La Historia es maestra de la vida y a veces sus lecciones son muy duras, durísimas, tanto como la que nos ofrece la conmemoración del próximo 18 de abril, porque en ese día de 1886 fue asesinado Narciso Martínez Izquierdo, primer obispo de la diócesis de Madrid-Alcalá.
La Ilustración Española y Americana, incluyendo un magnífico grabado, cuenta con detalle el crimen. Esto es lo que pasó: “El Domingo de Ramos 18 del actual, a poco más de las 9 de la mañana, el Excelentísimo e Ilustrísimo señor don Narciso Martínez Izquierdo, obispo de Madrid-Alcalá, llegó en su carruaje acompañado de dos familiares ante la catedral de San Isidro, para oficiar de pontifical en la solemne festividad que conmemoraba la Iglesia. Gran muchedumbre ocupaba la acera, la escalinata, el atrio del templo y también la ancha nave del sagrado recinto, para asistir a la bendición de las palmas; apeáronse los dos familiares y luego el prelado, quien dio a besar su pastoral anillo a varias personas, mientras subía la corta escalinata, llegando entre numerosos fieles al atrio, y siendo allí recibido por el cabildo; un hombre que vestía ropa talar y tenía un sombrero de eclesiástico en la mano izquierda, rompió entonces por el grupo que rodeaba al señor obispo diciendo en voz alta: “permítame ustedes, dejenme paso”; acercose enseguida al venerable prelado, se inclinó ante él con fingido acatamiento, cual si intentase besarle el anillo, sacó entonces con la mano derecha un revólver que llevaba oculto y disparó un tiro contra el obispo, y enseguida situándose entre dos prebendados y un caballero, que se apresuró a auxiliar al obispo, disparó también otros dos tiros”.
El asesino del primer obispo de Madrid acabó sus días en el manicomio de Ciempozuelos
El sacerdote perturbado se llamaba Cayetano Galeote. De hecho, tras el juicio y la cárcel acabó sus días en el manicomio de Ciempozuelos. Pero la lección histórica, a la que me he referido, corre a cargo de los dos personajes que acabamos de citar: el obispo asesinado y el sacerdote asesino. Veamos quién era uno y otro.
Narciso Martínez Izquierdo fue el primer titular de la diócesis de Madrid, que fue creada en 1885. Hasta entonces Madrid pertenecía a la diócesis de Toledo. Por lo tanto la historia de la diócesis de Madrid es muy reciente; Martínez Izquierdo solo ha tenido once sucesores: Ciriaco Sancha y Hervás (1886-1892), José María Cos y Macho (1892-1901), Victoriano Guisasola Méndez (1902-1905), José María Salvador y Barrera (1906-1916), Prudencio Melo Alcalde (1917-1923), Leopoldo Eijo y Garay (1923-1963), Casimiro Morcillo González (1964-1971), Vicente Enrique y Tarancón (1971-1983), Ángel Suquía Goicoechea (1983-1994), Antonio María Rouco Varela (1994-2014) y Carlos Osoro (2014-).
Narciso Martínez Izquierdo había hecho carrera eclesiástica, pues antes de ser obispo de Madrid había sido titular de las cátedras de Griego, Religión y Dogmática en el seminario de Sigüenza y bibliotecario de esta institución. Más tarde se trasladó a Granada, donde su obispo le nombró vicerrector del seminario y arcediano de la catedral. El papa Pío IX le nombró obispo de Salamanca, cuya sede ocupo en 1875. Y en septiembre de 1885 inauguraba la serie de obispos de la reciente diócesis de Madrid-Alcalá. Poco después de llegar a Madrid, a final del mes de noviembre, celebró los funerales del rey Alfonso XII, que falleció el 25 de noviembre de 1885.
Importante fue también su carrera política. Había sido elegido diputado durante el Sexenio Revolucionario (1868-1873) por el distrito de Molina (Guadalajara) para la legislatura de 1871-1872, al obtener 4.366 votos. Posteriormente también fue senador, por el cupo establecido por la Constitución de 1876 para los obispos. Ocupo un escaño en la Cámara Alta desde 1876 a 1882.
Cayetano Galeote era un juguete roto y abandonado por mucha gente
Dicen las semblanzas biográficas que he podido consultar que era sobrio y piadoso, pero la verdad es que lo señalan como un dato frío, y por supuesto con menos entusiasmo que lo de su carrera política. Y cuentan estos mismos relatos que en cuanto llegó a Madrid tomó una serie de medidas disciplinares para meter en cintura al clero de Madrid, y aunque eso dicen las semblanzas para dejar claro lo expeditivo de su decisión, yo quiero pensar que lo de la necesidad del encarrilamiento solo debía afectar a una parte del clero.
El segundo personaje es el sacerdote Cayetano Galeote, que fue apresado al momento, encarcelado y sometido a juicio. De la lectura de la causa podemos saber que Cayetano pertenecía a una familia, de la que varios de sus hermanos padecían trastornos mentales. Él mismo fue diagnosticado como demente y, como he dicho, pasó de la cárcel al manicomio de Ciempozuelos, donde falleció. Y por el testimonio de varios familiares y conocidos suyos, sabemos que desde pequeño había dado muestras de un carácter extraño e irascible, a pesar de lo cual fue ordenado sacerdote.
Cayetano Galeote residía en Madrid en 1880, en compañía de una soltera de 33 años, llamada Tránsito Durda y Cortés, natural de Marbella, con la que vivía amancebado. En 1880 fue adscrito a la iglesia de la Encarnación y allí cobraba 2,50 pesetas diarias, más tarde ofició en San Ginés por una temporada hasta que fue ha escrito al Cristo de la Salud, en la madrileña calle de Atocha. De aquí fue despedido por su carácter exigente y pendenciero, circunstancia por la que fue a quejarse al obispo, que no consideró oportuno hacer valer su autoridad para que le repusieran en el puesto que tenía en el Cristo de la Salud. Y este fue el motivo por el que se sintió agraviado y decidió asesinar al obispo.
La diabólica secularización de la religión ha empujado y empuja a los pastores por caminos descarriados, donde la fe y la caridad están ausentes
Sin duda, Cayetano Galeote era un juguete roto y abandonado por mucha gente. Probablemente por sus propios padres, que demasiado tenían con atender a los otros hijos deficientes mentales. Quizás también por los superiores del seminario, que no acertaron a ver que Cayetano no reunía las condiciones mínimas para ser sacerdote.
Pero sin duda quien tenía una clara responsabilidad sobre el cuidado de este sacerdote era su obispo, el de la carrera eclesiástica y política, el obispo diputado y senador. Y es que la diabólica secularización de la religión ha empujado y empuja a los pastores por caminos descarriados, donde la fe y la caridad están ausentes, porque se han equivocado de esperanza: los pastores donde deben conducir a su rebaño es a los pastos verdaderos, en los que se encuentra la verdadera y única esperanza cristiana, el Cielo, y no a la conquista de ningún paraíso terrenal, sea este del signo que sea.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.