El Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, según sus siglas en inglés), la cúspide de la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), o sea, el señor Jerome Powell y sus amigos, ha decidido mantener el precio oficial del dinero en Estados Unidos en el 5,5%. Incluso como la inflación en USA no remite pero la economía norteamericana sigue creciendo y el empleo, aun más importante, continúa en paro técnico (no llega al 4%), no como en Europa (aunque no llega al 8%) y mucho menos como en España (donde la tasa de paro supera con creces el 12%), Powell ha decidido que los tipos no bajan, e incluso la propia FED expande rumores de que podrían hasta subir. Ojo, y eso lo dice una FED que, en contra de lo que sucede en los estatutos del BCE europeo, no sólo vigila la inflación sino también el crecimiento y el desempleo mientras que al BCE, sólo le preocupan los precios.
Pues bien, la pelota queda ahora en el tejado de la francesa Christine Lagarde y de su segundo, el español Luis de Guindos, para los que bajar los tipos del actual 4,55 supondría distanciase hasta demasiado de la trayectoria del hermano mayor norteamericano.
Digamos que Jerome Powell acierta en lo próximo -si la inflación no remite ¿por qué bajar los precios?- pero continúa sin dar pábulo a la verdadera razón de esta inflación persistente que amenaza con cumplir un lustro de edad: a lo mejor no se trata de una inflación de demanda sino de oferta. Es decir, a lo mejor es que el modelo productivo actual se basa en un crecimiento de la demanda, impulsado por un déficit fiscal y, sobre todo, una deuda pública, galopantes y no por el precio del dinero.
Si así fuera, y cada día son máos que creen que así es, lo que habría que hacer no es aumentar el precio del dinero sino aumentar la producción. Y para aumentar la inversión no es bueno que el precio del dinero esté caro aunque, sinceramente, un 5% tampoco es excesivamente caro.
Claro que para producir más hay que olvidarse de prejuicios verdes y mandar a los señores ecologistas a freír espárragos antes de que ellos nos devuelvan a la caverna.
Bueno, también podemos seguir produciendo poco y dejar que los chinos, que no están dispuestos a reducir su producción, nos colonicen del todo.