¡Reconquista! Esta palabra tan exclusivamente española se la han llevado a Francia y allí se ha puesto de moda, hasta el punto de que va a tener una importancia capital en las elecciones presidenciales francesas, que se celebrarán próximamente.
Pero esto no ha sido un robo, como el del mariscal Soult que, durante la Guerra de la Independencia, aprovechó para llevarse la Inmaculada de Murillo, que se vendió en pública subasta por la astronómica cifra de entonces de 615.300 francos oro al Museo del Louvre. Sin embargo, hoy se puede contemplar en el Museo del Prado, gracias a una gestión del Gobierno español de 1941, porque Franco además de pantanos, va a resultar que también hizo algo a favor de la cultura.
No, nadie nos ha robado La Reconquista. Lo que ha ocurrido es que los franceses la han recogido del vertedero, donde la habíamos dejado abandonada
No, nadie nos ha robado La Reconquista. Lo que ha ocurrido es que los franceses la han recogido del vertedero, donde la habíamos dejado abandonada, porque en España ya no se habla de la Reconquista y apenas se estudia en los colegios.
Otra cosa era lo que ocurría no hace tiempo. Pues sucedía que, mientras Sor Pilar fue Sor Pilar antes de transformarse en Pili, las niñas de un colegio de monjas del norte de España aprendían La Reconquista cantando con la música de La Banderita. Transcribo solo las primeras estrofas de una larga secuencia de versos, que ocupan un par de folios, porque el canto de la Reconquista de la Sor era muy largo, como muchos fueron los siglos empleados en conseguir el triunfo. Así cantaban las niñas:
La Reconquista española
ocho siglos nos costó.
718 en Covadonga empezó,
al mando de don Pelayo
Reino de Asturias formó
que al extender sus conquistas
llega a Galicia y León.
El condado de Castilla
Fernán González formó.
Navarra, Sancho García
Y Wiffredo en Aragón.
¡La Reconquista empezó!
Pero a lo que estamos Remigia, que se nos pasa el arroz. Volvamos a Francia. Dentro de cuatro semanas, exactamente el próximo día 10 de abril se celebrará en el país vecino la primera vuelta de las duodécimas elecciones presidenciales de la V República Francesa, a las que se presenta un aspirante a ocupar el Palacio del Elíseo por un partido con el nombre de “Reconquista”. Si ninguno de los candidatos obtiene la mayoría absoluta el día 10, como todo parece indicar, en quince días y en segunda vuelta, se volverá a votar a los dos candidatos que más sufragios obtuvieron dos semanas antes.
El líder de Reconquista es Éric Zemmour, periodista y escritor, que como saque los votos en la misma proporción que vende sus libros puede romper los pronósticos que había hecho el sistema antes de su aparición. Zemmour tiene 63 años y nació en Montreuil, localidad que forma parte de la conurbación que rodea París. Pertenece a una familia judía de religión, que emigró de Argelia cuando comenzaron las revueltas por su independencia, y es por lo tanto de origen árabe. Zemmour es judío prácticante y no se esconde cuando acude con frecuencia a la sinagoga. Él mismo se presenta como un “judío bereber”, pero dice de sí mismo que es, ante todo, francés de tradición.
Para presentar su candidatura se ha ido a Normandía y para ese acto no ha elegido ninguna ciudad, sino una inmensa llanura deshabitada, donde solo hay cielo, tierra y mar, sobre la que se levanta el Monte San Miguel, rematado por una abadía, signo de quince siglos de nuestra civilización.
El año 709 el obispo Aubert construyó sobre este monte —hasta entonces denominado Tombe— un santuario en honor de San Miguel. Más tarde, por intervención del duque de Normandía, Ricardo I, se instaló allí una comunidad benedictina, que hizo de ese lugar un importante centro religioso y cultural, donde se escribieron tantos manuscritos, que el lugar era también conocido como la “ciudad del libro”. Desde su creación, la abadía ha atraído a millones de peregrinos, entre los que no faltaron distintos reyes de Inglaterra y de Francia.
Y Zemmour coherente e íntegro como pocos, para ejemplo de esos políticos católicos moderaditos que se avergüenzan y ocultan su condición, cumple con su palabra de asumir la tradición de Francia, sin desechar esos siglos en los que Francia se sentía orgullosa de ser la Fille aînée de l'Église (la Hija primogénita de la Iglesia). Con su actitud rompe Zemmour con los fundamentos de la cultura progresista, que solo reconoce como tradición la Revolución Francesa y borra de la Historia los siglos anteriores, como si nunca hubieran existido.
Rompe Zemmour con los fundamentos de la cultura progresista, que solo reconoce como tradición la Revolución Francesa y borra de la Historia los siglos anteriores
En definitiva, La Reconquista de Zemmour no tiene otro objetivo que recuperar íntegramente el ser histórico de Francia, incluidas sus raíces cristianas. Por eso en su intervención, trascendió los acontecimientos del pasado para llegar al núcleo religioso, y lo hizo con estas palabras:
“Os voy a hablar con el corazón en la mano, os voy a hablar con franqueza. Mientras admiro este Monte San Miguel, para mí uno de los lugares más bellos del mundo, me parece increíble que hoy esté delante de vosotros para proponeros La Reconquista de Francia.
¡Qué isla! ¡Qué monte! ¡Qué joya! Los cristianos que se instalaron aquí hace quince siglos, en el año 709, se consagraron a San Miguel.
Pero precisemos que San Miguel es alguien distinto a un santo. Las Sagradas Escrituras nos presentan a San Miguel como el generalísimo del ejército celestial.
San Miguel es un ángel que manda un ejército de ángeles contra los demonios en un combate eterno, en un combate que empezó hace miles de años, en un combate eterno entre el Bien y el Mal.
San Miguel es, pues, un ángel superior, y a la vez un ángel militar, un líder, un protector y un pastor. Recordad que la primera invocación de la oración de San Miguel es esta: ¡Defiéndenos en la batalla!
Por eso, generalmente, se representa a San Miguel blandiendo su espada con la que derriba al diablo. ¡San Miguel es la representación por excelencia del combate espiritual!”.
Y en efecto, la Reconquista española fue fundamentalmente un combate espiritual
José María Pemán, en su libro La Historia de España contada con sencillez, explica la Reconquista española con esta genialidad: “La zona árabe se iba haciendo cada vez más española, es posible que de no haber tenido en cuenta más que la raza y la sangre estas dos zonas se hubieran ido poco a poco entendiendo y mezclándose. Es posible que hubiera bastado esa especie de reconquista callada e interior que se iba realizando en la sangre y en el alma de los mismos dominadores. Pero había una cosa por encima de la sangre y la raza, que mantenía la división y que hacía imposible la mezcla y unión definitiva: la religión. Esto es lo que mantenía de verdad separados a moros y cristianos. Y esto es lo que empujó a estos a la Reconquista, que no es más que una cruzada religiosa, una guerra en defensa de la fe de Cristo, la prueba está en que la frase que ha quedado señalando los dos bandos en la lucha es esta: "moros y cristianos”, no “moros y españoles”.
Y ante la actuación de un judío como Éric Zemmour no puedo por menos que pensar en la manera en la que los políticos nos han tratado a los católicos en España. Lo de los socialistas y los comunistas en nada me sorprende, porque a su ideología antirreligiosa se une su tradicional falta de respeto por la libertad, el marxismo los parió materialistas y totalitarios, y no tienen remedio.
Pero lo realmente sorprendente para mí ha sido la actuación de los políticos católicos que han tenido responsabilidades de poder en los últimos años en España. En su peculiar manera de entender la Reconquista cristiana de la sociedad española se han pasado al moro, y lo han hecho “democráticamente”, legitimando su cargo y su sueldo con el voto cautivo de los católicos.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.