La lluvia cae lentamente, con suavidad,
y su golpeteo en el paraguas abierto,
al mismo tiempo que la tela limpia,
trae recuerdos de otros tiempos,
en los que esa lluvia era agradecida,
en que el ambiente, y su humedad,
limpiaban el corazón y las mentes,
de sus ansiedades, llenándolos de paz.
Hoy si llueve, o más de la cuenta nieva;
si hace el calor, que siempre hizo,
o si hay una sequía pertinaz,
lo consideramos una catástrofe,
que empezamos a lamentar.
Y acusamos al cambio climático,
sin poner remedio en aquello,
que nosotros, remediar si podemos.
No encauzamos, los arroyos y los ríos,
en su lento caminar hacia la mar;
en las ciudades, pueblos y aldeas,
donde siempre pasaron y han de pasar;
o llevar su agua hacia tierras más secas,
que convertidas en fértiles, lo agradecerán;
o construir en tierras de crecidas,
donde el agua riqueza produciría.
Y lo mismo del sol, fuego y viento,
nos quejamos todo el tiempo, sin cesar.
Estando de moda el clima y su cambio,
no haciendo lo que debemos, de verdad.
El cambio del clima, siempre existirá:
Primavera, verano, otoño, invernal.
El hombre, el mundo debe dominar,
y no a otros hombres esclavizar.