¡Maldito sea! Salió de su boca la maldición,
y no era el odio, ni la rabia quien la originó.
Sonó, como en antaño sonaba la maldición,
que a las brujas, a los brujos y renegados,
se lanzaban, igual que la excomunión.
 
¡Maldito sea! Volvió a oírse la imprecación,
sentida, dolorida, expresando repugnancia,
hacia quien dirigida iba, y de las tumbas
más que de una boca, parecía que salía.
Me estremecí y pensé, que se cumpliría.
 
¡Maldito sea! Quien a una víctima homenajea,
y al mismo tiempo a sus asesinos eleva,
dándoles poder, contra una nación entera;
y de otras víctimas igualmente se aprovecha.
Y sentí como si todas contestaran ¡Sea!