A un niño recién nacido, entre pajas acurrucado,
que por amor murió, resucitó, y entre nosotros
se ha quedado.
A lo largo de los siglos,
del caminar del hombre,
en un amor sin límites,
una y otra vez ha sido
manifestada su existencia.
Viendo del Universo todo lo creado,
¿Por qué de ella dudamos?
Cuando humildes ese Amor reconocemos,
sale de nuestro corazón y alma el canto:
“Cúbrenos bajo la sombra de tus alas
en este mundo que corre desbocado.
Cuídanos como las niñas de tus ojos,
líbranos del afecto desordenado.
Que sintamos tu Amor y tu ternura,
mil corazones doloridos y asustados.
Viviendo las realidades temporales,
como primicia de otras incontables.
Conociendo y suspirando por tu Amor,
cimentando en él, el amor humano.
Creyendo en ese Amor ilimitado,
al ver y saber gozar, de todo lo creado”.
Del poemario inédito: Treinta poemas de Amor y Fe y un Cántico de Esperanza