Ha sido una doble infamia, propia de miserables. Por un lado, la infamia de los obispos alemanes contra su compatriota, Benedicto XVI. Por otra, la infamia de los medios de comunicación españoles, especialmente de RTVE, al vender la noticia.
Alguien se está vengando de la postura en contra de Benedicto XVI (no fue el Papa que destapa la pederastia clerical, ese fue Juan Pablo II, pero sí el que llegó más lejos, recuerden a Marcial Maciel).
Resulta que del ya archisabido informe de la Iglesia alemana sobre pederastia clerical ha surgido una derivada en Baviera y, al parecer, todo el encanto del afluente consiste en que Benedicto XVI no actuó en consecuencia ante algunos casos de curas pedófilos en su diócesis. Ciertamente, si tuvo conocimiento de ello y si hubiera tenido competencias, Ratzinger podía haberles abofeteado con ganas en el palacio episcopal y algunos hasta le habríamos aplaudido, pero acusar a Benedicto XVI de no actuar es como acusar a Pedro Sánchez de no haber arreglado el problema del paro en España. Y atención, según un informe del episcopado alemán, unos señores -no seré yo quien califique a los obispos- que están en cabeza del cisma que viene y que se están comportando como lo que siempre han sido: las termitas de la iglesia y algunos, no todos, de forma, digamos, un poquito cabrona.
El problema de fondo es que la Iglesia tiene que perdonar ¡hasta al pederasta!, y mira que me fastidia decirlo.
Y lo cierto es que cuando la pedofilia ya no puede ser utilizada contra la Iglesia, el Nuevo Orden Mundial (NOM) legalizará la pederastia.
Mientras tanto, este ha sido un linchamiento, uno más, contra Benedicto XVI.