Empezaremos casi como la semana pasada: Barbastro y 8 de agosto, pero de 1936… Tal día como hoy de hace 85 años, cuando el octavo día de agosto todavía le estaba dando el relevo al siguiente y no había amanecido, fue torturado con saña diabólica y martirizado Florentino Asensio Barroso, obispo de Barbastro.
El beato Florentino Asensio Barroso fue uno de los trece obispos españoles martirizados durante la Guerra Civil. En algunos casos se da la cifra solo de doce obispos, porque no se cuenta el asesinato de Juan de Dios Ponce y Pozo, a quien la Santa Sede había nombrado administrador apostólico de Orihuela, que había quedado vacante por haber renunciado por enfermedad su titular, monseñor Irastorza. Por lo tanto, es correcto decir que fueron 13 los obispos asesinados, pues Juan de Dios Ponce y Pozo era quien estaba al frente de la diócesis y precisamente le asesinaron por eso.
Los milicianos republicanos asesinaron a 13 obispos en toda España. No les dio tiempo a más
Los obispos españoles asesinados en la Guerra Civil por orden cronológico fueron los siguientes: El primero, el obispo de Sigüenza, Eustaquio Nieto Martín (26-VII-1936). En el mes de agosto: Salvio Huix, obispo de Lérida, el día 5; el día 8, Cruz Laplana, obispo de Cuenca; el día 9 el obispo de Barbastro, Florentino Asensio Barroso y Miguel Serra Sucarrats, obispo de Segorbe; el día 12 el obispo de Jaén, Manuel Basulto Jiménez y el obispo auxiliar de Tarragona, Manuel Borrás Ferré; el día 22 el obispo de Ciudad Real, Narciso de Esténega y Echevarría; el día 29 fueron asesinados juntos los obispos de Guadix-Baza, Manuel Medina Olmos, y el de Almería, Diego Ventaja; en diciembre de 1936 fueron asesinados el mencionado Juan de Dios Ponce y Polo y el obispo de Barcelona, Manuel Irurita y Almandoz; por último y cerca de la frontera francesa el 7 de febrero de 1939 fue fusilado el obispo de Teruel, fray Anselmo Polanco.
Florentino Asensio Barroso había nacido en Villasexmir, un pueblecito de la provincia de Valladolid el 16 de octubre de 1877 y en su diócesis castellana fue ordenado sacerdote en 1901. Allí ejerció distintas funciones sacerdotales, hasta que fue nombrado obispo de Barbastro, diócesis de la que tomó posesión el 16 de marzo de 1936, cinco meses escasos antes de morir mártir.
Desde la proclamación de la Segunda República, Barbastro fue escenario de irregularidades electorales, de la intolerancia política y del sectarismo antirreligioso de los partidos de izquierda. Hacerse con el control del Ayuntamiento el bloque de izquierdas y comenzar a cambiar los nombres de las calles de Barbastro fue todo uno. A que les suena… Así por ejemplo y para darnos una idea de sus querencias la calle de Santo Domingo cambió su nombre por el de Pablo Iglesias, la de Capuchinos por el de Ferrer Guardia y la plaza de la Candelaria por el de plaza de Rusia, y conviene recordar que por entonces en Rusia mandaba Stalin, uno de los tiranos más sanguinarios de la historia de la Humanidad, cuyas víctimas se cuentan por decenas de millones.
Lo primero que hizo la izquierda al llegar al poder en Barbastro fue cambiar el nombre de las calles. ¿Les suena?
No, la Segunda República española no se puede presentar como un modelo de convivencia y democracia, en el que se respetaron los derechos y libertades. Y muestra de ello es lo que sucedía en Barbastro, donde el sectarismo antirreligioso de los partidos del Frente Popular era especialmente agresivo, por lo que el nuevo obispo era bien consciente de que venía a dirigir un territorio muy complicado.
En abril de 1932 el Ayuntamiento de Barbastro incautó el cementerio. Y el 1 de agosto del año siguiente asaltaron el seminario y lo ocuparon. Esto es lo que cuenta un testigo de los hechos:
“El mismo Señor Alcalde —el amparador del orden y de los perseguidos— dijo con voz aguda y con ira mal comprimida, coreado por la multitud:
—O nos abre la puerta o prendemos fuego al edificio.
—No le abriremos —respondió el rector—, si quieren entrar, ha de ser allanando la morada y cargando con todas las consecuencias.
—Les damos cinco minutos de tiempo —gritó una voz.
Y como el padre rector dijera que había dicho la última palabra, nos retiramos y nos dispusimos a recoger lo más indispensable.
No tardamos en oír golpes formidables. Varios hombres manejaban un enorme madero a modo de ariete contra la puerta principal, la cual cedió por fin, abriéndose en ella un boquerón, por donde entraron los asaltantes. Entonces fue cuando cumplido con nuestro deber hasta el último extremo, nos dirigimos hacia la puerta del jardín, saliendo por la carretera de Huesca, después de horas de resistencia pacífica. Era como la una de la madrugada”.
A los sacerdotes Ramón Lacruz y Ramón Vinós les sacaron los ojos, les cortaron las manos antes de fusilarlos y arrojaron sus cuerpos al pantano de Barasona el 23 de julio de 1936. A los sacerdotes Arcadio Alemán, Ángel Alfaro, José Chiriveta, Ramón Bergua y Miguel Salamero Azlor les mataron aplastándoles el cráneo a martillazos
Tras el asalto al seminario de Barbastro, el obispado recurrió ante el Tribunal Contencioso-Administrativo provincial de Huesca, que falló a favor del obispado el 6 de octubre de 1934. Y los seminaristas pudieron volver de sus casas. Pero tras el pucherazo electoral de febrero de 1936 el Frente Popular arrebató el poder y dejó de existir el Estado de Derecho. El 21 de mayo de 1936 el Ministerio de Hacienda publicó un expediente de propiedad del seminario de Barbastro en favor del Ayuntamiento.
El sectarismo antirreligioso general que se había extendido por toda España desde la proclamación de la Segunda República impidió que hubiera procesiones por la calle y hubo que celebrarlas en el interior de los templos. Antes de la toma de posesión del nuevo obispo se habían producido en la diócesis distintas acciones antirreligiosas especialmente graves que no presagiaban nada bueno.
Y hasta la propia toma de posesión la tuvo que retrasar un día, cuando Florentino Asensio tuvo noticias de que las autoridades municipales habían contraprogramado una manifestación el domingo día 15 de marzo, para reventar el recibimiento religioso que le habían preparado sus feligreses.
Florentino Asensio sabía perfectamente a lo que se enfrentaba y aceptaba con entereza y visión sobrenatural la voluntad de Dios. El sábado 14 de marzo celebró la santa misa en el convento de las religiosas del Sagrado Corazón de Zaragoza y —según testimonio recogido en esa documentadísima investigación que ha publicado Martín Ibarra con el título La persecución religiosa en la diócesis de Barbastro-Monzón — “en la homilía les dirigió palabras muy fervorosas sobre la devoción al Sagrado Corazón, animándolas a estar dispuestas a todo ‘y si los enemigos —dijo— nos dan un empujoncito, no hay que tener miedo, así nos encontraremos más pronto con Él”.
Desde el primer momento el obispo recibió muestras de hostilidad. Cinco días después de haber llegado, el 21 de marzo de 1936, el Ayuntamiento prohibió que en Barbastro se tocaran las campanas, al considerar que ese era un gesto antidemocrático y provocador. Así lo justificó literalmente el acuerdo municipal: “Considerando, que el frecuente toque de campanas no solo constituye una molestia que debe evitarse, sino que, siendo anuncio de la celebración de actos contrarios al sentir de una gran parte de la población, su uso y abuso constituye una especie de reto a las creencias y opiniones opuestas…”.
Se estaba desatando un odio satánico contra todo lo religioso, sin respetar siquiera a las personas más indefensas. Frente al convento de las clarisas estaba “La Marquesina”, un bar desde donde se lanzaban amenazas contra las monjas, que ellas podían oír con toda claridad desde su clausura:
—“A esas zorras y a esas putas las tenemos que hacer salir también de ahí”.
Y en efecto, al estallar la Guerra Civil, las expulsaron y convirtieron el convento en una cárcel y lo mismo hicieron con el convento de las capuchinas. El día 19 de julio de 1936 Barbastro se convirtió en una explosión de júbilo comunista y cuentan las crónicas locales, como dato positivo, que hasta los perros iban adornados con un pañuelo rojo en su cuello.
Tres clarisas de Monzón fueron violadas antes de ser asesinadas. Desde el antiguo puente de El Grado sobre el río Cinca, que tenía una altura de 35 metros, fueron precipitados al vacío el párroco de Aratasona, Mariano Nacenta Muzás, José Español Farré, Ricardo Javierre, Antonio López Javierre, Manuel Pardina Lacambra, Ramón Salas Clavero y José Torres Peralta
El miércoles, 22 de julio de 1936, detuvieron al obispo de Barbastro. Y en la noche del día 8 de agosto le cortaron los genitales con una navaja, le cosieron con hilo de esparto, para llevarle al cementerio sin que se acabara de desangrar y allí lo remataron. Su tortura y martirio las he contado con todo detalle en otro artículo de Hispanidad.
Llama la atención que en Barbastro se vuelve a repetir lo que sucedía en otros lugares de la España ocupada por los republicanos: la saña salvaje y diabólica con la que asesinaron a los mártires. El obispo de Barbastro no fue el único torturado en la diócesis de Barbastro.
A los sacerdotes Ramón Lacruz y Ramón Vinós les sacaron los ojos, les cortaron las manos antes de fusilarlos y arrojaron sus cuerpos al pantano de Barasona el 23 de julio de 1936. A los sacerdotes Arcadio Alemán, Ángel Alfaro, José Chiriveta, Ramón Bergua y Miguel Salamero Azlor les mataron aplastándoles el cráneo a martillazos. Tres clarisas de Monzón fueron violadas antes de ser asesinadas. Desde el antiguo puente de El Grado sobre el río Cinca, que tenía una altura de 35 metros, fueron precipitados al vacío el párroco de Aratasona, Mariano Nacenta Muzás, José Español Farré, Ricardo Javierre, Antonio López Javierre, Manuel Pardina Lacambra, Ramón Salas Clavero y José Torres Peralta. Y desde la Peña Lacambra, en el término municipal de El Grado, arrojaron al río Cinca a Germán Tornil, José Puicercús y Antonio Pardina. En total ocho sacerdotes y tres laicos.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.