Al día de hoy solo conocemos una parte de la persecución religiosa en España durante la Segunda República y la Guerra Civil, de la que fueron responsables los socialistas, los comunistas y los anarquistas. Sabemos el número de sacerdotes, religiosos y monjas que fueron martirizados: 4.184 sacerdotes del clero secular, 2.364 religiosos y 296 monjas; en total 7.845. Pero no tenemos ni idea, ni siquiera por aproximación, del número de laicos que murieron mártires. Y ya solo con esta porción de conocimiento, se puede afirmar que fue la mayor persecución de la Iglesia católica de toda su historia bimilenaria.
Para llegar a conocer las verdaderas dimensiones de la persecución religiosa de la Segunda República y la Guerra Civil, hay que remangarse y que un número importante de investigadores se ponga a trabajar. La tarea es inmensa, porque las verdaderas dimensiones de dicha persecución solo las podremos valorar si se estudian a la vez y se relacionan el martirio de las personas y el martirio de las cosas sagradas. Del primero, como he dicho sabemos solo una parte, del segundo solo hemos visto algún lamento por la pérdida del patrimonio cultural, pero el martirio de las cosas sagradas es algo más profundo que eso.
No basta con limitarse a protestar por la destrucción de las imágenes de valor artístico, porque pudiera parecer que entonces no damos importancia a los ataques contra las imágenes sin dicho valor artístico. Y fueran o no fueran artísticas las imágenes, desde un punto de vista histórico, aquello fue un ataque contra el derecho de los españoles a practicar la religión católica.
Por lo tanto, hay que estudiar el martirio de las cosas sagradas con este nuevo enfoque. Esta es la conclusión a la que he llegado después de pasearme los últimos veranos por una zona de la Alcarria, en los que he recorrido la zona del partido judicial de Sacedón con los ojos abiertos de historiador.
En la persecución religiosa durante la Segunda República y la Guerra Civil, fueron martirizados 4.184 sacerdotes del clero secular, 2.364 religiosos y 296 monjas; en total 7.845. Pero no tenemos ni idea, ni siquiera por aproximación, del número de laicos que murieron mártires
En 1936, en el partido judicial de Sacedón había 24 pueblos. Algunos de estos pueblos tienen en la actualidad unas iglesias con unas plantas nobles, edificadas hace siglos. Baste con señalar que la iglesia de Escamilla fue declarada monumento histórico nacional en 1979. Pero el caso más espectacular es el de la localidad de Pareja, que con tan solo cuatrocientos habitantes tiene una iglesia con porte de catedral. Animo a mis lectores para que acudan a visitarla. El párroco, un sacerdote joven y estupendo, ayudado por unos cuantos feligreses que son todo un ejemplo, la tiene limpia y muy cuidada.
Cuando visitaba esta zona de la Alcarria me llamó la atención el contraste entre el porte exterior de las iglesias y el vacío interior de las mismas, que hablaba a las claras del martirio de las cosas sagradas, durante la persecución religiosa que padeció esta zona de Guadalajara. Así es que me he puesto a rascar solo un poco en los archivos y estas son las conclusiones que hoy les ofrezco en este artículo.
En total fueron asesinados siete sacerdotes relacionados con el partido judicial de Sacedón, bien porque les asesinaran en esta zona o porque perteneciendo a él, les martirizaron en otro lugar. Este es el caso del párroco de Alhóndiga, Sixto García Caballero, que se refugió en casa de su padre en el pueblo de Moratilla de los Meleros. Allí le dieron caza y le llevaron a Madrid donde le asesinaron. Un caso similar fue el del cura ecónomo de El Olivar, Víctor Díaz de Andrés, que marchó a su pueblo natal, Tomellosa (Guadalajara), una pequeña pedanía de Brihuega, y allí le encontraron sus perseguidores y le asesinaron.
En el pueblo de Sacedón asesinaron a dos sacerdotes, Pedro Manuel Lorente y José de la Fuente Falcón. La misma suerte corrieron el religioso Julián Ruiz Aragonés de Auñón y el párroco de Durón, Antonio Mayor Bermejo.
De los siete sacerdotes asesinados, el caso más cruel fue el del cura ecónomo de Salmerón, Joaquín López Muñoz, al que le hicieron varias mutilaciones y le asesinaron en el pueblo de Peralveche. Es de dominio común en estos pueblos, y así me lo contaron, que a este sacerdote le torearon y le torturaron sin piedad con todas las suertes de la lidia. El hecho es que cuando le exhumaron después de la guerra, comprobaron que le habían cortado las orejas.
En el partido judicial de Sacedón (24 pueblos) se asesinaron siete sacerdores. No se sabe qué pasó con el resto, pero no los asesinaron... probablemente por muchos comportamientos heroicos de sus feligreses y de sus familiares que se jugaron la vida por salvarlos
Ahora bien, desconocemos lo que pasó con el resto de los sacerdotes del partido judicial de Sacedón. Lo único que sabemos es que no los asesinaron porque los socialistas y los comunistas no los cogieron. Y sin duda que futuras investigaciones históricas deben averiguar cómo se salvaron, y a buen seguro que será un trabajo interesantísimo, porque tiene que haber muchos comportamientos heroicos de los feligreses y de los familiares de estos sacerdotes que se jugaron la vida por salvarlos.
Pero el carácter absoluto y radical de la persecución religiosa ejecutada por los socialistas, los comunistas y los anarquistas se pone de manifiesto cuando se analiza el martirio de las cosas sagradas. En los 24 pueblos del partido judicial de Sacedón, no solo fueron saqueadas y profanadas todas las iglesias parroquiales, sino también todas las ermitas, porque de lo que se trataba era de arrancar la fe del pueblo español. Sin duda, que la fe sencilla de algunas gentes y con poca formación está solo prendida en la devoción al titular de la ermita de su pueblo, y por lo tanto si le quitas esa ermita, le arrancas la fe.
El caso de Hontanillas es muy significativo. Este pueblo hoy día está abandonado; hace un siglo tenía muy pocos habitantes. Según el censo del año 1930 tenía exactamente 87 habitantes, 48 varones y 39 hembras. Pues bien, a pesar de su poca importancia demográfica, vinieron milicianos de fuera para destruir su iglesia, porque su radicalismo antirreligioso no podía tolerar una manifestación de fe ni en el último rincón perdido de España.
Los archivos guardan documentos importantísimos, por lo que hago un llamamiento a mis colegas de Historia Contemporánea para que propongan este tema de tesis a los próximos doctorandos.
No solo fueron saqueadas y profanadas todas las iglesias parroquiales, sino también todas las ermitas, porque de lo que se trataba era de arrancar la fe del pueblo español. El radicalismo antirreligioso no podía tolerar una manifestación de fe ni en el último rincón de España
Y los primeros que tendrían que impulsar esta investigación deberían ser los obispos de España. Mejor empleado estaría el dinero en financiar tesis doctorales sobre la persecución religiosa durante la Segunda República y la Guerra Civil, que en hacer programas de sexo en la COPE o en promocionar al Partido Popular en Trece TV.
Aunque para empezar, los obispos podrían dejar de referirse a los católicos, laicos, sacerdotes y religiosos, que dieron su vida en defensa de la fe como “mártires del siglo XX” o “mártires de la década de los treinta”, porque ni el siglo XX ni la década de los treinta asesinaron a nadie. Semejante denominación es una grosera mentira, porque en el siglo XX y en la década de los treinta lo cierto es que hubo miles de mártires, pero eso sucedió en la España controlada por los socialistas, los comunistas y los anarquistas, porque en la zona ocupada por las tropas de Franco no solo no hubo mártires, sino que se defendió y se protegió a la religión católica. Es bien significativo que cuando entraban las tropas de Franco a recuperar una zona dominada por los rojos, en muchos lugares las gentes los recibían cantando no el Cara al Sol, sino el himno de Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat.
Pero sigamos con el partido judicial de Sacedón durante la Guerra Civil. Todos los vasos sagrados y cuanto tenía apariencia de oro y plata, que durante siglos los fieles habían entregado para dignificar el culto, fueron robados.
Los ornamentos sagrados fueron profanados y buena parte quemados públicamente. En el pueblo de Salmerón se utilizaron como mantas para las caballerías. Por su parte, el pueblo de Sacedón tenía dos ternos muy valiosos, con los que se revestían en la misa mayor el celebrante, el diácono y el subdiácono. Uno estaba tejido con seda encarnada y el otro era de tisú de plata, que había sido donado por el infante Don Juan Manuel. Los dos fueron quemados.
En la década de los treinta lo cierto es que hubo miles de mártires, pero eso sucedió en la España controlada por los socialistas, los comunistas y los anarquistas, porque en la zona ocupada por las tropas de Franco no solo no hubo mártires, sino que se defendió y se protegió a la religión católica
Las imágenes fueron destruidas casi en su totalidad, como sucedió con el Santo Cristo yacente de ébano, que se veneraba en el pueblo de Salmerón. Tiraron la imagen desde el coro varias veces y acabaron destrozándola del todo con un hacha. En Auñón arrasaron buena parte de las tablas del siglo XVI de la Escuela Toledana. En Córcoles hicieron pedazos la imagen de piedra de la Virgen de Monsalud, patrona del pueblo.
Prácticamente todos los altares y los retablos fueron destruidos y degradaron por uso los recintos sagrados, convirtiéndoles generalmente en almacenes o cuadras para el ganado. En Chillarón del Rey la iglesia se convirtió en espacio de divertimento y salón de cine. Menos noble fue el uso que le dieron a la iglesia de Recuenco, pues una parte de ella se convirtió en retrete de uso público.
Tampoco respetaron el reposo de los difuntos y saquearon sus sepulturas. En el pueblo de Alcócer había un convento de clarisas, que había sido fundado por Doña Mayor Guillén de Guzmán. En su juventud, Doña Mayor había sido amante del futuro rey Alfonso X el Sabio (1221-1284), con quien tuvo una hija, Beatriz de Castilla, reina consorte de Portugal, al casarse con Alfonso III. Como he dicho, con los años fundó este convento en Alcócer y profesó en él, donde murió en 1263. Una imagen que cubría su sepultura fue destrozada y los restos de Doña Mayor fueron profanados, haciéndolos objeto de burla.
El martirio de las cosas sagradas: saqueos y profanaciones de todas las iglesias parroquiales y ermitas, ornamentos sagrados profanados y quemados, las imágenes fueron destruidas casi en su totalidad, todos los altares y retablos fueron destruidos, sepulturas saquedas...
Todo lo expuesto hasta aquí habla bien a las claras del empeño de los socialistas y los comunistas de arrasar la fe de España y por lo tanto de borrar la historia de España, ya que sin la religión católica su historia ni tiene sentido, ni puede entenderse. Se trataba de hacer una España socialista, materialista y atea, construida sobre los escombros de la fe católica.
El martirio de las cosas sagradas proclama esta verdad con toda claridad, que los futuros historiadores tienen que poner negro sobre blanco. Pero los marxistas no pudieron conseguir arrancar la religión católica de España, porque perdieron la Guerra Civil. Sí, esa era su intención y no la ocultaban entonces, por más que sus sucesores del actual Gobierno de coalición de socialistas y comunistas de Pedro Sánchez quieran distorsionar ahora la historia. El 5 de marzo de 1937, el Secretario General del Partido Comunista Español, José Díaz, dijo en un mitin en Valencia: «En las provincias en las que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado con mucho la obra de los Soviets, porque la Iglesia en España está hoy día aniquilada».
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.