No son los peores rayos los que caen del cielo, sino los que surgen de los abismos infernales. Y pienso yo que el rayo lanzado contra el templo del Tibidabo de Barcelona tiene que tener un origen maligno, porque pretende cargarse la adoración perpetua, día y noche, al Santísimo Sacramento, adoración en la que participan tantos barceloneses, que cubren todos los turnos durante las 24 horas del día. Y lo normal es que ese rayo maligno no haga una de las suyas, porque siendo el cardenal de Barcelona presidente de la Conferencia Episcopal Española, lo lógico es que actué él mismo de pararrayos.
El Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús del Tibidabo -ese es su nombre oficial- se levanta sobre la montaña de la que toma el nombre, un balcón situado a más de quinientos metros de altura, desde donde se divisa toda la ciudad de Barcelona. Dicho templo está regido por los salesianos, los hijos de San Juan Bosco, que tiene ligada a su persona la existencia de este santuario de Barcelona. Veamos la historia.
Sucedió que a finales del siglo XIX corrió la noticia por Barcelona de que en la montaña del Tibidabo se pretendía edificar algunos edificios poco acordes con el sentir cristiano, entre ellos lo más piadoso parece ser que era un casino. Y desmintiendo el falso tópico de la ingénita tacañería de los catalanes, un grupo de barceloneses se rascó el bolsillo y compraron esos terrenos, para evitar semejante atropello.
El Tibidabo es uno de los templos más representativos de la Adoración perpetua, la primera que hubo en España, 24 horas al día
Vivía por entonces en Barcelona una mujer de origen chileno, Dorotea de Chopitea de Villota (1816-1891), devota de María Auxiliadora y amiga personal de San Juan Bosco, a quien invitó a visitar la ciudad condal. Dorotea era una mujer de posibles y se convirtió en el gran apoyo económico de los salesianos, a quienes les sufragó la construcción de algunos de sus colegios en España y en Chile. Fue tan generosa que, al final de sus días, había dado prácticamente toda su fortuna personal a los pobres. Así es que aprovechando la estancia del fundador de los salesianos en Barcelona, quienes habían adquirido los terrenos del Tibidabo, se los regalaron a San Juan Bosco.
Y así fue como surgió el proyecto de construir ahí un templo dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, al que desde el principio han estado ligados los salesianos por enseñanzas de su fundador. Precisamente en estos años y gracias al empeño de San Juan Bosco se daba remate en la ciudad de Roma a la construcción del templo del Sacro Cuore di Gesù, que quedó abierto al culto en el año 1887. El viajero que se apee en la estación Termini es lo primero que ve, porque el templo está justo enfrente de esta estación ferroviaria de Roma.
En 1886 los salesianos comenzaron por construir una pequeña capilla en el Tibidabo. La primera piedra del actual templo se colocó el 28 de diciembre de 1902, en un acto presidido por el entonces obispo de Barcelona, Salvador Casañas, que pidió limosnas a los fieles para construir en esa montaña lo que el prelado llamó el “Montmartre de Barcelona”, en referencia a la colina de París, a la derecha del Sena, donde se encuentra la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús. La generosidad de tantos católicos no solo de Cataluña, sino del resto de España y hasta de los católicos de Hispanoamérica permitió que las obras del monumental templo concluyeran sesenta años después.
En 1935 el famoso escultor Frederic Marès ya había realizado la imagen del Sagrado Corazón de Jesús de ocho metros de altura, que debía coronar el templo. De momento, la imagen se puso en una de las terrazas, a la espera de colocarla en la cúspide, pero durante la Guerra Civil Española el sectarismo antirreligioso de los republicanos arremetió contra la imagen, y la fundieron para construir material bélico. Tras la Guerra Civil, los salesianos encargaron una réplica de la obra original a Josep Miret algo más pequeña (7,5 metros).
Junto con el de la Sagrada Familia, el del Tibidabo es uno de los dos templos expiatorios que hay en Barcelona. Y desde 1961, por decisión del papa San Juan XXIII tiene el título de Basílica menor. Por otra parte, el Tibidabo es uno de los templos más representativos de la Adoración Nocturna Española. Veamos su historia.
El 6 de diciembre de 1848 en el santuario parisino de Nuestra Señora de la Victorias, Hermann Cohen (1820-1871) celebraba la primera Adoración Nocturna, que pronto se extendió por otros países. Cohen era judío y fue un genial y afamado pianista, discípulo predilecto de Franz Liszt, que se codeó con los personajes más anticatólicos de su época, incluido el anarquista Bakunin. Pero Cohen en 1847 tuvo un proceso de conversión, en lo que le ayudó otro judío también converso, Alfonso María de Ratisbona (1814-1884), y acabó ingresando en la orden de los carmelitas.
Por su parte, el español Luis de Trelles y Noguerol (1819-1891), en un viaje a París en 1862, conoció la Adoración Nocturna, y quedó tan cautivado por esta devoción que la promovió en España. El 3 de noviembre de 1877, Luis de Trelles y otros siete hombres más hicieron la primera vigilia de la Adoración Nocturna Española en la madrileña iglesia de San Antonio del Prado, perteneciente al extinguido convento de los Capuchinos frente al Congreso de los Diputados. Este convento había sido fundado por el Duque de Lerma y fue derribado en 1890.
Desde 1877 y hasta su muerte Luis de Trelles se dedicó a promover turnos de Adoración Nocturna por toda España. Y precisamente la del Tibidabo de Barcelona se ha convertido en la actualidad una de las secciones más populares de la Adoración Nocturna Española, donde comenzó la adoración ininterrumpida la Santísimo Sacramento en 1966
Desde 1877 y hasta su muerte, Luis de Trelles se dedicó a promover turnos de Adoración Nocturna por toda España. Y precisamente la del Tibidabo de Barcelona se ha convertido en la actualidad en una de las secciones más populares de la Adoración Nocturna Española, donde comenzó la adoración ininterrumpida la Santísimo Sacramento en 1966.
Pero llegó el coronavirus y el rector del templo del Tibidabo, un salesiano que responde al nombre de Frances Riu suspendió la Adoración Perpetua y ha prohibido el acceso a los turnos de adoración nocturna, cuando en la mayoría de los templos se ha restablecido la adoración nocturna, una vez que acabó el estado de alarma.
Y a lo mejor alguno de mis lectores estará pensando que cuando dije al principio de este artículo que un rayo maléfico quiere cargarse la Adoración Nocturna del Tibidabo estaba exagerando. Pero es que no lo digo yo, lo ha dicho Frances Riu, un salesiano que -como he dicho- es el rector del templo del Tibidabo.
Frances Riu, salesiano rector del Templo del Tibidabo: “Los turnos de adoración nocturna se suspendieron a causa de la pandemia y reanudarán próximamente. Quizás no se hará a gusto de todos. Suele suceder cuando una institución eclesial decide renovarse por fidelidad a la misma Iglesia”.
Claro está que él no emplea el término “cargarse”, pero dice lo mismo que yo en jerga clerical con pretensiones progres. Porque el rector del Tibidabo es tan progre, que hasta es uno de los firmamentes del manifiesto nacionalista catalán a favor del referéndum ilegal. Les voy a transcribir exactamente lo que el padre Frances Riu ha publicado en un comunicado:
“Los turnos de adoración nocturna se suspendieron a causa de la pandemia y se reanudarán próximamente. Quizás no se hará a gusto de todos. Suele suceder cuando una institución eclesial decide renovarse por fidelidad a la misma Iglesia”.
¿A que les ha dado cosa leerlo…? Una más de los dictadorzuelos clericales, que pasándose por el arco del triunfo los derechos de los fieles, nos imponen a los demás sus peculiares gustos y caprichos, en nombre de una pretendida renovación, que después de tantas experiencias ya nos las sabemos de memoria y en lo que acaban. Pero a estas alturas ya no cuelan, porque desde lo del Concilio Vaticano II no hemos parado de renovarnos y el resultado es que nos tienen a todo el pueblo fiel más padecido que al caballo del picador, pero de los de la época en la que estos caballos no llevaban peto.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alacalá