Como diría un sevillano: ¡qué poca vergüenza! Hemos conocido la EPA del cuarto trimestre de 2021 y, de inmediato, la maquinaria de propaganda de Moncloa se ha puesto en marcha.
Nadia Calviño ha vuelto a poner hoy a España como ejemplo de la recuperación europea y mundial, o sea, del mundo mundial. Sánchez ha dicho que esta va a ser la legislatura el empleo, y los corifeos de rigor han hablado de los 850.000 empleos creados y del récord de afiliados a la Seguridad Social.
Y naturalmente, la contabilidad es una ciencia exacta así que ninguna de esa cifras es impugnable.
Ahora bien, decir que el empleo va bien en España es un insulto a la inteligencia y una burla a la prudencia. De entrada, porque somos el país con más paro de Europa. Es decir, que debe ser que los demás evolucionan aún mejor que nosotros.
En segundo lugar porque hay más trabajadores pero menos horas trabajadas. Curioso, no, especialmente en un Gobierno que presume de que con su reforma laboral va a terminar con el trabajo precario y que también presume de que los ertes son la panacea ante las crisis laborales.
Lo cierto es que las bajas laborales se disparan y el teletrabajo no ayuda al verdadero drama de la economía española: la baja productividad. Ahora mismo, con las bajas laborales disparadas por el ómicron.
Eso por no hablar de los puestos de trabajo creados que son de funcionarios y de que la escasa cualificación del empleo que se crea vuelve a señalar el gran mal del economía española: la desindustrialización.
Me encantaría decir que el empleo marcha bien en España. Pero me tengo que conformar con recordar que la cosa no va bien.
La EPA 2021, presentada como la prueba del milagro económico español no es ni regular: es mala.