El cardenal Osoro ha tenido una ocurrencia… Perdón, seamos precisos: Su Eminencia, el cardenal arzobispo de Madrid, tiene bastantes ocurrencias, pero una de las últimas me ha llamado la atención y me ha inspirado el artículo de este domingo.
Como resulta que estamos en el año de Amoris Laetitia, el cardenal de Madrid pretende que nos enteremos a fondo de las enseñanzas de ese documento pontificio. Y como en él se dice que no hay que discriminar a los homosexuales, para que sepamos comportarnos, ha encargado a Marciano Vidal que nos indique lo que debemos hacer.
Marciano Vidal es un religioso redentorista al que el cardenal Osoro le ha encargado una conferencia titulada “La fundamentación desde la teología moral del acompañamiento espiritual de personas de orientación sexual diversa”. El conferenciante es autor de varios libros de moral, que se los han metido a nuestros seminaristas españoles con calzador en los últimos años, lo que ayuda a entender que se hayan vaciado los seminarios españoles y algunos hasta desaparecido.
Marciano Vidal es un religioso redentorista al que el cardenal le ha encargado una conferencia titulada “La fundamentación desde la teología moral del acompañamiento espiritual de personas de orientación sexual diversa”
Pues resulta que la Congregación para la Doctrina de la Fe el 22 de febrero de 2001 publicó una nota, firmada por el entonces cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, en la que se decía que los libros de Marciano Vidal no podían ser utilizados para la formación teológica, por los errores que contenían. Para entendernos, que según la Congragación para la Doctrina de la Fe, Marciano Vidal en Teología moral es el maestro Ciruela, que no sabe leer... y el cardenal de Madrid le ha puesto escuela.
El redentorista Marciano Vidal promociona la moral de “la opción fundamental”, que es la que practica un conocido mío que se llama Don Conegundo. Así es que contando su historia, se entenderán mejor las doctrinas morales de Marciano Vidal.
Don Conegundo es un burgués con muchos posibles, que vive en un pisazo de una calle céntrica de Madrid y trabaja de directivo en una empresa de exportación, que apalea los millones. Y en esa empresa también trabaja una subordinada de don Conegundo, con la que un buen día empezó a tomarse en exclusiva los cafés de media mañana. Así es que cuando la señorita en cuestión se dio cuenta de qué iba el juego, comenzó a vestirse con modelos “ámame por mi inteligencia”. Y entre que don Conegundo se puso como una moto y la otra dijo que sí es sí, pasaron de mantener relaciones laborales a otras de tipo distinto.
La Congregación para la Doctrina de la Fe en febrero de 2001 publicó una nota, firmada por el entonces cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, en la que se decía que los libros de Marciano Vidal no podían ser utilizados para la formación teológica, por los errores que contenían
Pero si la mente arcaica, tridentina, franquista y hasta cochina de alguno de mis lectores lo que está pensando es que Don Conegundo le puso los cuernos a su señora esposa, es porque no se ha enterado de en qué consiste lo de la “opción fundamental” de Marciano Vidal.
No, don Conegundo no se considera ningún adúltero, porque puede hacer compatible la fidelidad a su esposa con la práctica de todo tipo de relaciones con su subordinada, las laborales y las que no lo son tanto, porque su “opción fundamental de amor”, la que siempre tiene en la cabeza no es con su subordinada, sino con su legítima esposa, porque la moral de Don Conegundo no es objetiva sino subjetiva. Para los partidarios de la “opción fundamental”, como Don Conegundo, lo que debe ser juzgado como moral o inmoral no son los actos, sino las actitudes.
Sin duda que la demolición de la moral objetiva es un punto importantísimo en el Modernismo, “el conjunto de todas las herejías” como así lo definió en la condena que de él hizo San Pío X (1903-1914), cuya fiesta celebraremos el próximo sábado día 21 de agosto.
La demolición de la moral objetiva es un punto importantísimo en el Modernismo, “el conjunto de todas las herejías” como así lo definió en la condena que de él hizo San Pío X
Pero hay otra fórmula de destrucción de la moral objetiva, conectada igualmente con el Modernismo. Se trata de “la moral del mal menor”, utilizada por buena parte de los católicos españoles dedicados a la política y la casi totalidad de los dirigentes de los movimientos oficiales del sistema de la familia y provida, y digo “casi” por si alguno de mis lectores conoce a alguna persona honrada y con rectitud de intención en estos movimientos.
Los católicos practicantes de la moral del mal menor, como siempre encuentran “un mal mayor” de referencia, se ponen la moral objetiva por montera para justificar su permanencia en el cargo y el disfrute del sueldo y/o de la subvención. El único obstáculo que encuentran es la existencia de católicos coherentes, que con su comportamiento les recuerdan que cuando existe un bien posible, no se puede optar por ningún mal, ni mayor ni menor. Por eso su estrategia es silenciar y hasta eliminar de la vida pública y social a los católicos coherentes, para que no les pongan en evidencia. De este modo, tachándoles de radicales, obtienen otro beneficio añadido, al quedar ellos en exclusiva como los católicos moderados y tolerantes.
Pero hay otra fórmula de destrucción de la moral objetiva, conectada igualmente con el Modernismo. Se trata de “la moral del mal menor”, utilizada por buena parte de los católicos españoles dedicados a la política y la casi totalidad de los dirigentes de los movimientos oficiales de la familia y provida
Y todo esto es lo que San Pío X condenó como Modernismo. Las distintas tendencias modernistas se pueden definir como un nuevo intento gnóstico que trata de sustituir los fundamentos doctrinales sobre los que su Fundador había edificado la Iglesia, en un afán de desplazar la fe y la Revelación como fundamento del hecho religioso y colocar en su lugar los criterios del racionalismo y de la ciencia positivista. En suma, el modernismo subordina la fe a lo que los modernistas denominan “formulaciones de los tiempos modernos”, que por ser opuestas a la fe acaban modificando el depósito entregado por Jesucristo.
El círculo de los modernistas fue muy reducido, realmente eran muy pocos y estaban muy localizados. Todos ellos eran clérigos, entre los que destacaban el sacerdote Alfred Firmin Loisy (1857-1940) en Francia, el jesuita George Tyrrel (1861-1909) en Inglaterra, el profesor del seminario romano Ernesto Buonaiuti (1881-1946) y el sacerdote italiano Romolo Murri (1870-1944).
El modernismo subordina la fe a lo que los modernistas denominan “formulaciones de los tiempos modernos”, que por ser opuestas a la fe acaban modificando el depósito entregado por Jesucristo
Los modernistas no articularon un cuerpo orgánico doctrinal y prefirieron seguir la táctica de exponer sus ideas de un modo difuso, utilizando el recurso de las medias verdades. Todo ello, además de dificultar la actuación de las autoridades eclesiásticas para establecer la divisoria entre las publicaciones de contenido erróneo, ofrecía a los modernistas la posibilidad de no darse por enterados, cuando llegase la condena. A pesar de todo, la claridad y coherencia de San Pío X fue meridiana: la fe de la Iglesia no tiene necesidad de adaptarse a nada, por cuanto la plenitud de los tiempos se había producido ya con la revelación de Jesucristo, Dios hecho hombre. Partiendo de este principio básico que salvaguardaba el depósito entregado por Jesucristo, San Pío X denunció los objetivos de los modernistas mediante el decreto Lamentabili (3-VII-1907), expuso de un modo organizado la doctrina del modernismo y la condenó en la encíclica Pascendi (8-IX-1907) y estableció toda una serie de medidas disciplinares en varios documentos, el más importante de los cuales fue el motu proprio Sacrorum Antistitum (1-IX-1910).
A pesar de todo, la claridad y coherencia de San Pío X fue meridiana: la fe de la Iglesia no tiene necesidad de adaptarse a nada, por cuanto la plenitud de los tiempos se había producido ya con la revelación de Jesucristo, Dios hecho hombre
Ahora bien, que San Pío X hiciera un diagnóstico certero de la enfermedad que aquejaba a la Iglesia en modo alguno puede interpretarse como que durante su pontificado al paciente ya se le podía dar de alta. Ciertamente que la estrategia de los primeros modernistas no fue de lo más eficaz para atraer a un gran número de seguidores. Proponer que se debía vivir al margen del magisterio y ser autónomo para que cada uno pudiera decidir las verdades de fe, que se podían cambiar para estar en consonancia con la ciencia moderna, no tuvo suficiente tirón social a principios del siglo XX. Pero tras décadas de letargo, que algunos interpretaron equivocadamente como su muerte definitiva, despertaron los modernistas y tuvieron un éxito sin precedentes, tras publicar Pablo VI (1963-1978) la Humanae vitae (25-VII-1968); a partir de este momento sí que hubo y sigue habiendo muchos católicos partidarios de reivindicar su autonomía, para que, al margen de la moral de la Iglesia Católica, cada uno pueda decidir lo que está bien y lo que está mal en el lecho conyugal. La cuestión es que el depósito de la fe y la moral es indivisible y se empieza rechazando la Humanae vitae y se acaba dando la espalda a todo el magisterio de la Iglesia.
La cuestión es que el depósito de la fe y la moral es indivisible y se empieza rechazando la Humanae vitae y se acaba dando la espalda a todo el magisterio de la Iglesia
No fue poco el mérito de San Pío X al descubrir el tumor. Faltaba en lo sucesivo poner los remedios para curarlo y evitar la metástasis, porque los modernistas no se rindieron a lo largo del siglo XX, hasta el punto de que Pablo VI tuvo que reconocer públicamente que el humo de Satanás se había metido dentro de la Iglesia.
El Modernismo al retirar al Espíritu Santo, para que en su lugar sean los conceptos humanos los que rijan la Iglesia, ha atado las manos a la Misericordia Divina, porque el pecado contra el Espíritu Santo no tiene perdón. Por eso ha llegado la hora de la Virgen. Y en estas estamos, esperanzados y pendientes de que la Madre de Dios y Madre Nuestra abra puertas y ventanas para ventilar nuestras estancias y evitar que nos asfixie el humo modernista de Satanás.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá