Uno de los ceses con los que Pedro Sánchez sorprendió al personal fue el de la ministra de Educación, Isabel Celaá, responsable, si llega a aprobarse, de la ley educativa más liberticida e ideológica de la actual democracia española. El talante de doña Isabel, además, dejaba mucho que desear, tanto con representantes del sector como con determinados medios de comunicación. De su salida se puede decir aquello de tanta paz lleves como descanso dejes.
Ahora bien, la llegada de Pilar Alegría no va a cambiar la situación, aunque haya mejorado las relaciones con el sector. Es solo apariencia a pesar de las declaraciones del presidente de Concapa, Pedro José Cababllero, tras la reunión mantenida el jueves con Alegría. Caballero calificó el encuentro como “muy positivo, que abre un nuevo camino de trabajo y diálogo, muy alejado del enfrentamiento constante con la anterior titular del Ministerio, Isabel Celaá”.
Alegría no va a cambiar nada porque una de las prioridades de Pedro Sánchez es el adoctrinamiento de los menores en las escuelas. Por eso, mientras la ministra esboza su mejor talante y se hace la foto con María Chivite en Navarra, el Ministerio acelera el proceso para fijar los currículos de la Ley Celaá, según el ABC. Por ejemplo, ya ha encargado a CCAA afines, como Aragón o Cataluña, parte de la elaboración, para Primaria, de la asignatura de Matemáticas con perspectiva de género. El objetivo es que los cursos impares de Primaria, ESO y Bachillerato comiencen el curso 2022-2023 con los nuevos libros de texto y que los cursos pares lo hagan en el 2023-2024.
Pilar Alegría no solo no va a cambiar nada, sino que va a acelerar la implantación de la ideología de género en las escuelas. Eso sí, con mejor talante.