréis por mí, padres y hermanos queridos; sabed que muero mártir de Jesucristo y de su Iglesia.
Agur, agur, agur, agur, agur…
Antequera fiesta de la Transfiguración del Señor de 1936.
Yo fray Ignacio de Galdácano capuchino, (José Mari)”.
Y tras la lectura de esta carta, ya solo me queda, después de deshacer el nudo de mi garganta, decirles que la masacre de Antequera se detuvo cuando los soldados del general Varela (1891-1951), pusieron en fuga a los autores de tantos crímenes. El 12 de agosto de 1936 las tropas del bando nacional desfilaban por las calles de Antequera.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.