Tres años largos después, con el personal despendolado por ver mundo, salir a la calle, formar atascos y olvidarse de la celda donde le metieron a la fuerza... la Organización Mundial de la Salud (OMS), presidida por el honorable Tedros Adhanom, con perdón, ha decidido que el coronavirus ha terminado. Eso me recuerda cuando el juez Baltasar Garzón realizó una importante pregunta oficial sobre una cuestión enigmática: acerca de si el general Francisco Franco, había fallecido... unos 30 años después de muerto.
Don Tedros, tras recordarnos que ha provocado 20 millones de muertos en el mundo y que ha afectado a la décima parte de la humanidad, lo cierto es que el covid se cierra como se abrió: sin tener ni la menor idea ni del origen del enemigo, ni de sus capacidad de contagio, ni por qué en algunos puntos el virus resultaba letal y en otros apenas afectaba, con unas vacunas cuyos efectos secundarios se temen.
Y sobre todo, el covid ha servido para reducir las libertades y el espíritu de libertad, aún más importante, y para que algunos de nuestros peores ciudadanos, por ejemplo, un tal Bill Gates, nos atemoricen con nuevas plagas que, no lo duden, están por llegar.
Pero sobre todo, ha sido un trienio de mentiras y de falsificación de estadísticas. Sin ir más lejos, a finales de la semana pasada, para explicarnos lo malo que es Jair Bolsonaro, el hombre que perdió las elecciones en Brasil por la mínima, es el culpable de ser el país con más muertos por covid según número de habitantes. Pues no señor, el segundo país del mundo -quitando los países diminutos con los que toda comparación es resulta ridícula- en número de muertos por habitante, en los tiempos más duros de la pandemia, en 2020, fue... España, sólo superada por Perú.
El cuadro que publicara Hispanidad, con cifras del Instituto de Salud Carlos III, demuestra que, en 2020, antes de la llegada de las vacunas y con uno de los confinamientos más duros de Europa, gracias a Pedro Sánchez, España batía el récord de muertos, por encima de Brasil, como puede comprobarse en el cuadro adjunto.
Insisto, no sabemos por qué un país con uno de los confinamientos más duros tuvo más muertos con otros países que se negaron a confinar a sus ciudadanos y así evitaron arruinar a esos ciudadanos. De hecho, seguimos igual de ignorantes pero menos libres.
Menos mal que nos queda Tedros Adhanom, una baluarte para la salud mundial. Vamos, lo que antes se llamaba un sujeto indeseable.