Mi artículo del domingo pasado en Hispanidad acababa así: “A mí la petición de perdón por las víctimas del franquismo que ha hecho el vicario general de Tarragona y, por lo tanto, también su arzobispo, Joan Planellas, puesto que no le ha desautorizado, me parece de una hipocresía de tamaño buque, porque ninguno de los dos tiene nada que ver con lo que sucedió en la Guerra Civil. Sin embargo, si que tienen motivo para pedir perdón y no lo hacen por situaciones que son de su directa competencia. Se me ocurre, por ejemplo, que podían pedir perdón por tener su seminario vacío, donde según las últimas estadísticas oficiales solo hay tres seminaristas. Y claro con tan pocos candidatos, ni el obispo actual de Tarragona ni su vicario, a diferencia de lo que le sucedía a Manuel Irurita, se pueden sentir plenos de gozo por la ordenación sacerdotal de jóvenes seminaristas”.
Y, aunque no se cita ni mi nombre ni el de Hispanidad, es evidente la relación con el artículo del domingo pasado, que por otro lado ha sido inmediata, porque al día siguiente, el pasado lunes día 22 de abril, la página del Arzobispado de Tarragona publicó un comunicado que empezaba así: “La Iglesia de Tarragona, a través del vicario general del arzobispado, ha pedido perdón por el papel de la Iglesia en el franquismo…” Y en esto el comunicado me da la razón cuando dije que, en definitiva, el responsable era el arzobispo, porque si la Iglesia de Tarragona -como dice el comunicado oficial- ha actuado a través del vicario general es porque el arzobispo Joan Planellas no le ha desautorizado, y a los efectos es como si él mismo hubiera pedido perdón.
Así es que, querido director de Hispanidad, reconozco que te he metido en un lío, a ti y al periódico que me acoge todos los domingos, porque con toda propiedad puedo decir lo mismo que Don Quijote, cuando creyendo estar ante el alcázar de su señora Dulcinea, al acercarse y tocar una gran torre y comprobar que no era ningún alcázar sino la parroquia del pueblo, exclamó: “Con la Iglesia hemos dado, Sancho”.
Se les puede aplicar la contundente sentencia de San Isidoro (560-636): Rex eris si recte facies, si non facias, non eris, o sea, rey eres si obras rectamente, si no, no lo eres
En efecto, los del perdón de la Iglesia por su papel en el franquismo hablan en nombre de la Iglesia, pero los laicos no tenemos tan alto honor de representación, ni tampoco tan gran responsabilidad. Los laicos no nos representamos nada más que a nosotros mismos. A lo cual, por cierto, estoy acostumbrado porque en el ejercicio de la libertad de cátedra durante toda mi vida he sido siempre consciente de que todo lo que he dicho y escrito es de mi absoluta responsabilidad y jamás he cobijado mis opiniones como representante de ninguna institución humana, y ya no digamos divina, como en la que se refugian el arzobispo de Tarragona y su vicario, nada menos que la Iglesia católica.
Pero que yo no represente a nadie, no quiere decir que no tenga razón en lo que afirmo. Y por su parte, por muy legal que sea la representación eclesiástica del arzobispo de Tarragona y su vicario, que les permite actuar en nombre de la Iglesia, a esos cargos de arzobispo y vicario se les puede aplicar la contundente sentencia de San Isidoro (560-636): Rex eris si recte facies, si non facias, non eris; o sea, serás rey si obras rectamente, si no, no lo serás.
En efecto, la presencia del vicario general de Tarragona en un acto celebrado el pasado 14 de abril, aniversario de la proclamación de la Segunda República, acto organizado por comunistas, que eso es lo que significa la estrella roja de cinco puntas en la bandera republicana que presidió dicho acto, en el que pidió perdón por el papel de la Iglesia en el franquismo, les deslegitima a él y a su arzobispo, porque tergiversaron gravemente su representación por dos motivos, uno histórico y otro mucho más grave, de los que voy a dar cuenta a continuación; empecemos por lo histórico y dejemos lo más grave para el final.
Acto comunista en el que participó el vicario general de Tarragona para pedir perdón por el papel de la Iglesia en el franquismo.
Afirmar como dice el comunicado del arzobispado de Tarragona que “el levantamiento militar de julio de 1936, en los lugares donde fracasó inicialmente, como el caso de Cataluña, supuso una cruenta represión contra eclesiásticos, personas creyentes…”, denota una ignorancia supina de nuestro pasado, pues no es necesario ni siquiera hacer el primer curso de la Facultad de Historia, para saber que los mismos que en julio de 1936 -comunistas, socialistas y anarquistas- fueron los autores de la mayor persecución de la Iglesia católica en los dos mil años de su Historia, ya años antes de que estallara la Guerra Civil, desde los comienzos de la Segunda República, se mostraron como enemigos de la Iglesia mediante la promulgación de una legislación sectaria, de la quema de iglesias y conventos y del asesinato de laicos y clérigos. Por lo demás, a esa redacción torticera del comunicado que empareja levantamiento militar y persecución religiosa, no le ha faltado nada más que decir que la culpa de todo la tuvo Franco.
Ignorancia supina y manifiesta, pero no invencible, porque en el caso del arzobispo de Tarragona y su vicario están obligados a saber lo que pasó, aunque solo sea por el elevado número de feligreses de esta diócesis, que derramaron su sangre como mártires, entre ellos su obispo auxiliar, ya beatificado, monseñor Manuel Borrás Ferré (1880-1936)
Ignorancia supina y manifiesta, pero no invencible, porque en el caso del arzobispo de Tarragona y su vicario pueden conocer la verdad, y además están obligados a saber lo que pasó, aunque solo sea por el elevado número de feligreses de su diócesis, que derramaron su sangre como mártires, entre ellos su obispo auxiliar, ya beatificado, monseñor Manuel Borrás Ferré (1880-1936). Recomiendo la lectura de un artículo publicado por Jorge López Teulón, uno de los mejores estudiosos de la persecución religiosa, publicado con motivo de la actuación de del vicario de Tarragona, con el significativo título de “Fallos en la nota de Tarragona: ¿La Iglesia ha de pedir perdón por actos de autoridades franquistas?".
Son muchos los conceptos equivocados del comunicado oficial del arzobispado de Tarragona, detectados y corregidos brillantemente por Jorge López Teulón, lo que me descarga del trabajo de irlos exponiendo y enmendando en este artículo. No obstante, no quiero dejar de mencionar otro de los pasajes pretendidamente histórico del comunicado, antes de entrar en lo más grave de ese texto.
Los mismos que en julio de 1936 -comunistas, socialistas y anarquistas- fueron los autores de la mayor persecución de la Iglesia católica, desde los comienzos de la Segunda República se mostraron como enemigos de la Iglesia mediante la promulgación de una legislación sectaria, de la quema de iglesias y conventos y del asesinato de laicos y clérigos
Afirmar que los verdugos de los mártires no dependían de las autoridades republicanas, y que en cambio la represión de después de la guerra ya no fue obra de descontrolados, sino de las autoridades franquistas… Eso no es ignorancia, es una mentira tendenciosa y manipuladora tan burda, que no entiendo que al arzobispo y a su vicario no se les haya caído la cara de vergüenza al escribirla.
Pero lo peor del comunicado del arzobispo de Tarragona y de su vicario es que utilizan y hacen suyos los clichés ideológicos de los enemigos de la Iglesia. Y lo realmente grave es que utilizan esos chlichés en nombre de la Iglesia para presentarlos como doctrina de la Iglesia en el pastoreo de los fieles. Y en esto, precisamente, consiste la corrupción dentro de la Iglesia, uno de cuyos síntomas más relevantes es la esterilidad espiritual, porque ni el arzobispo Planellas, ni el vicario general tienen quien les coja el relevo, están solos, están muy solos, tienen su seminario vacío.
Decir que la “Iglesia católica, salvo honestas excepciones, hipotecó su libertad de acción pastoral a cambio de una protección que la llevó a silenciar lo que el Evangelio reclamaba” es tanto como escupir sobre una generación de católicos ejemplares, clérigos y laicos, a los que ni el actual arzobispo de Tarragona ni su vicario, les llegan a la suela de sus zapatos. Y, en cambio, afirmar a continuación que lo suyo, lo de ir a pedir perdón a un acto comunista es acercarse al Evangelio, es de una desfachatez increíble, aunque realmente esa actitud tiene otro nombre, que prefiero no escribirlo.
Tengo para mí que la foto que encabeza este artículo descubre de algún modo la causa de toda esta lamentable situación. Sin duda, lo más llamativo de la toma de posesión del vicario es la facha con la que jura el cargo, en manga corta y con vaqueros, sin tan siquiera al menos guardar la compostura que se acostumbra en los juramentos de la sociedad civil. Pero a mi juicio eso no es lo peor, lo más grave de esa foto es la ausencia de un crucifijo, suplantado por la persona del arzobispo de Tarragona, monseñor Joan Planellas i Barnosell. Suplantar a Cristo y pervertir su doctrina, esto sí que lo explica todo y, a la vez, ofrece una magnífica oportunidad a monseñor Luis Argüello para demostrarnos a todos que la Conferencia Episcopal Española puede servir para algo importante
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá