Castellano soy de nacimiento,
orgulloso andaluz, de crianza,
y de madurez, madrileño.
Conozco mi amada España,
ciudad a ciudad, pueblo a pueblo,
que al caminar se hace camino,
y año tras año, yo lo he hecho.
 
Por eso comprender no puedo,
lo que algunos hacer pretenden,
con éste mi querido pueblo.
Y alzo, contra aquellos, mi voz y grito,
a los que les importamos “un pito”,
como nación y como pueblo.
 
Solo buscan el poder y la riqueza,
sin pegar al agua un palo,
sin trabajar y presumiendo,
a costa de esta nación, del pueblo.
Harto estoy de los catalanes,
son ya más de quinientos años,
los que a costa del resto, llevan viviendo. 
 
Y qué decir de los vascos,
cuyas tierras vasconizadas fueron,
por los vascos verdaderos.
Pues de Navarra provienen,
de ahí la matraca, de que es suya  
y totalmente les pertenece.
Sin ella ni serian, ni son nada;
como madre que es de ellos.
 
¡Ay! que Navarra es tan España,
como Castilla pueda serlo,
igual que el resto, de los cinco reinos;
que a los moros derrotaron,
reconquistando la tierra,
de la milenaria Hispania,
formando un solo Reino.
 
¡España! de santos y guerreros,
de reyes, unos grandes y otros menos,
de vascos, andaluces y extremeños,
que otras Españas descubrieron.
Y con su arrojo y denuedo, formaron
el primer y más grande de los imperios.
 
El primero que derrotó a los musulmanes,
el que venció al franco, el primero,
y por último a socialistas y comunistas,
que destruir España, todos quisieron;
y si hay que volver a hacerlo, lo haremos.
 
Que eso es lo que eres, mi España,
hermosas tierras, llenas de caballeros,
generosos y quijotescos,
alegres, acogedores, y pintorescos.
Hasta que se nos hinchan las napias,
y decimos entonces: ¡basta!
y en el antifonario les damos,
y “pa el pelo” les correremos.
Advertidos quedan aquellos.