La crisis de Credit Suisse, unida a la del norteamericano SVB ha dado alas al tópico 'crisis bancaria'. Pues nosotros insistimos: esto no es una crisis bancaria, es una crisis de deuda. En primer lugar de deuda pública; en segundo lugar, de deuda corporativa.
La entidad suiza lleva en crisis profunda desde hace tres años. Ahora uno de sus accionistas, los saudíes, dice que no cuenten con ellos y los fallos de solvencia y rentabilidad que arrastraban se ha llegado a un rescate mal hecho: no se trata de que el gobierno, suizo, ponga dinero para salvar al Credit Suisse: se trataba de que el Gobierno suizo dejara que los accionistas y bonistas lo perdieran todo y que hubiese cubierto el dinero que los depositantes querían depositado (de ahí su nombre).
Nada ver con la crisis del SVB un banco que se financiaba a lo banco de inversión, con pocos clientes y al que la subida de tipos golpeó de forma más directa que a la banca doméstica.
Naturalmente, por simpatía, todos los bancos cayeron en todas las bolsas del mundo y vuelve a hablarse uno de los temas recurrentes de la vida financiera: necesitamos atar más corto a los banqueros. Pues no. Como se vigila mejor a la banca es con la aplicación del principio más drástico: que quiebren los quebrados. No se protege a accionistas ni a bonistas, porque ellos decidieron libremente invertir. Sólo se protege a los depositantes.
No, los bancos no sufren la subida de tipos. Al contrario, la banca doméstica, por ejemplo la española, la que cumple un mejor papel social, se ve favorecida por el aumento de los tipos de interés.
No, los que sufren con la muy necesaria subida del precio del dinero -es absurdo que el dinero no valga nada- son los Estados y las grandes empresas. Gobiernos irresponsables que se han mantenido en el poder gracias a la emisión irresponsable de deuda pública y grandes empresas que se han acostumbrado a no invertir con fondos propios -que es lo lógico- sino con fondos ajenos.